El poco tiempo transcurrido desde que comenzó el año muestra que las previsiones que se hicieron del 2015 como un año de crisis son correctas.
Miércoles 18 de febrero de 2015
Fotografía: Reuters
Los patrones y el gobierno de Dilma presentan sus armas: ataques a los derechos laborales, tarifazos, falta de agua, despidos en la industria. Los trabajadores, por su lado, respondieron con una fuerte huelga en la automotriz Volkswagen, amplias movilizaciones de la juventud contra los aumentos de los pasajes o la huelga de los trabajadores públicos en el estado de Paraná. Son aún ensayos de luchas más profundas que tenderán a ocurrir en el próximo período.
Otros factores se suman, además, para construir un escenario de conflictos agudos: la crisis económica que a diario gana en el país contornos más concretos (esta semana, por ejemplo, el dólar volvió a subir alcanzando la cotización de R$ 2,83); el desarrollo de una crisis política cada vez más abierta (que alcanza un nivel superior con la elección de Eduardo Cunha a la presidencia de la Cámara); los escándalos en la empresa Petrobras que dejan en claro hasta qué grado llega la corrupción en las entrañas del estado, en el que están involucrados todos los principales partidos del régimen brasilero. Sin mencionar la mayor politización de la población desde junio de 2013, sectores importantes de la clase obrera y la juventud han acumulado una serie de experiencias importantes de lucha y movilización. Juntemos estos elementos y la mezcla solo puede ser altamente explosiva para el inestable régimen “democrático” brasilero.
Intentos de desvío
En este contexto, la oposición patronal al gobierno petista intenta desviar el legítimo sentimiento de indignación de los trabajadores y el pueblo pobre. Tratan de presentarse como campeones de la moralidad política, como si no estuviesen involucrados también en innumerables casos de corrupción, como el de Petrobras, cuyo esquema de corrupción comenzó durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, hasta el escándalo del subterráneo de San Pablo.
Con la elección de Eduardo Cunha a la presidencia de la Cámara de diputados, la oposición patronal ganó una importante trinchera en su lucha contra los petistas; a pesar de pertenecer a un partido de la base aliada al oficialismo, Cunha ha tenido una actuación independiente en relación al gobierno, lo que refuerza el discurso por la defensa de un impeachment a la presidenta promovido por algunos sectores de la oposición (aunque Cunha aún no se haya posicionado favorablemente, es el presidente de la Cámara que da el aval al comienzo de un proceso de impeachment). Así, la base de sustentación petista se torna cada vez más débil con su principal aliado el PMDB teniendo mayores fricciones con el gobierno y cuya dirección ha declarado, en los últimos días, que tendrá una actuación más independiente.
Con la propuesta de impeachment la oposición patronal (empezando por los tucanos) está testeando una política que busca desviar y canalizar la indignación popular dentro del régimen y lograr, a través de una maniobra, lo que no consiguió en las elecciones: ser la que administre los asuntos comunes de la burguesía.
Fisuras entre los sectores de la clase dominante
El régimen democrático es extremadamente frágil en Brasil. No podría ser diferente en un país marcado por inmensas desigualdades sociales, raciales, regionales que se expresan dentro del régimen. No es de extrañar, entonces, que con la agudización de la lucha entre las clases comiencen a surgir señales iniciales de fisuras dentro de la clase dominante sobre qué salidas dar a la crisis y sus conflictos.
A pesar de que aún no existen diferencias cualitativas entre los sectores más poderosos de las clases dominantes sobre cómo encarar la crisis política y económica en curso, lo que es un importante límite para que la crisis se transforme en una crisis mayor, esta posibilidad no puede descartarse. La gran contradicción desde el punto de vista de los sectores dominantes es que la agudización de los conflictos entre ellos – que se expresan principalmente en las disputas entre el PT y el PSDB – lejos de ser una forma de restaurar la estabilidad tiende a ser un factor importante para la profundización de la lucha de clases, pues los trabajadores pueden utilizar las brechas en las alturas para fortalecer y politizar sus luchas económicas y sociales.
¿Existe un golpe de la derecha en marcha?
Es necesario analizar la situación política, sin dejarse llevar por falsas impresiones. Los petistas y sectores de izquierda ligados al PT sostienen la tesis de que estaría en marcha un golpe de la derecha. Según esta tesis contra este golpe sería necesario que todos los que se consideran de izquierda se junten y defiendan al gobierno petista. Nada más falso, pura maniobra distractiva.
A pesar de que no podemos descartar la posibilidad de un golpe militar en el futuro frente a la agudización de la lucha de clases, como tantas otras veces sucedió en América latina y en Brasil, en particular, no es una posibilidad que esté planteada en el momento actual. La oposición patronal juega sus fichas en desestabilizar al gobierno petista dentro de las reglas del régimen, ya que el impeachment es un mecanismo legal para destituir a un presidente, por ejemplo, en casos de corrupción.
Los trabajadores no tenemos nada que defender de un gobierno que ataca nuestros derechos, aumenta las tarifas de los servicios públicos, y que por falta de planificación implementará el racionamiento en el uso de agua y energía. Los trabajadores y sectores populares debemos aprovechar los conflictos internos de nuestros enemigos para proponer una alternativa política que pueda unificar a todos los sectores oprimidos y dar una salida real a la crisis económica, política, social que se profundiza en nuestro país.