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Red Internacional
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México

Panorama Económico. Economía mexicana: un nuevo salto en la subordinación al imperialismo

Tras meses de dificultades económicas y atroces medidas que subordinan la economía y la política nacional, el gobierno federal sigue priorizando la llamada “estabilidad macroeconómica” mientras las grandes mayorías trabajadoras sufren bajos salarios y miseria.

Miércoles 14 de octubre de 2015

El dólar ha llegado a pasar los 17 pesos al tipo de cambio en ventanillas bancarias de la Ciudad de México. Los precios del petróleo no han cambiado su tendencia a la baja y debido a la volatilidad de la moneda, los alimentos y otras mercancías se encarecen, por el pago aumentado por su importación en dólares. La economía mexicana que depende en un 75% del dinamismo de la economía de Estados Unidos no ha podido dar pasos sin que esta última se lo permita, ¿quizás sea hora de que los trabajadores y el pueblo decidamos el rumbo del país y de la economía?

Desde que el año comenzó hemos escuchado o leído en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales sobre las dificultades que está sufriendo la economía mundial, pero ¿Qué quiere decir esto?, ¿cuál es el significado que tiene para las y los trabajadores mexicanos?

Economía para quién…

Después de la crisis abierta en 2008, la recuperación económica a los niveles previos no ha podido concretarse. Países como México han implementado reformas estructurales que intentan, además de entregar los recursos estratégicos al imperialismo, recomponer el margen de ganancia que mantenían las empresas antes de la catástrofe financiera en Estados Unidos. Las medidas de austeridad fueron implementadas desde Europa hasta Latinoamérica siempre haciendo pagar las cuentas a los trabajadores.

Hoy, la gravedad que representa la crisis de los precios del petróleo y la vulnerabilidad financiera podría convertirse en algo catastrófico para economías como la mexicana, dependiente de la exportación de hidrocarburos y la inversión financiera.
Se viene destapando un recambio en la estrategia de salida. Los recortes presupuestales y las reformas estructurales no han alcanzado para salir del estancamiento, que ya huele a nulo crecimiento. Las principales ideas del neoliberalismo se retoman hoy y los países imperialistas buscan más apertura que nunca.

Industria Automotriz (IA), la apuesta económica de EPN

La estrategia del gobierno mexicano ante la fuga de capitales -que aumenta por las incertidumbres internacionales- y la volatilidad de la moneda -provocada por la especulación financiera-, ha sido la atracción de la inversión directa y de cartera para ramas estratégicas como la Industria Automotriz (AI). Relocalizando la industria hacia los estados “con mayores ventajas” pretende utilizarla para mejorar la economía nacional, frente a la crisis abierta.

Esta estrategia es impulsada desde las organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), quienes han motivado la idea de retomar la inversión como proyector del crecimiento y la productividad. Con mercados financieros de mayor apertura y estableciendo acuerdos comerciales que permitan convertir la inversión en mercancías.

Si bien en México el ascenso de la rama automotriz inició en 2010, duplicando su participación en el PIB respecto de 2009, las reformas estructurales han acelerado el crecimiento pero también evidencian sus contradicciones.

A pesar de que los números oficiales arrojan cifras favorables en las ganancias y la producción, llegando a una producción de 3.2 millones de vehículos que se tradujo en un superávit comercial en materia auto¬motriz de 47,000 millones de dólares (mdd), esto no tuvo consecuencias favorables para los trabajadores de la industria y mucho menos para la población en general. El desplazamiento de la mano de obra, los despidos, la suspensión de derechos laborales y el control de la producción se recrudecieron para los obreros que mantienen viva a esta industria, como parte del recambio en la rama y de la gran inversión. Y es que las altas inversiones están asociadas a la “ventaja comparativa” nacional: los bajos salarios.

Así, mientras se han instalado nuevas plantas en distintos puntos del país, en torno a la cual existe una clase obrera muy precarizada, empresas como Honda y Volkswagen, despidieron trabajadores en los últimos años y han venido implementando ataques a sus derechos laborales, atendiendo al objetivo principal de aumentar las ganancias y “reducir los costos”. El juego de suma cero en el que para que las empresas ganen, los trabajadores tienen que perder se vuelve más tenso en tanto las dificultades económicas crecen.

México a “dos velocidades”

La actividad dedicada a la exportación desde la implementación de lo que se conoció como “neoliberalismo” en los años noventa y hasta nuestros días, ha sido un importante dinamizador de las economías abiertas y dependientes que como la mexicana, mantienen gran parte de su ingreso y estabilidad debido a que el 75% de nuestras mercancías de exportación son compradas por el vecino del norte. Esto es un proceso que se desplegó en toda su dimensión desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, que implicó un salto de grandes proporciones en la dependencia a la economía estadounidense, lo cual se articuló con la subordinación política y militar.

Sin embargo y debido a las necesidades de acumulación, también necesita de formas para controlar la producción. Hoy los acuerdos internacionales como el Acuerdo de Asociación Transpacífico apuntan a seguir este camino que desde la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte se hizo evidente.

La apuesta de Enrique Peña Nieto y su gobierno por utilizar la Industria Automotriz (IA) como dinamizador de la economía se corresponde con decisiones que van más allá de las fronteras nacionales, y que responden a intereses de las grandes trasnacionales -muchas de ellas de origen estadunidense-. El objetivo de éstas es aprovechar la mano de obra barata, las facilidades fiscales y otras que otorga el gobierno, para aumentar sus ganancias mediante un salto en la productividad.
Consecuencia de esto, las condiciones laborales empeoran, esto más allá de que aumente relativamente la producción industrial en determinadas ramas.

Como consecuencia de la dependencia económica y de las propias necesidades de ganancia del capital, se despliegan mayores brechas entre las ramas productivas. Esto ha llevado durante las últimas décadas a la desarticulación productiva, intensificando las desigualdades entre las regiones del país, con consecuencias para el pueblo trabajador.

En ese sentido, el desarrollo de la IA coexiste con el hundimiento y abandono de ramas enteras, las cuales fueron duramente golpeadas por el TLC y otros acuerdos posteriores. Es el caso del campo, la minería y más recientemente el petróleo. Estos son claros ejemplos de las consecuencias que representan para la clase obrera y el pueblo las formas de desarrollo desigual que se combinan y conviven en el capitalismo mexicano y que se aceleran bajo la penetración del capital imperialista.

En México durante los años noventa se implementó una estrategia parecida en donde el boom de la maquila era presentado como lo que impulsaría la economía nacional.
Sin embargo, el desarrollo de la Industria Maquiladora Exportadora (IME) trajo consecuencias graves para las grandes mayorías, como fue el aumento de la pobreza extrema en aquellos lugares –del norte del país- donde se instaló la inversión y las plantas maquiladoras. Hoy por hoy, la frontera norte en donde se ubicaría el polo de desarrollo más importante, está entre las zonas con mayor rezago social del país.

Una salida favorable para los trabajadores y sus familias

Las decisiones y el rumbo que ha tomado la economía en nuestro país dependen de aquellos partidos que buscan proteger la economía de las empresas y de los grandes empresarios dueños del capital. Sin embargo, son las trabajadoras y los trabajadores quienes podrían cambiar el rumbo de la economía y proponer desde la perspectiva de la clase obrera, un programa económico que priorice los intereses y necesidades de la clase obrera y los sectores populares, y rompa de una vez con la dominación imperialista de Estados Unidos.

Las y los trabajadores son los únicos que pueden dar una salida a la crisis económica que se agudiza, de otra forma las soluciones sólo serán parciales o superficiales. La defensa de los derechos laborales, y la pelea por mejores condiciones de vida tendrá que darse de manera conjunta desde todos los sectores de trabajadores, unificando el descontento que hoy se vive en el país, para recuperar y encaminar la fuerza de la clase obrera en la pelea por trabajo para todas y todos.

La lucha por un aumento salarial de emergencia, el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos, la expropiación de las grandes empresas para ponerlas en marcha bajo control de sus trabajadores, el no pago a la deuda externa y la creación de una banca única también bajo control de los trabajadores serán necesarias en la transformación de una economía que esté pensada para las mayorías. Para esto hay que luchar por un gobierno de los trabajadores y el pueblo.