Así la definió la ONU, creadora de la efeméride que se celebra cada 12 de agosto desde 1999. En el centro de la crisis y al frente de las luchas: la juventud debe pelear por el futuro que desea en todo el mundo.
Juana Galarraga @Juana_Galarraga
Miércoles 11 de agosto de 2021 13:48
Foto: Enfoque Rojo
Este 12 de agosto se celebra el día internacional de la Juventud, por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En 2021, el tema de esta efeméride que se celebra desde 1999 con un slogan diferente cada año, es "Transformar los sistemas alimentarios: Innovación juvenil para la salud de los seres humanos y del planeta".
No existe una definición internacional universalmente aceptada del grupo de edad que comprende el concepto de juventud. Con fines estadísticos, las Naciones Unidas definen a los y las jóvenes como aquellas personas de entre 15 y 24 años.
Según el informe Juventud 2030 de la ONU, el mundo alberga hoy a la generación de jóvenes más numerosa de la historia, conformada por 1.800 millones de personas, de las cuales cerca del 90 % viven en países en desarrollo.
Además, “son objeto de violencia interpersonal, se ven perjudicados por los lentos fenómenos que desencadena el cambio climático o los efectos de primera línea de los desastres, sufren diversas formas de marginación interrelacionadas y son los más afectados por la tendencia mundial a la erosión de los derechos humanos y a dificultar el acceso a la justicia”.
Con respecto a la temática de este año, la ONU sostiene que “se espera que la población mundial aumente en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años” y “no bastará con incrementar la producción de alimentos más saludables y sostenibles para garantizar el bienestar humano y del planeta”.
La salida que propone la ONU es abordar “los objetivos que se plantean en la Agenda 2030, entre ellos la reducción de la pobreza, la inclusión social, la atención de la salud, la conservación de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático. La juventud necesita mecanismos de apoyo inclusivos que garanticen que va a poder seguir luchando colectiva e individualmente para restaurar el planeta y proteger la vida”.
Este organismo tiene a la juventud y sus problemas como parte de la agenda desde hace décadas (como se desarrolla en el último apartado de esta nota). Los objetivos de reducir la pobreza y mitigar el cambio climático que declama la ONU no son nuevos. Surgen en todas las cumbres donde participan los representantes de los estados y donde fundamentalmente las grandes potencias acuden para lavarse la cara. Mientras, saquean países con mecanismos como la deuda externa y avanzan con sus negocios a costa de todo: extractivismo, contaminación.
La pandemia dejó en claro el cinismo de organismos como la ONU y la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se la pasan hablando de la necesidad de distribuir mejor las vacunas en beneficio de los países más pobres, pero no han tomado una sola medida real para que se liberen las patentes y no acompañaron el pedido de Sudáfrica e India, los primeros en plantear este pedido al comienzo del desastre de la pandemia.
En este marco, la situación mundial de la juventud no ha dejado de empeorar. Por algo hoy la ONU tiene que admitir que la población más joven del planeta está en la primera línea de todos los desastres, pero también, de las luchas. Solo por poner algunos ejemplos:
Desastre alimentario
La juventud, al igual que la niñez, se ve impactada de manera particular por el hambre. Queda en el centro de las “causas interrelacionadas” de las que habla la ONU y afectan su vida. Es mayoría entre la población sin empleo, obligada a migrar por motivos laborales, ambientales o conflictos armados. Esta situación de desplazamiento y precariedad de la vida repercute de lleno en la cantidad de comida que ingieren.
Grupos humanitarios en Europa advierten de un alarmante aumento en la inseguridad alimentaria entre los y las jóvenes tras el cierre de campus, recortes de empleo y despidos en sus familias.
La ONU, la OMS, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cifran en 811 millones el número de personas subalimentadas en 2020, cerca de la décima parte de la población mundial.
Entre las poblaciones más afectadas por la desnutrición destacan los niños menores de cinco años. Se calcula que 149,2 millones (22%) sufrieron retraso del crecimiento en 2020.
“La pandemia agrava el hambre de las personas desplazadas en todo el mundo, sostuvo en marzo la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Según señaló un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), como resultado de la pandemia, alrededor de 270 millones de personas pueden haber padecido inseguridad alimentaria aguda para fines de 2020.
Eso es aproximadamente el doble de los 135 millones que se estima que padecieron inseguridad alimentaria en 2019, un año récord para el hambre.
Desastre migratorio
Según un artículo del sitio oficial de la OIT, los y las jóvenes migrantes constituyen más del 10 % de los 232 millones de migrantes internacionales en general. Siendo el grupo social con mayor movilidad, constituyen el grueso de los desplazamientos anuales de migración.
La migración de jóvenes “se produce en un contexto de elevado desempleo juvenil y de falta de creación de empleos dignos en el país de origen. La tasa de desempleo entre los jóvenes duplica, como mínimo, la tasa general de desempleo, y se calcula que 73 millones de jóvenes no tienen trabajo, según la edición más reciente de Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil, de la OIT. Esta es la lamentable causa de que muchos jóvenes migrantes con frecuencia queden atrapados en trabajos donde se les explota y maltrata, incluido el trabajo forzoso. Además, con demasiada frecuencia –y al igual que otros inmigrantes– se convierten en chivos expiatorios de las deficiencias de los sistemas sociales y económicos”.
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De acuerdo al sitio Portal de datos mundiales sobre migración, el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) de las Naciones Unidas, estima que:
Desastre climático
Según un documento publicado en julio de 2019 del Foro Europeo de la Juventud, “se sabe que el 71 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero vienen solo de 100 empresas desde 1988. Mientras los diez países que emiten las mayores 9 cantidades de gases de efecto invernadero son países desarrollados e industrializados, entre los que sufren sus efectos más negativos y dañinos se encuentran los países más pobres, sobre todo en África y Asia”. El mismo artículo señala que el 10 % de las personas más ricas del mundo producen la mitad de todas las emisiones de carbón de la tierra.
De acuerdo con la OMS, se espera que el cambio climático produzca aproximadamente 250.000 muertes adicionales por año entre 2030 y 2050, resultantes de malnutriciones, malaria, diarrea y estrés térmico por calor.
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El Informe de Balance sobre la Juventud de la OCDE señala que el cambio climático “impactará mucho más a los jóvenes que a quienes actualmente deciden lidiar con ellos”, por lo que critica que la gente joven “tiene una mínima influencia en las políticas que son y serán la parte de la sociedad más afectada por el cambio climático”. La carga socioeconómica que conllevan se incrementará con las consecuencias del cambio climático. De hecho, el cambio climático manifiesta y refuerza las desigualdades, sobre todo para la juventud y en particular para las mujeres jóvenes que viven en el hemisferio sur.
Según la organización Plan Internacional, el cambio climático impacta de manera particular a las niñas y adolescentes:
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Desastre laboral
El empleo disponible es poco y lo poco que consigue es a costa de perder derechos conquistados. Les jóvenes, en su carácter de “recién ingresantes” al mercado laboral, son las principales víctimas de “las fluctuaciones del mercado” y eslabón de ajuste en tiempos de crisis.
La situación pre pandemia ya era clara. Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a comienzos de 2020:
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Según el informe “El impacto del primer año de la pandemia en la clase trabajadora”, del observatorio de La Izquierda Diario, “esta crisis ha exacerbado las dificultades de los jóvenes para acceder al mercado de trabajo y ha puesto de relieve el riesgo real de que dé lugar a una generación perdida”. Esta última definición surge de la cuarta edición del Observatorio de la OIT .
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El futuro que deseamos es el futuro que peleamos
En Argentina, en el marco del día internacional de la Juventud, el Gobierno del Frente de Todos desarrolla la semana de las juventudes en Tecnópolis. El problema del acceso a la educación y al empleo está a la orden del día en la agenda electoral. Por eso el oficialismo impulsa programas de ayuda para la juventud, como el plan Te Sumo y Argentina Programa, que no hacen más que naturalizar que la juventud viva con ingresos de miseria mientras se benefician sectores empresarios con su mano de obra barata y subsidiada por el Estado.
“El futuro que deseamos es el futuro que peleamos”, es la consigna que impulsa la juventud que acompaña las ideas del Frente de Izquierda Unidad en Argentina. En estas elecciones, mientras las principales fuerzas políticas burguesas se esfuerzan por hablarle a este sector totalmente desencantado y desprovisto de futuro, el FITU no hace más que reafirmar una vez más un compromiso histórico. Siempre estuvo junto a la juventud en las calles, denunciando la precarización laboral y de la vida.
Contra el discurso que invita a la juventud a conformarse con el mal menor, las dimensiones del desastre en el que se encuentra sumida la juventud dan cuenta de la necesidad de otra salida. Es por esto que una de las principales propuestas del FITU es el reparto de las horas de trabajo, sin la reducción de los salarios, para terminar con la precarización extrema que impide que la juventud tenga tiempo para nada y viva una vida muy sacrificada, mientras somete al desempleo crónico a millones.
Una agenda para que las potencias se laven la cara
Los datos vertidos en este artículo surgen de informes oficiales de los principales organismos internacionales, que se caracterizan por denunciar situaciones críticas y elaborar discursos sensibles para proponer "salidas". Mientras, son funcionales a la política de las principales potencias imperialistas. La misma información que vuelcan año a año, da cuenta de que no se puede confiar en este tipo de instancias para resolver los grandes dramas que afectan a la juventud y el planeta.
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La ONU ha tenido a la juventud y a los problemas que la afectan particularmente en agenda desde hace décadas:
1965 - Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobaron la “Declaración sobre el Fomento entre la Juventud de los ideales de paz, respeto mutuo y entendimiento entre los pueblos”.
1985 - La Asamblea General de las Naciones Unidas conmemoró el primer “Año Internacional de la Juventud: Participación, Desarrollo y Paz”.
1995 - En el décimo aniversario del “Año Internacional de la Juventud”, se adoptó una estrategia internacional: el “Programa de Acción Mundial para los Jóvenes hasta el año 2000 y subsiguientes”.
1999 - En su resolución 54/120, la Asamblea General aprobó la recomendación formulada por la Conferencia Mundial de Ministros Responsables de la Juventud (Lisboa, 8-12 de agosto de 1998) de que el 12 de agosto fuera declarado Día Internacional de la Juventud.
2009 - La resolución 64/134 proclama el año que comienza el 12 de agosto de 2010 como el Año Internacional de la Juventud.
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2015 - El Consejo de Seguridad aprobó por unanimidad la resolución 2250, que alentó a los Estados a considerar la creación de mecanismos que permitan a los jóvenes participar de manera significativa como constructores de paz para prevenir la violencia y generar paz en todo el mundo.
2018 - En la resolución 2419, el Consejo reafirmó la necesidad de implementar plenamente la resolución 2250 y pidió a todos los actores relevantes que consideren formas de aumentar la representación de los jóvenes al negociar y aplicar los acuerdos de paz.