En el régimen político brasileño conviven dos métodos alternativos que buscan garantizar que el pueblo trabajador pague la crisis: el viejo "toma y daca" de la casta política y el nuevo "Lava Jato" con el que forjó el golpe. Una convivencia llena de colisiones.
Sábado 23 de marzo de 2019 00:21
Foto: Michel Temer, Jair Bolsonaro, Rodrigo Maia y Sérgio Moro.
Los choques entre la operación judicial Lava Jato y la Corte Suprema (STF) dentro del Ministerio Público, ganaron nueva vida con la respuesta que dio la Lava Jato al destrato del presidente de la Cámara baja, Rodrigo Maia, al ministro de Justicia Sérgio Moro: el encarcelamiento de Temer y de el cuñado de Maia, el ex ministro Moreira Franco. Se anuncia la tendencia a la escalada de este conflicto, lo que puede aumentar la inestabilidad del gobierno y del centro de gravedad de Bolsonaro, la reforma previsional.
La operación Lava Jato convocó para esta decisión a su juez más famoso, después de que Moro asumió como Ministro. Le tocó a Marcelo Bretas de Rio de Janeiro, admirador y adulador nada secreto de Moro. Con la mira puesta en el odiado ex presidente Temer, la Lava Jato busca recuperarse de las importantes derrotas sufridas en las últimas semanas, y apuesta sus fichas en recomponer su popularidad ante la opinión pública en los nuevos embates.
Se trata de una apuesta arriesgada, porque la Lava Jato está debilitada como nunca frente a las distintas alas de la Corte Suprema, los medios y el Congreso, y se espera una renovada reacción del Congreso y posiblemente de la Corte. Medios aliados a la Lava Jato como O Antagonista informan un encuentro entre Maia y el juez supremo Gilmar Mendes. Más allá de que el encuentro haya ocurrido o no, es de esperarse una articulación en la respuesta de Maia a Moro, un día después de haberlo tratado de "funcionario de Bolsonaro".
Con la prisión de Temer se queman puentes entre Moro y Maia, y posiblemente entre la Lava Jato y parte del Congreso, contaminando el gobierno de Bolsonaro y la reforma previsional.
La operación Lava Jato busca aumentar la subordinación al imperialismo estadounidense, generalizar las medidas represivas y autoritarias y cambiar por completo el régimen político, además de manejar miles de millones birlados a la petrolera estatal Petrobras. Se choca con un ala del régimen político que si bien no es menos entreguista, busca preservar algunas instituciones y figuras del "viejo régimen" en esta reconfiguración de un régimen en mutación. A ninguna de las dos alas le importa el combate a la corrupción o los derechos constitucionales, ya que estos derechos fueron pisoteados por ambas cuando marchaban juntas y abrazadas durante el primer momento del golpe institucional, el impeachment, la prisión ilegal de Lula y varios otros episodios subsecuentes.
Bolsonaro y Moro de un lado y Maia y Gilmar Mendes de otro, son algunas de las caras más visibles de este conflicto. Bolsonaro intenta aprovechar el hecho para echarle la culpa de la prisión de Temer al "presidencialismo de coalición", avalando la escalada de lo que venimos llamando "presidencialismo de coerción". Pero esto ocurre cuando Bolsonaro más necesita de una composición favorable en el Congreso para aprobar la reforma previsional.
Al contrario que las previsiones de Bolsonaro y parte de los medios, el índice bursátil Bovespa no reaccionó con optimismo a la prisión de Temer. Después de acumular una pérdida de 1,55% el jueves por el desánimo generado por la refoma previsional militar -que al estar llena de privilegios dificultará el discurso de que "todos están pagando"- los inversores castigaron el viernes las acciones con una nueva caída del 1,34%. Empiezan a preocuparse por lo que pueda interponerse en el camino de la reforma previsional, en medio de estos choques entre los "factores de poder" que actúan para moderar a Bolsonaro, la Lava Jato y a esta operación.
Lo esencial es que estamos frente a dos políticas que buscan descargar la crisis en las espaldas de los trabajadores. Una que utiliza los métodos de la Lava Jato para disciplinar al Congreso y garantizar los votos para la reforma previsional, en la que se ubican Moro, Bretas y los fiscales de Curitiba. Otra que quiere garantizar esos votos con los viejos métodos del "toma y daca", y que por ahora parece aglutinar la mayoría del Congreso, especialmente en Diputados con Rodrigo Maia, y la mayoría de la Corte Suprema (hay que ver hasta qué punto resisten y cómo se ubican los militares). Por eso, los análisis de los diarios Folha y Estadão dicen que es un triunfo táctico inmediato para Bolsonaro, que venía cayendo en las encuestas, pero que empaña la posibilidad de aprobar la nefasta reforma previsional, cuya tramitación es la principal arma que tiene el "viejo régimen" en las manos para extorsionar y lograr "favores".
Las dos alas, incluso con sus diferencias sobre la Lava Jato, son favorables al mayor autoritarismo del poder judicial, y juntas actuaron para darle poder a la Lava Jato para que sea uno de los principales actores del golpe institucional.
O sea, se trata de dos métodos distintos para lograr un mismo objetivo del golpismo de derrotar al movimiento de masas. No hay bandos acá que defender. La disputa entre el "presidencialismo de coalición" y el "presidencialismo de coerción" llevan al mismo resultado: la aplicación de los ataques ultra neoliberales contra las masas y el recrudecimiento del autoritarismo del poder judicial.
Frente a un capitalismo en descomposición en varios países del mundo, la casta judicial avanza basada en hechos de corrupción reales para imponer gobiernos más autoritarios donde el poder judicial refuerza el poder del ejecutivo (que son los poderes más opacos), y apoyados en las embajadas imperialistas buscan liquidar los resquicios de representación popular de las degradadas democracias burguesas para mejor derrotar a las masas y aumentar la explotación y opresión.
Aplaudir la actuación del autoritarismo judicial, como hicieron ciertas figuras del PT y del PSOL en nombre de un supuesto "combate a la corrupción" -que las instituciones capitalistas nunca llevarán adelante- sería subordinar a las masas a uno de los métodos burgueses para descargar la crisis sobre los trabajadores. Sin defender ni un milímetro a Temer y su banda de golpistas, hay que repudiar el autoritarismo judicial, que tiene protagonismo con la Lava Jato.
Para combatir el ladronaje que alcanza a todos los partidos e instituciones del régimen, habría que imponer jueces y fiscales elegidos por el voto universal y jurados populares para los casos de corrupción. Basta de esta casta judicial millonaria que solo trajo autoritarismo, entrega de los recursos nacionales y ataques a los trabajadores y al pueblo pobre.
Las centrales sindicales como la CUT y la CTB deben terminar con su monstruosa parálisis y organizar un plan de lucha serio contra la reforma previsional: los docentes muestran el camino. La batalla contra la reforma previsional, por justicia por Marielle Franco puede ligarse a un programa que cuestione los privilegios de los capitalistas: que todo político y juez sea elegido y revocable y cobre los mismo que un salario promedio de una docente.
Para terminar con la fiesta de empresarios y políticos corruptos, que alcanza a todos los partidos tradicionales, todos los juicios por corrupción deben ser realizados por jurados populares, aboliendo los tribunales superiores.