Después de conmover al país y al mundo con masivas movilizaciones contra los femicidios y por la legalización del aborto, el movimiento de mujeres y los feminismos -que tienen una larga historia de organización y articulaciones en Argentina-, parecen haberse retirado de las calles. Pero, como es obvio, nadie le puso fin aún al patriarcado. ¿Entonces?
Andrea D’Atri @andreadatri
Lunes 31 de mayo de 2021 12:40
Las enormes luchas de los años recientes despertaron a nuevas generaciones, pero también a las no tan pibas. Trabajadoras precarias y desocupadas que marcharon por su derecho a decidir y descubrieron que decidir era un derecho que podía extenderse también a la asamblea del barrio. Docentes, enfermeras, trabajadoras estatales y obreras que le pudieron decir al burócrata del sindicato lo que ya no aguantaban más: que estaban hartas de que sus voces no fueran escuchadas en el sindicato, ni sus problemas ni sus reclamos. Madres que interpelaron a sus hijas para que tomen las riendas de su vida en sus propias manos. Hijas que interpelaron a sus madres para recordarles que nunca es tarde para hacer eso mismo.
Y esas experiencias se reescribieron en otras experiencias que tuvieron menos repercusión en los medios hegemónicos, pero que siguen calando profundamente y sientan jalones para las luchas que están planteadas frente a la crisis económica y sanitaria que están descargando en nuestras espaldas. Algunas de esas experiencias las narran en primera persona las que, además, se convirtieron en cronistas para esta red enorme que tomó La Izquierda Diario como su propio medio.
Trabajadoras de casas de familia despedidas y otras mujeres precarizadas toman tierras baldías de Guernica para procurarse una vivienda con lucha y esfuerzo que el gobierno de Axel Kicillof destruyó con las topadoras y la represión de la Policía Bonaerense. Trabajadoras de la salud de Neuquén cortan las rutas del petróleo durante varias semanas y consiguen el apoyo de toda la población que reconoce el mérito de su primera línea, con lo que logran torcerle el brazo al gobierno que se negaba a aumentarles el salario. Obreras vitivinícolas de Mendoza se convierten en protagonistas del paro más impresionante de la industria del vino y alzan su voz allí donde siempre habían sido silenciadas. En el Gran Buenos Aires, las conductoras de colectivos exigen que se cumpla el cupo femenino en el sector y trabajadoras de empresas tercerizadas del ferrocarril exigen el pase a planta permanente.
Todo eso está sucediendo mientras los salarios cada vez alcanzan para menos días; mientras se duplica el esfuerzo de las mujeres en los hogares más empobrecidos para los trabajos de cuidado que se multiplicaron durante la pandemia. Sucede mientras una de nuestras amigas, de nuestras vecinas o de nuestras madres, hijas y hermanas es asesinada cada 23 horas sin que se tome una sola medida concreta que permita prevenir que la violencia machista se cobre una pila de cadáveres.
Sucede mientras seguimos enterrando a nuestros padres, a nuestras abuelas y a nuestras compañeras de trabajo que se contagiaron viajando hacinadas a las tres escuelas donde daban clases para llegar a fin de mes, que se contagiaron en la primera línea de los hospitales donde tardaron meses en recibir la vacuna, que se contagiaron en las fábricas donde los protocolos no se respetan si eso limita las ganancias de la empresa.
Todas estas luchas muestran la fuerza, el coraje y la abnegación que las mujeres ponen para enfrentar la crisis, mientras se solidarizan con las que fueron despedidas o mientras las que quedaron desocupadas y ya no cobran siquiera el IFE, se organizan para prepararle la comida a las familias del barrio sumido en la pobreza.
Estas generaciones de mujeres que fueron atravesadas por el grito de Ni Una Menos y por las olas de la marea verde hicieron una experiencia fundamental: los derechos los conquistamos organizadas y luchando.
Ellas están haciendo otras experiencias que preocupan a las patronales, a sus lacayos de la burocracia sindical y a los políticos de los partidos que sostienen este régimen para ricos: se autoorganizan, deciden en asambleas, eligen la acción directa, apuestan a la coordinación, empiezan a sacar algunas conclusiones sobre quienes les pidieron su voto para después priorizar a los bancos, al Fondo Monetario Internacional y los intereses de los grandes empresarios.
Por eso, las feministas socialistas de Pan y Rosas estamos allí, en cada una de esas nuevas experiencias. Trabajadoras, estudiantes, amas de casa, como también nuestras compañeras diputadas y legisladoras Myriam Bregman, Natalia Morales, Alejandrina Barry, Mailé Rodriguez. Es la clase de feminismo que queremos construir En esa comunidad de intereses, de esfuerzos y de peleas dadas codo a codo, apostamos a crear también una comunidad que impulse a las mujeres de nuestra clase a asaltar los cielos a la par de sus compañeros.
Claro que no hay un solo feminismo. Muchas de las referentes que se hicieron más populares en las luchas recientes del movimiento de mujeres, hoy son funcionarias de gobierno. El triunfo de la lucha de centenares de miles de mujeres anónimas, durante más de una década, las impulsó a ocupar secretarías y ministerios donde se planifican agendas de género, capacitaciones de género, miradas de género, enfoques transversales de género… Pero todo eso se subordina a la política de ajuste que imponen el FMI y los acreedores. Mientras se negocian prórrogas para los pagos, no se cuestiona la deuda ilegítima y fraudulenta que se lleva millones de dólares de nuestra salud, de nuestras jubilaciones, de nuestros subsidios para paliar la miseria, de nuestro presupuesto para prevenir y erradicar la violencia de género, de nuestra educación.
Ese feminismo de homenajes, símbolos y gestos, aun cuando albergue buenas intenciones y no se trate de puro cinismo, es impotente para atender los problemas profundos que hoy cocinan a fuego lento las rebeliones de mañana, que ya empiezan a manifestarse en otros países del continente.
Vivas y libres nos queremos para que en estas y las próximas luchas, no haya NI UNA MENOS.
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"Si en realidad queremos transformar las condiciones de vida, debemos aprender a mirarlas a través de los ojos de las mujeres" (León Trotsky)
Andrea D’Atri
Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en (…)