En este año especial, cruzados por la pandemia y la crisis que recorre el mundo, en la que el orden social capitalista se ve sacudido y empieza a ser cuestionado en la conciencia y también en las acciones de muchos trabajadores y sectores oprimidos a lo largo del planeta, se cumple también el 80 aniversario del asesinato del revolucionario ruso León Trotsky por un agente estalinista en México. Trotsky fue el fundador de la única corriente socialista revolucionaria que sobrevivió la “medianoche del siglo” (como la llamó Víctor Serge) de la contrarrevolución combinada del estalinismo, el fascismo y los imperialistas “democráticos” y que llegó hasta nuestros días. Gracias a la pelea de esta corriente en ese momento crucial de la historia siguen vivas las ideas del marxismo revolucionario y se continúa en corrientes militantes que hoy persisten en la pelea por una sociedad sin explotación ni opresión. Los próximos tiempos se avizoran como muy críticos y estará planteada nuevamente, en las próximas décadas, la alternativa de “socialismo o barbarie”. De aquí también la importancia fundamental de conocer la historia de aquellos combates. La palabra comunismo ha sido bastardeada durante buena parte del siglo XX en manos del estalinismo, pretendiendo identificarla con dictaduras burocráticas parasitarias de los Estados obreros, cuando el comunismo, es la lucha por la conquista de una sociedad sin Estado y sin clases sociales, libre de explotación y de toda opresión. La Oposición de Izquierda trotskista en la URSS -así como internacionalmente- batalló por esta perspectiva frente al estalinismo.
Hoy presentamos un dossier sobre el hallazgo de una serie de documentos pertenecientes a la Oposición de Izquierda trotskista en la Unión Soviética en la década de 1930, que consisten en 30 cuadernos que fueron encontrados por casualidad a comienzos de 2018 durante las refacciones a una cárcel en Verjneuralsk, región de Cheliábinsk, en el sur de Rusia, al pie de los montes Urales. Esta cárcel funcionó durante el régimen estalinista como parte de un sistema de campos de concentración para aterrorizar al conjunto de la población y perseguir opositores políticos que pasó a la historia como Gulag (ГУЛаг, Главное Управление Лагерей, “Administración general de los campos”, el nombre de la agencia gubernamental que los dirigía). Según el historiador ruso Vadim Rogovin (1937-1998), luego de la apertura de los archivos de la KGB tras la disolución de la URSS se pudo establecer que, durante el período del gobierno de Stalin, pasaron por los campos y cárceles políticas unas 4 millones de personas (la mitad de ellas solo en 1937-38), de las cuales fueron fusiladas entre 700 mil y 800 mil (la gran mayoría también en los dos años mencionados) [1].
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Los dos textos que presentamos fueron traducidos directamente del ruso y son un artículo de Aleksandr Fokin, investigador a cargo de estudiar los cuadernos encontrados, donde presenta su proyecto de investigación alrededor de estos documentos y de la historia de la Oposición de Izquierda soviética, y un segundo artículo donde reproducimos el texto íntegro de uno de los cuadernos, transcripto por Fokin y con una pequeña introducción suya.
El hallazgo de estos cuadernos, como dice Fokin, permite profundizar en la historia de la Oposición de Izquierda soviética, un tópico completamente vedado durante los años de existencia de la URSS, y que luego de su disolución solo fue abordado en Rusia por un pequeño puñado de investigadores, como Aleksei Gusev, Shabalin y Vakulenko, cuyas elaboraciones, hasta donde sabemos, solo fueron publicadas en ruso, y el ya mencionado Vadim Rogovin, simpatizante del trotskismo, quien entre 1992 y 1998 publicó su obra ¿Había una alternativa?, una monumental historia de la época estalinista y del trotskismo soviético en seis tomos (más un pequeño volumen introductorio) que cubre los años transcurridos entre 1923 y 1940, la cual pensaba culminar con un séptimo volumen que abarcara el período de la Segunda Guerra Mundial, pero que su temprana muerte le impidió completar. Esta obra solo fue publicada en su totalidad en ruso y traducida al alemán, y apenas algunos tomos al inglés. En Occidente, han sido pocos historiadores, como por ejemplo Pierre Broué y Jean-Jacques Marie, quienes han investigado este tema.
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¿Cuál fue el objetivo de todo este terror, en un Estado que hablaba en nombre del socialismo pero que exterminó a la enorme mayoría de los propios dirigentes de la Revolución de Octubre y de la Internacional Comunista? En estas líneas trataremos de aportar algunos elementos para ayudar a dar un contexto y comprender los textos que publicamos.
La Oposición de Izquierda trotskista surge en 1923 como una corriente interna del Partido Comunista (Bolchevique) de la URSS, para enfrentarse a la burocracia que había tomado los resortes dirigentes tanto en el Partido como en el Estado a partir del alejamiento de la vida activa por sus problemas de salud y posterior muerte de Lenin en enero de 1924. Los orígenes de la disputa pueden trazarse hasta las discusiones alrededor de la Nueva Política Económica (NEP) y la relación entre el proletariado y el campesinado, así como entre la industria y el campo. La NEP fue introducida en 1921 a instancias de Lenin como una suerte de “retirada” táctica, donde el poder soviético acordaba una serie de concesiones al campesinado restableciendo ciertos mecanismos de mercado, con el objetivo de paliar los efectos desastrosos en la economía de cuatro años de guerra civil, evitando que el campesinado se pasara al bando de la contrarrevolución capitalista, y mantener la alianza con la clase trabajadora y el Estado obrero soviético. Los bolcheviques no pensaban ingenuamente en el sentido de aplicar esta o aquella política económica como la mejor manera desarrollar una sociedad socialista aislada en las fronteras de Rusia. Sabían que esto era una utopía completa en uno de los países más atrasados de Europa (y Asia). Desde el vamos se vieron simplemente como el destacamento ruso de un gran estado mayor de la revolución socialista mundial, para la cual el triunfo de la revolución en Rusia era solo un punto de apoyo. Por lo tanto, fue la derrota de la revolución en Occidente, reforzado por el nuevo revés sufrido por la revolución alemana en octubre de 1923, el gran factor que dictó este relativo retroceso, como una forma de atrincherarse en las mejores condiciones posibles a la espera de que la Internacional Comunista pudiera aprovechar nuevos estallidos revolucionarios en el mundo para derrotar al imperialismo. En el plano interno, las concesiones al mercado debían ser contrapesadas y controladas mediante el fortalecimiento del poder obrero, manteniendo las riendas de la economía en sus manos mediante el monopolio estatal del comercio exterior, de la banca y la industria, y restringiendo el ejercicio de los derechos políticos únicamente de quienes explotaran mano de obra, es decir, sosteniendo el carácter del régimen político como una dictadura proletaria. No obstante, la clase obrera industrial había salido diezmada y profundamente debilitada de la guerra civil, especialmente su vanguardia, nucleada en el Partido Bolchevique, que había peleado en la primera línea contra los ejércitos blancos. Es en este contexto que se produce el ascenso de elementos burocráticos a la dirección del Partido Bolchevique, despegándose de la base obrera de las fábricas, al tiempo que el cansancio y la apatía ganan a los soviets, que empiezan a transformarse, de expresión de la democracia obrera, en instrumentos de esa burocracia. Esta última desarrolla una mentalidad conservadora.
En unas tesis, en su momento inéditas, Trotsky describe el origen de esta mentalidad:
La revolución es imposible sin la participación de las masas a gran escala. Esta participación se torna posible a su vez solamente si las masas oprimidas ligan su esperanza de un futuro mejor a la idea de la revolución. En este sentido las esperanzas engendradas por la revolución son siempre exageradas (...) Pero de estas mismas condiciones surge uno de los más importantes -y además, uno de los más comunes- elementos de la contrarrevolución. Las conquistas ganadas en la lucha no se corresponden, y en la naturaleza de las cosas no pueden directamente corresponderse, con las expectativas de las masas atrasadas que han despertado a la vida política por primera vez en gran número en el curso de la revolución. La desilusión de estas masas, su retorno a la rutina y a la futilidad, es una parte integrante del período post-revolucionario tanto como el pasaje al campo de "la ley y el orden" de aquellas clases o sectores de clase "satisfechos", que habían participado en la revolución. (...) Este es el estado de ánimo sobre el cual el burocratismo -como elemento de "ley y orden" y de "calma"- se apoya. El intento de la Oposición de plantear los nuevos problemas ante el partido se choca precisamente con este estado de ánimo. [2]
La expresión ideológica de este conservadurismo fue la “teoría” creada por Stalin en 1924 llamada “socialismo en un solo país”, según la cual estaban dados todos los elementos en la Rusia Soviética para pasar a construir una sociedad socialista aislada (lo que en el cuaderno de Verjneuralsk que reproducimos en esta edición constantemente se llama “socialismo nacional”) si se hacía abstracción de las cuestiones internacionales y se relegaba a los Partidos Comunistas de los países capitalistas. En sus inicios, esta concepción todavía no era teóricamente incompatible con impulsar la revolución en los países capitalistas, pero la forma la orientación que le imprimía el estalinismo culminó en terribles desastres, siendo los más notorios la derrota de la segunda Revolución china de 1925-27 y de la huelga general británica de 1926. A medida en que esta espiral de derrotas dejaba cada vez más aislada y en una situación desesperante a la URSS, la propia burocracia estalinista se consolidaba y, ya a partir del VI° Congreso de la Internacional Comunista (1928) era más claro que la defensa de la URSS era prioritaria en relación a las revoluciones en el resto del mundo, para luego, desde mediados de la década de 1930 y con el telón de fondo de la orientación del VII° Congreso de la IC, la experiencia de la revolución española y la oleada de ocupación de fábricas de Francia, ambas en 1936, queda claro que el interés en la pura autopreservación de la burocracia de la URSS es excluyente, asumiendo un rol abiertamente contrarrevolucionario, como luego se pudo ver, a su vez, en Italia, Francia y Grecia a la salida de la Segunda Guerra Mundial.
En los comienzos de la burocratización, hacia el interior de la URSS, la camarilla burocrática de Stalin iba en el sentido contrario de la formulación original de la NEP por el Partido Bolchevique y profundizaba todos sus aspectos más peligrosos, dando cada vez más concesiones a los campesinos, especialmente a su sector más rico, llamado kulak, en detrimento del poder social y económico de la clase obrera, con la excusa de mantener a como diera lugar el “enlace” (smychka) entre la clase obrera y el campesinado, llegando a la paradójica situación de que la primera, que en teoría debía ser la clase hegemónica de la sociedad soviética, se encontraba en una situación cada vez más desfavorable frente al campesinado “hegemonizado”. Para analizar la sociología de su propia revolución triunfante, los bolcheviques no contaban con más analogía que la de la Revolución Francesa de fines del siglo XVIII. De esta manera, en la Oposición de Izquierda empieza a pensarse en la posibilidad de que la fortaleza de los kulak y de los elementos pro-capitalistas podría llevar a una contrarrevolución que desplazara a los revolucionarios y a la clase obrera del poder, lo cual remite a la comparación con el llamado “Termidor” en la Revolución Francesa, es decir, al golpe de Estado del 27 de julio de 1794 en el cual los revolucionarios jacobinos y su base social, los sectores sociales plebeyos llamados “sans-culottes” fueron derrocados, tomando la República Francesa un curso conservador que se consagraría años más tarde en ascenso al poder del bonapartismo. Trotsky y la Oposición de Izquierda veían encarnado este peligro, en un comienzo, en un eventual triunfo de fuerzas abiertamente restauracionistas apoyadas en la base campesina, en el sentido de una vuelta al capitalismo, pero en la década del ’30 Trotsky corregiría esta visión y consideraría que una apreciación más correcta de la reacción termidoriana era considerarla como reacción sobre las mismas bases sociales de la revolución, algo que para él ahora no era ya una posibilidad futura sino un hecho ya consumado, cuando la burocracia estalinista logró expropiarle el poder a la clase obrera en los soviets a partir de 1923-24, pero sin por ello haber vuelto hacia el capitalismo (comparar las “Tesis sobre revolución y contrarrevolución” de 1926 que ya hemos citado con su trabajo “Estado obrero, termidor y bonapartismo” de 1935), aunque, de todas maneras, con el propio giro “bonapartista” del estalinismo estaba abonando el terreno a la restauración capitalista por medio de una contrarrevolución social que incluso terminara barriendo a la propia burocracia.
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La burocracia se había transformado en un estrato social con intereses propios, opuestos a los de los de la clase trabajadora y distintos a las demás clases y sectores de clase de la sociedad soviética, pero contradictoriamente su fundamento social se basaba en las relaciones de propiedad creadas por la Revolución de Octubre. No se trataba de una suerte de “burguesía-burocrática” en el marco de un “capitalismo de Estado”, como sugirieron distintas corrientes de la izquierda por ese entonces (planteo que hoy muchas de ellas mantienen), ya que el concepto mismo de un capitalismo basado en una economía donde los capitalistas habían sido completa o mayoritariamente expropiados, se mantenía el monopolio estatal del comercio exterior, de la banca, la industria y una planificación económica (aunque cada vez más burocrática) era una contradicción en los términos. Su dominación como estrato social se basaba en la administración de esa propiedad nacionalizada, sin relaciones efectivas de propiedad, lo cual le otorgaba un carácter altamente inestable a su dominio. El creciente terror impuesto por el estalinismo, que llegaría, entre 1936 y 1939, al apogeo de los juicios de Moscú, las ejecuciones masivas y los campos de concentración, no era una muestra de su fortaleza, sino una patente demostración de la fragilidad de su dominio, que necesitaba de medidas extremadamente disruptivas para poder asentarse. La tendencia de la burocracia hacia el bonapartismo reflejaba su posición intermedia y oscilante entre la clase obrera soviética y el imperialismo mundial, en ausencia de una clase capitalista rusa nativa.
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Hasta el VI° Congreso de la Internacional Comunista (1928), la pelea de la Oposición de Izquierda pasa por fortalecer social y políticamente a la clase obrera dentro de la URSS frente al peso de los campesinos y combatir contra la burocracia y por la democratización del Partido y los soviets. Pero la política de la burocracia, acorde con su posición intermediaria, se caracterizaba por bruscos zigzags hacia la derecha y hacia la izquierda. En 1928, ante el crecimiento y la autoconfianza de los kulak y de las tendencias pro-capitalistas en el campo, ve amenazada su existencia “por derecha”. Es en ese año en que estalla la crisis del trigo. A principios de enero la cantidad de trigo entrada en el mercado disminuye en un 25%, buscando los kulaks un aumento de los precios que provocan la carestía en las ciudades. Se toman entonces medidas de emergencia: incautación de los stocks; préstamos forzosos a los que se bautiza como “leyes de autoimposición”, refuerzo del congelamiento de precios, vigilancia del precio del pan y prohibición de la compra y venta directa en los pueblos. En abril, el Comité Central da una parcial marcha atrás en estas medidas y autoriza un aumento del precio del pan, ante la entrada del campo en pie de guerra contra las medidas gubernamentales. Sin embargo, poco después, a fines de mayo, Stalin bosqueja los rasgos de una política que toma el camino opuesto a la aprobada en el XV Congreso de 1927, que fue llamado “el congreso de los vencedores” y donde fue derrotada la Oposición de Izquierda. Recurre así a un fuerte viraje hacia un curso ultraizquierdista, emprendiendo una industrialización acelerada y una colectivización forzosa de la agricultura bajo la bandera de “eliminar a los kulak como clase”.Este curso ultraizquierdista dura entre 1928 y 1934, y precisamente los Cuadernos de Verjneuralsk, escritos entre 1932 y 1933, fueron escritos con el telón de fondo de esta situación. Para Trotsky y la Oposición la salida no era dar por superada definitivamente la NEP y “abolir” a los kulak mediante medidas administrativas represivas brutales, sino ir hacia una superación gradual de ella a través del convencimiento. 1932, el año en que es redactado el cuaderno “La crisis de la revolución y las tareas del proletariado” es el año más crítico de todo este período.
En La economía soviética en peligro (octubre de 1933) sostiene que:
Los instrumentos de los grupos que componen la sociedad soviética son -o deberían ser- los soviets, los sindicatos, las cooperativas y, en primer lugar, el partido gobernante. Sólo se puede imprimir una orientación correcta a la economía de la etapa de transición por medio de la interrelación de estos tres elementos: la planificación estatal, el mercado y la democracia soviética. Sólo de esta manera se podrá garantizar, no la superación total de las contradicciones y desproporciones en unos pocos años (¡eso es utópico!) sino su mitigación, y en consecuencia el fortalecimiento de las bases materiales de la dictadura del proletariado hasta el momento en que una revolución nueva y triunfante amplíe la perspectiva de la planificación socialista y reconstruya el sistema.
En el primer período de la lucha contra la burocracia estalinista, el comprendido entre 1923 y 1933, la Oposición de Izquierda se ubica como una fracción del Partido Comunista que busca su enderezamiento, ya que caracteriza a la burocracia todavía como centrista, oscilante entre un curso reformista y uno revolucionario, y que aún existen fuerzas dentro del partido para regenerarlo, y se plantea una política de reforma hacia el Estado soviético. Será a partir de la enorme contribución que hizo la política oficial de la Internacional Comunista al triunfo de Hitler y el ascenso de los nazis al poder en marzo de 1933 al no presentar frente al mismo ninguna lucha seria, que cambie de curso y ponga proa hacia la fundación de una nueva Internacional y de nuevos partidos comunistas tanto en la URSS como a nivel mundial, la pelea por poner en pie la Cuarta Internacional. Por ahora, excede los objetivos de la presentación de este dossier continuar con la historia del movimiento trotskista a partir de entonces.
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Esperamos que los siguientes documentos despierten el interés por estudiar la historia de los orígenes del trotskismo, el nombre propio que adoptó desde hace casi nueve décadas el marxismo revolucionario de nuestra época, consultando de la numerosa biblioteca y archivo online del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky”, y participando del curso El marxismo de León Trotsky, coordinado por Christian Castillo, en el campus virtual de La Izquierda Diario.
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