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Red Internacional
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Juicio Escuelita VII. Dora Seguel: “Estoy parada en un portal del tiempo, con los brazos abiertos esperando un abrazo que nunca llega”

Compartimos testimonios de Dora Seguel, víctima, junto a sus hermanas, del Operativo Cutral Co en junio de 1976, cuyos casos se están juzgando en este tramo de los juicios " La Escuelita".

Domingo 2 de mayo de 2021 10:29

Dora se sienta en la sala, en un pequeño y antiguo escritorio, acompañada por las fotos de sus hermanas y compañeros y compañeras que aún el Estado mantiene desaparecidos y desaparecidas. Pese a haber declarado en diversas ocasiones como testigo, esta fue la primera vez que lo hizo por su caso y el de sus hermanas Argentina y Arlene Seguel.

A lo largo de casi seis horas nos fue relatando su verdad.

Las tres fueron secuestradas en lo que se llamó el “Operativo Cutral Có”, el mayor operativo represivo llevado adelante en la región entre los días 9 y 15 de junio de 1976, destinado a secuestrar a militantes del PRT-ERP y Juventud Guevarista. Arlene permanece desaparecida. Argentina falleció en un accidente vial en 1982 junto a su madre.

Con gran fuerza y valentía comenzó contando su infancia en Cutral Có con sus hermanas.

Su papá fue obrero de YPF y parte de la huelga de 1958, su mamá trabajaba en el hogar, luego de volver a Cutral Có desde Buenos Aires “porque el hijo de su patrón se quería propasar y no le ponían límite”.

“Nuestro hogar era el de una familia trabajadora. No sobraba nada, pero nunca nos faltó la comida. Mamá tenía una ternura infinita, cocinaba cosas dulces los fines de semana, papá volvía del campo e inundaba la casa de olor a naranjas que nos guardaba de sus postres".

Su hermana Arlene fue la primera de la familia en hacer el secundario y comenzar la universidad. Eligió estudiar Trabajo Social en la Universidad Nacional del Comahue, en el año 1974.

“Nosotras éramos muy unidas … cuando ella regresaba mi casa era una fiesta, nos quedábamos hasta las tres de la mañana cantando canciones de Violeta Parra, Quilapayún, leyendo sus apuntes de sociología, estamos ansiosas por aprender, era como hacer en paralelo la carrera de servicio social , hablábamos de todo pero nos impactó mucho una vez que ella participo de un censo con los trabajadores golondrinas y en esa oportunidad nos contó las condiciones de los trabajadores golondrinas…eso nos llevó a ir cambiando la cabeza, las lecturas y las cosas que nos contaba mi hermana".

Así comenzaron a militar, Arlene en el Partido Revolucionario de Trabajadores y Argentina y Dora, en la Juventud Guevarista.

“… El partido estaba en la clandestinidad.” , “cuando llegó el golpe de Estado el partido nos dijo que quienes pudiéramos irnos, nos fuésemos. Nosotras no teníamos esa posibilidad viviendo en casa de nuestros padres con nuestros hermanos. Decidimos entre las tres que nosotras teníamos que quedarnos, a afrontar lo que se viniera, más que nada por mis padres y hermanos".

“Nunca dejes de buscarme”

El sábado 12 de junio de 1976 secuestran a su hermana Arlene desde su casa en un operativo conjunto del Ejército y Policía Federal. “Nunca dejes de buscarme” le dijo a su mamá mientras la llevaban a la comisaría 14 de Cutral Có.

En la noche del 14 de junio de 1976 de ese mismo día, estando ella en la escuela secundaria, el operativo, con Oscar Reinhold a la cabeza, va a buscarla y allí la obligan a subirse a un celular de la Policía Provincial, en el que ya habían subido también a su papá.

Es allí que sufre el primer abuso sexual. Uno de los policías le dice que “tiene que palparla de armas” pero “solo se dedicó a manosearme…yo lo único que pensaba en ese momento era que ojalá mi papá no me esté mirando, no por mi, sino por él. Fíjense como funciona la violencia sexual en la cabeza de una…”.

Dora seguiría relatando que al llegar a la Comisaria de Cutral Có comenzaría otro momento “a mí me llevan a una oficina y apenas cerraron las puertas me empezaron a insultar, me decían “pendeja de mierda, como te vas a ir a meter en ese partido, sos pelotuda” todo el tiempo fue así”.

Luego de imponerle firmar su detención, y de requisarla obligándola a desnudarse por completo, la llevan nuevamente al calabozo. Allí cuenta que “volvió - un policía provincial- con sogas, me ató las manos y me vendó los ojos y me hizo ir en cuatro patas por el pasillo hasta la oficina y en un momento me dicen “guarda con la cabeza” y yo intento incorporarme y lo que toco solo es un cordel, es decir solo estaban queriendo hacerme creer que estábamos en otro lugar…..”

Estaba siendo llevaba una oficina donde se encontraba el genocida Héctor Mendoza, jefe de la Comisaria 14 de Cutral Có durante la dictadura. Mientras la golpeaban y la insultaban diciéndole “sentate como en el monte, sos una putita de los guerrilleros”, le preguntaban por compañeros y compañeras de su hermana Arlene, por Marx, Lenin y Engels.

Después de ser golpeada e interrogada durante una hora escucha decir “llévatela a esta idiota que no sabe nada" y la sacaron del lugar.
Quien la llevo fue el policía Amador Luengo, "me dijo que me iba a dejar mansita, después entendí”.

Fue allí donde sufre la primera violación sexual.

Recordó que “continuamente me decía “sos una puta”, y “yo no decía nada porque pensaba a ¿quién le podía pedir ayuda, no tenía a quién, para qué iba a gritar?, me lo guardé, me lo callé…. todo el tiempo me decía al oído ‘de esto no se habla’ y yo pensaba si tanto me dice que no tengo que hablar, si salgo de acá lo voy a decir en todos lados".

Su traslado a Bahía Blanca

Desde Neuquén, en uno de los vuelos que salieron por esos días desde el Aeropuerto hacia el Centro Clandestino de Detención “La Escuelita” de Bahía Blanca son llevadas Dora, su hermana Argentina, Pedro Maidana, Miguel Ángel Pincheira, y Eduardo Buamscha.

El mismo día, en “La Escuelita” de Bahía Blanca, y mientras eran interrogadas en presencia de uno de los genocidas que dirigía el CCD, Santiago Cruziani alias “El Tío”, escuchó a su hermana Argentina llorar “con los dientes apretados” para luego contar “en ese momento la violaron a ella, arriba de ese escritorio”.

Continuó relatando “nos subieron a un auto, y durante el recorrido que yo sentía como en círculos, detiene el auto, se baja, me baja a mí, cierra la puerta y me viola”, “no hablaba mucho, sólo dijo que me callara; me subió al auto de nuevo, recorrimos un poco más, y nos hace bajar….”.

Fue en el lugar en que estaban encerradas, hacinadas y durmiendo en el piso muchas de ellas, que Dora escucha a su hermana Arlene.

“Me dejaron en el piso porque todas las camas estaban ocupadas, empiezo a escuchar una respiración que reconocí como la de Arlene…seguía escuchándola respirar y en un momento llega alguien y dice ¿Arlene Seguel’? y ella dice “soy yo”, era su voz y era su nombre” y recuerda “en el tiempo que estuve yo en ese lugar nunca más volvió del interrogatorio”. Eso es lo último que supimos de ella.

El 19 de junio de 1976 Argentina y Dora son liberadas, subidas a un camión, en el que se reconocieron “por la piel”, cuando pudieron tocarse las manos, sin hablar.

Desde Bahía Blanca, habiendo logrado encontrar allí la casa de un familiar, su mamá Flora puede llegar a buscarlas y regresan las tres a Cutral Có.

“no nos frenó el hecho de estar en dictadura para seguir reclamando, para buscar claridad entre tanta oscuridad que había”.

Volvieron sin Arlene, pero jamás dejaron de buscarla, “a partir del día que la escuché, nadie más la escuchó y todas sus compañeras que podrían saber algo están desaparecidas”, y con orgullo de lo hecho desde aquel momento dijo “no nos frenó el hecho de estar en dictadura para seguir reclamando, para buscar claridad entre tanta oscuridad que había”.

Su mamá, Flora, se convirtió en una Madre de Plaza de Mayo, y al recordarla Dora, mirando directamente al Tribunal dijo “y exigen sí, exigen porque este Estado les debe una respuesta, ustedes señores jueces les deben una respuesta a las Madres”.
Fue la misma Dora quien por primera vez en 1978, con una lapicera escribió sobre el pañuelo de su mamá el nombre de Arlene y la fecha de su secuestro.

“Salí gritando mi verdad” dijo Dora casi al final de su testimonio. Fue, desde hace años una de las víctimas que al contar, animó a otras y otros a hacerlo. Y tuvo que esperar 45 años para declarar por su caso y el de sus hermanas.

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En la sala de audiencias volvió a mostrar la adolescente de 16 años que el genocidio quiso aniquilar y no pudo. A esa dulzura infinita que conoció de militancia, de lucha, de lectura, de organización y de cómo resignificar su dolor y el horror. Todo eso hoy es su verdad, que carga junto a las fotos de sus compañeros y compañeras desaparecidas.

En juicios cada más reducidos, recortados y en los que se pretende esconder la verdad histórica de lo ocurrido, se grita una verdad en cada testimonio y se vuelven claros en cada relato los hilos de continuidad entre las miles de sobrevivientes que como Dora, hoy no se resignan y son un ejemplo para una nueva generación que se organiza para acabar con este sistema de explotación y miseria.

No es momento de dar vuelta ninguna página de nuestra historia, es momento de continuar haciéndola, por el ayer y por el hoy.