
Augusto Dorado @AugustoDorado
Sábado 4 de octubre de 2014
Fueron a la misma Escuela para recibirse de entrenadores. Pero más escuela hicieron en los grandes equipos que integraron. El “Muñeco” en aquel River multicampeón de los años ´90, que incluyó títulos internacionales como la Libertadores del ´96, éxitos tan esquivos en la historia del “millo”, obtenidos con holgura. El “Vasco” en la primera etapa de la época más gloriosa de la institución Xeneize, siendo protagonista en la Copa Libertadores del año 2000, quizás su logro más importante.
Como jugadores, notables cada uno en su puesto por su técnica y personalidad. Gallardo se empezó a hacer conocido como “Muñeco” o Marcelo (arrebatándole el apellido a Ángel –el de la Estación de Subte Línea B- a pesar de la confusión de Grondona), ya desde sus primeras incursiones en la primera división donde, a los amantes del buen fútbol, nos rememoraba por momentos la estampa de Ricardo Enrique Bochini. Un jugador muy inteligente, pieza clave de ese River histórico. En cuanto a Arruabarrena, si era difícil de pronunciar su apellido vasco, a fuerza de marca y proyección como lateral empezó a destacarse y aún si hubiese tenido apellido más difícil, era capaz de enseñarnos euskera (el idioma vasco) pues era imposible no mencionarlo. Uno de los mejores laterales de la década de los ´90 y ´2000 en el fútbol local, sin lugar a dudas.
La novedad es el presente de ambos como Técnicos. Por el lado de Gallardo, le imprimió su sello al River ya campeón de Ramón Díaz (que se consolidó recién hacia el final del campeonato pasado), le cambió la cara y lo transformó en el equipo “sensación” del primer tramo del Torneo de Transición; un River caracterizado por la presión en toda la cancha y la búsqueda de la pelota para salir rápido hacia adelante, con la mira puesta siempre en el arco rival. Pese al bajón de los empates frente a Arsenal y Lanús, es indiscutible que el equipo de Núñez tiene un “estilo Gallardo”. En el caso del Vasco, agarró un equipo en estado crítico desde los resultados pero sobre todo desde lo futbolístico y lo anímico y –con disparidades- parece de a poco ir encontrando la fórmula. Todavía está en proceso, pero logró inyectarle confianza y hacer de Boca un equipo más ordenado y concentrado.
En el rol como DT, ambos demuestran hasta el momento otra característica destacable: un perfil relativamente bajo a la hora de las declaraciones y prioridad en el trabajo con sus jugadores, en contraste con lo que es regla entre los entrenadores de los grandes equipos del fútbol argentino. Lo demostró Gallardo cuando, frente a las declaraciones del Rolfi Montengro y el DT rojo Almirón, expresó que su equipo “habla en la cancha”. En la conferencia de prensa del día de ayer, el Vasco expresó mucho respeto por el estilo de River: “por algo River es puntero”; un primer paso para poder pensar cómo vulnerarlo. Reconocer limitaciones propias y no subestimar fortalezas ajenas es un mérito. Ambos, lejos de las declaraciones petarderas y altisonantes que nada le aportan al juego.
El domingo a las 17.15 hs en el Monumental, propios y ajenos estaremos esperando ante todo un gran espectáculo, el espectáculo del fútbol; ese de la pelota bien tratada y de la generosidad entre jugadores que trabajan colectivamente para el mejor rendimiento conjunto. Ese fútbol que tan olvidado está en el medio local. Desde el banco, dos representantes del buen pié dirigirán los hilos de cada equipo. Ojala logren transmitir desde allí a sus jugadores lo que nos transmitieron desde la cancha a los espectadores, cuando vestían pantalones cortos. Porque, como escribió Eduardo Galeano “Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico: Una linda jugadita, por el amor de Dios...". Somos muchos los que rogamos como el célebre escritor uruguayo, más allá de nuestras creencias.