La diputada Camila Rojas de Izquierda Autónoma, junto a las parlamentarias de la ex Nueva Mayoría, Cristina Girardi y Camila Vallejo, partícipes de la Comisión de educación, presentaron al Congreso el proyecto "Diálogos para construir una educación no sexista", usando como respaldo a las movilizaciones de mujeres que se posicionan en la coyuntura como una de las principales noticias que vemos en los medios de comunicación.

Javiera Rivas Militante de Pan y Rosas Teresa Flores
Jueves 14 de junio de 2018
Las parlamentarias señalan que esta iniciativa debe "abrir un debate profundo y transversal sobre el estado de la educación en Chile, especialmente en los aspectos de violencia y de educación no sexista en las instituciones educacionales" y que "este país necesita de una reforma educativa, en especial para que ésta sea pública y no sexista", como enfatizó la diputada del Frente Amplio y ex Presidenta Fech.
Hoy, dicho grupos de parlamentarias, toma el clamor que ha impulsado el movimiento de mujeres hablando de la necesidad de la educación no sexista, poniendo al centro cátedras de género, mallas con enfoque feminista y protocolo que sancionen la violencia machista.
A su vez, Girar (PPD-PRO) recalcó que "el rol de la Educación, en un cambio cultural es fundamental". El problema es que en los márgenes de la educación de mercado, a ese cambio cultural no pueden acceder todas y todos. La privatización y lucro en la educación nos empuja a pensar qué significa conquistar el derecho a la educación pública y no sexista.
Y es que vemos que el proyecto que hoy impulsa el Frente Amplio no pretende realmente afectar a los empresarios de la educación. Sí plantean la necesidad de democratizar las escuelas y universidades públicas, y el financiamiento basal directo, poniendo fin al lucro. Pero es ambiguo cuando Izquierda Autónoma no plantea concretamente cómo democratizar las casas de estudio.
Son las viejas estructuras universitarias las que perpetúan en las Universidades la reproducción del machismo y la violencia, no solo manteniendo abusadores como vacas sagradas, sino que segregando y dejando cientos de mujeres, y también hombres, fuera de la universidad debido a un acceso restringido por la condición socio-económica, y manteniendo la precarización laboral y el trabajo inestable para trabajadoras y trabajadores, siendo mujeres las principales afectadas, como en el subcontrato.
Por eso, cuando hablamos de educación no sexista, esta no puede desligarse de la pelea por democratizar las universidades. Pero esta pelea no pasa por tener "menos autoritarismo" sino que por transformar estructuralmente la educación, donde seamos los tres estamentos quienes escojamos universalmente a las autoridades y avanzado a un gobierno universitario triestamental para que realmente podamos decidir.
Así mismo, conquistar nuestro derecho a decidir el curso de la universidad no basta si se trata solo de administrar la precariedad de esta para la mayoría de la comunidad y el negocio de unos pocos, o en algunos casos las ganancias de la propia Iglesia Católica que interviene con su moral misógina. Requiere ineludiblemente cuestionar el mercado educativo y la exigencia de un plan de financiamiento integral al Estado para acabar con los sueldos miserables de funcionarias/os y profesoras/es, el paso a planta, que garantice salas cuna y jardines infantiles, e incluso los planes de capacitaciones y especialistas en cuanto a género.
Y sí, desde Pan y Rosas levantamos las necesarias iniciativas de una reestructuración de mallas con enfoque de género, de cátedras y capacitaciones que permitan desnaturalizar la violencia machista, y de especialistas que nos permitan tener mejores herramientas, como de protocolos que nos permitan tomar medidas frente a los casos de acoso y abuso. Pero para eso hablamos de un sistema educativo pública, laico y no sexista en que ponga la Universidad realmente al servicio de nuestras necesidades, al servicio de las trabajadoras y los trabajadores.
Por su lado, la diputada Rojas declaró que “este es un momento en el cual hay que tomar posición. Se apoya o no apoya el movimiento”. Y yo me pregunto ¿son esas las dos únicas opciones? Porque hasta ahora hemos visto constantemente que las organizaciones bajan sus banderas aludiendo a que el movimiento feminista es algo que sobrepasa a la política o que incluso “no se trata de que el movimiento sea de izquierda o que el movimiento sea de derecha: es una lucha de mujeres” como declaró Fernanda Reyes (Movimiento Autonomista) al matinal de TVN hace un tiempo atrás.
Como si el movimiento de mujeres o incluso, como si las mujeres fuésemos un grupo homogéneo que lucha por las mismas demandas. Cuando se trata de un movimiento en que se expresan distintas clases sociales -con diferentes intereses- en el que vemos mujeres como Isabel Plá surfeando una ola que no les corresponde, pues es ella y su grupo de empresarios los que perpetúan la violencia hacia las mujeres al sostener el régimen que explota y oprime día a día a toda la clase trabajadora. Mientras el Frente Amplio contribuye a esta utopía de unidad, sin poner al centro el cuestionamiento al capitalismo, y enemigos claros, como los empresarios, que perpetúan la opresión en pos de sus ganancias.
La verdad es que no se reduce a apoyar o no al movimiento, sino que en discutir sus perspectivas. Las parlamemtarias del Frente Amplio y la ex Nueva Mayoría replican la ya probada fórmula que conocimos hace algunos años, de la incidencia para mejorar la educación. Para nosotras y nosotros, el cambio de raíz pasa por generar una fuerza, en unidad con el movimiento estudiantil y las y los trabajadores, que se proponga acabar con la educación de mercado para enfrentar el sexismo en la educación. Así como para enfrentar el machismo en la sociedad, necesitamos pelear por acabar con la raíz de la opresión y la explotación, que es el capitalismo.

Javiera Rivas
Militante de Pan y Rosas Teresa Flores