La economía de Brasil se estancó. Finalizado el segundo turno, son noticia los datos negativos de la economía del país ocultados por la propaganda electoral. Para volver al crecimiento, según el “mercado” sólo hay una salida posible: el recorte en los gastos públicos, tarifazos, más dinero público para pagar deuda externa y menos para los derechos sociales y laborales. Esta es la opción de Dilma para honrar sus compromisos, la defensa de las ganancias empresariales, incluso al costo de su popularidad.
Martes 11 de noviembre de 2014
En una entrevista concedida por Dilma a los medios el pasado 06/11, la presidenta del PT reconoció que la inflación es un problema (durante la campaña electoral la inflación sólo era un problema para los “pesimistas”). Anunció que “hará los deberes” y “combatirá” la inflación (que como reflejo de la lucha de clases es siempre un combate en beneficio de una clase: la burguesía a costa de los salarios y la precarización de la vida de los trabajadores) por medio del “recorte de gastos” más el aumento de las tasas de interés (que llegan a 11,25% al año).
El aumento de las tasas de interés impactará en el aumento de la deuda pública, que será más cara, y así el “control” de la inflación de Dilma llevará a un mayor deterioro de las cuentas del Estado que afectará sí o sí negativamente la capacidad, ya débil, del gobierno de inversiones sociales y la sustentación de una política “gradualista” de aumento del salario mínimo y de transferencia de ingresos como la ampliación de la Bolsa Familia. Dilma también dejó entrever, y confirmó en declaraciones de Guido Mantega, que el gobierno ajustará los índices que reajustan derechos sociales y de los trabajadores como el seguro de desempleo y abonos salariales.
Uno de los impactos más sentidos del aumento de las tasas de interés es la reducción en la capacidad de consumo de los brasileros, por la vía del crédito, que fue uno de los pilares del crecimiento durante la década petista. Después de años de crédito barato para el financiamiento de casas, vehículos, préstamos, viajes y compras en general, muchos brasileños tienen un salario altamente comprometido con deudas acumuladas con intereses dependientes del Selic (tasa de interés de referencia) del gobierno, que no dejará de crecer el año próximo. Para muchas familias, el aguinaldo tiene un destino seguro: reducir al menos una parte de las deudas; es el salario de los trabajadores el que pagará los intereses a los banqueros que en 2014, como el Bradesco, nuevamente presentaron ganancias crecientes.
La “tarea del hogar” que Dilma cumplirá no es más que el recetario neoliberal que incluye recortes en los gastos públicos, afectando gastos sociales, aunque más de una vez esto intente ser ocultado por el discurso del PT. El aumento del pago de intereses de la deuda pública, con el llamado superávit primario de 2-2,5% del PIB para el 2015, significa en la práctica que hasta el 2,5% de toda la riqueza producida en el país, irá a parar a las manos de los acreedores internacionales de los Estados Unidos y Europa. Esto mientras “falta” dinero, por ejemplo, para inversiones en obras públicas para servicios de calidad como el agua, la energía eléctrica, o el tratamiento de los desagües.
Otro ajuste que entrará en vigor es el aumento en los precios de los combustibles, un reajuste de las tarifas de combustibles del 3% y del 5% en el diesel, subiendo los precios en los puestos de gasolina un 6%. Las tarifas de energía eléctrica ya están siendo reajustadas, como sucede en Río de Janeiro (el aumento fue del 17,75% en las cuentas de luz) y con la sequía prolongada en el país junto a la falta crónica de inversiones públicas en infraestructura para la población, el racionamiento de energía es una amenaza real para el verano del 2015, un nuevo “apagón”. En el norte del país, la Agencia Nacional de Energía Eléctrica (ANEEL) del gobierno federal autorizó el pasado 29/10 luego del segundo turno, un aumento del 54% en las tarifas de energía en el Estado de Roraima. Éste es el tipo de ajuste que el gobierno no menciona en su propaganda; la cuenta del ajuste literalmente está siendo pagada por los sectores más pobres y por los trabajadores.
Todos estos ajustes ponen sobre las espaldas de los más pobres y los trabajadores la carga por el estancamiento del crecimiento económico y el impacto recesivo de la crisis mundial. El costo de vida más alto, los salarios con reajustes cada vez menores y consumidos por la inflación, el crédito más caro y las deudas creciendo mensualmente, sin mencionar los servicios públicos que se mantienen precarios y las tarifas de servicios básicos como agua, luz, y combustible con aumentos. La salida solo vendrá de la lucha por la organización de los trabajadores, independiente de los patrones y de los gobiernos con un programa combativo para que la crisis se pague con las ganancias de los capitalistas.