Los dos candidatos a las elecciones presidenciales tienen más en común de lo que les gustaría admitir, y no solo acusaciones de agresión sexual. Ambos reivindican una línea más dura contra China.
Jueves 4 de junio de 2020
Donald Trump tiene una explicación simple para su desastrosa respuesta a la pandemia de coronavirus: ¡culpar a China! Se ha referido al “virus chino” y ha difundido la teoría de la conspiración de que el SARS-CoV-2 fue creado en un laboratorio en Wuhan. Cuando un periodista asiático-estadounidense le preguntó sobre el fracaso del gobierno de los Estados Unidos en proporcionar pruebas masivas, Trump respondió: “No me pregunten. Pregúntenle a China”.
Mientras la crisis económica se profundiza, Trump confía en sus métodos probados para hacer campaña electoral: patriotismo agresivo y hostilidad contra los extranjeros, mejor conocido como chovinismo. En un reciente anuncio de campaña, se refiere a su oponente demócrata Joe Biden como “Marioneta de China”.
Biden ha respondido tratando de superar a Trump. En su propio anuncio, acusa a Trump de “darse la vuelta ante los chinos” y dejar que demasiados viajeros provenientes de China entren a los Estados Unidos, a pesar de que es bien sabido que la pandemia llegó a Nueva York desde Europa, no desde China.
A ambos candidatos les gustaría ser vistos como “duros contra China”.
Esta campaña bipartidista es efectiva: según el Centro de Investigación Pew, hasta dos tercios de las personas en los EE. UU. tienen una opinión negativa sobre China, el número más alto jamás registrado. El establishment estadounidense ha estado orquestando esta campaña chovinista para distraer la atención de su propia incapacidad para responder a la pandemia. Como resultado, ha habido un gran aumento en los ataques racistas contra personas de ascendencia asiática.
La pandemia ha expuesto todas las contradicciones que se habían acumulado en la economía global desde la crisis no resuelta de 2008. Mientras que el capitalismo trastabillea más y más en una recesión, se desarrollará una competencia política, económica y militar entre las grandes potencias.
Los gobiernos de todo el mundo intentarán bombardear a sus ciudadanos con un frenesí patriotero con la esperanza de que esto los aleje de protestar contra las privaciones causadas por la crisis. Entonces, lo que estamos viendo ahora es solo el comienzo.
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Estados Unidos y China están peleando por Taiwán, la tecnología 5G y el “poder blando” en todo el mundo. Estados Unidos, que ha ejercido la hegemonía global desde 1945, es un poder capitalista en decadencia; China, que se desarrolló como una economía planificada estalinista y restableció el capitalismo en la década de 1990, es una potencia capitalista en ascenso. En toda la historia del capitalismo, la caída de un poder hegemónico y el surgimiento de otro nunca ha sucedido pacíficamente.
Existe un amplio consenso en la clase dominante de los Estados Unidos, tanto en el ala republicana como demócrata, sobre la necesidad de enfrentar a China. El gobierno de Obama tuvo cuidado de usar un lenguaje amigable sobre un “pivote asiático”, pero incrementó la presencia militar estadounidenses en el Pacífico. Trump ha continuado esta política, pero pronunció discursos mucho más agresivos, y Biden ahora se ha unido a él para tomar un tono más colérico.
Este desacuerdo retórico dentro de la clase dominante es fundamentalmente sobre la mejor manera de manejar el declive de la hegemonía estadounidense: con aventuras militares pobremente concebidas, como lo hizo George W. Bush, o con la diplomacia cuidadosa de los tecnócratas de Obama.
Como socialistas, no simpatizamos con los burócratas y los “príncipes rojos” que dirigen un llamado “Partido Comunista” lleno de multimillonarios. Simpatizamos con los casi 800 millones de trabajadores en China, la clase trabajadora más grande del mundo. No simpatizamos con los gobernantes que nos dicen que los trabajadores al otro lado del Pacífico son nuestros enemigos.
La pandemia deja en claro que, como trabajadores, necesitamos la solidaridad internacional más que nunca. En lugar de que los políticos capitalistas prometan ser “duros con China”, nosotros debemos ser duros con los capitalistas en China y Estados Unidos.
Este artículo se publicó en la página de Left Voice de Estados Unidos, que es parte de la red internacional La Izquierda Diario del cual ofrecemos su traducción.
Traducido por Giovanni León para La Izquierda Diario México.
Nathaniel Flakin
Periodista freelance e historiador. Escribe en Left Voice, EE. UU. y Klasse gegen Klasse, Alemania. También ha escrito bajo el seudónimo de Wladek.