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Videojuegos. Ecumene Aztec: videojuegos, mexicas, sacrificios e ignorancia histórica

La compañía desarrolladora de videojuegos, Giantscraft, de origen polaco, anunció que se encontraba en producción de un videojuego llamado Ecumene Aztec, que tiene la novedad de transcurrir durante la conquista de lo que hoy es México (1519-1521). En redes llovieron las críticas, unas más válidas que otras.

Óscar Fernández

Óscar Fernández @OscarFdz94

Lunes 3 de julio de 2023

La compañía desarrolladora de videojuegos, Giantscraft, de origen polaco, anunció que se encontraba en producción de un videojuego llamado Ecumene Aztec. El juego tiene la novedad de transcurrir durante la conquista de lo que hoy es México (1519-1521), en donde el protagonista es un miembro del imperio de Moctezuma Xocoyotzin (Moctezuma el joven) que defiende su ciudad de las tropas españolas. En redes llovieron las críticas, unas más válidas que otras.

Errores históricos

Ecumene Aztec muestra en principio los riesgos de llevar adelante semejante empresa. Ya otros juegos, como la exitosa serie de Assassin’s Creed (más adelante hablaremos de ella) han tomado referencias históricas reales de lo que fueron acontecimientos en diversas latitudes como base para sus juegos, como lo es la Revolución Francesa (en Assassin’s Creed: Unity), la guerra de independencia de Estados Unidos (Assassin’s Creed 3), las cruzadas (Assassin’s Creed 1), la conspiración de los Pazzi (Assassin’s Creed 2), la hoguera de las vanidades (Assassin’s Creed 2: Brotherhood), etc. Ubisoft tiene un equipo de historiadores para hacerse cargo de las precisiones (e imprecisiones) históricas de su franquicia.

Así retrata el juego a la ciudad de Tenochtitlan

Sin embargo, Ecumene Aztec tiene diversas imprecisiones que han sido objeto de crítica. En primer lugar, el entorno de la trama. La ciudad de México-Tenochtitlan tiene un tono lúgubre, carente de color y con edificaciones en piedra gris. En realidad, los contrastes de colores brillantes adornaban ricamente los templos y palacios de la ciudad. Así la describe Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España:

Y de que vimos cosas tan admirables, que no sabíamos qué decir o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y lo veíamos todo lleno de canoas [...] y por delante estaba la gran ciudad de Méjico, y nosotros aún no llegábamos a 450 soldados. [...] Miren los curiosos lectores esto que escribo, si había bien que ponderar en ello; ¿qué hombres ha habido en el universo que tal atrevimiento tuviesen? Y así tuvimos lugar nosotros de entrar por las calles de Méjico sin tener tanto embarazo. [...] ¿Quién podrá decir la multitud de hombres y mujeres y muchachos que estaban en las calles y azoteas y en canoas en aquellas acequias que nos salían a mirar? Era cosa de notar, que ahora, que lo estoy escribiendo, se me representa todo delante de mis ojos como si ayer fuera cuando esto pasó.

El mismo Bernal, recordando la entrada de Cortés a la ciudad de Tenochtitlan, sigue sin poder describir ni creer lo que atestiguó al momento de escribir su crónica. La belleza de la ciudad, sus olores, árboles diversos, colores y contrastes maravillaron a las tropas españolas, que decían que el centro ceremonial era más grande que el de la ciudad de Salamanca. Tan es así que —a pesar de los contrastes que conllevó la conquista española— el mismo Cortés pidió ser sepultado en estas tierras que tanto lo enamoraron.

La ciudad de Tenochtitlan estaba ricamente adornada a la llegada de los españoles.

Por el contrario, la ciudad representada en Ecumene Aztec tiene diversos glifos y adornos... de Xochicalco. Xochicalco floreció como ciudad en el sur de lo que hoy es México, en el actual estado de Morelos, entre el 650 y el 900 d.C., entre la caída de Teotihuacan y el surgimiento de Tula, situada por tanto en el así llamado periodo Epiclásico, es decir, entre el clásico mesoamericano (cuyo exponente suele ser la ya mencionada Teotihuacan) y el posclásico (cuyo exponente son las culturas tolteca y mexica), este último periodo caracterizado por el surgimiento de pueblos teocrático-militares.

Si Xochicalco floreció, como dijimos, en el epiclásico, eso la sitúa más de 400 años antes que el surgimiento de los asentamientos tenochcas, es decir que los glifos “mexicas” representados en Ecumene Aztec sería como si el edificio del capitolio estadounidense fuera adornado con pinturas medievales de Carlomagno. Eso sin mencionar, por supuesto, que la arquitectura de la ciudad en Ecumene Aztec es más típica de Teotihuacan (otro problema con el que lidiar, puesto que la ciudad es usualmente confundida con “azteca” incluso en resultados de Google).

Glifos xochicalcas en Tenochtitlan retratados por el juego de Ecumene Aztec.

Además de la ciudad, el entorno tiene otro problema de índole más geográfico. Está ambientada en un ecosistema más adecuado para lo que es la costa de Guerrero o la península de Yucatán. Es decir, la vegetación es más cercana a una jungla que al de un clima templado subhúmedo como lo es la cuenca del valle de México, caracterizada por los bosques que la rodean (Ajusco, Sierra de Guadalupe, etc.).

Finalmente, el protagonista tiene un estilo más reminiscente al de un guerrero maya con el que al de un guerrero mexica, cuyos soldados de élite, los guerreros águila y los guerreros jaguar, iban ricamente ataviados de plumas y pieles y con armas de obsidiana llamadas macuahitl, cuyos filos eran capaces de destajar a cualquier enemigo. En términos de jugabilidad, varios compararon a Ecumene Aztec con la ya mencionada serie de Assassin’s Creed, la cual tiene a sus protagonistas como personajes capaces de trepar paredes, techos y que pueden asesinar a sus contrincantes de manera sigilosa.

¿Apología al sacrificio?

Pero los errores históricos del juego en sí quedan cortos con la ignorancia demostrada por los cientos de cibernautas “escandalizados” por el lanzamiento del mismo. Azuzados por cuentas de ultraderecha, varios acusaron a la desarrolladora Giantscraft de hacer apología a los sacrificios humanos al tener al protagonista como un mexica que defiende su ciudad de la conquista española. En decenas de memes se retrataba a los españoles como los “civilizados” que terminaron con las prácticas rituales de los mexicas, demostrando así un desconocimiento y desdén a los pueblos mesoamericanos y a sus culturas.

La indignación de la ultraderecha fue tal que un grupo de carlistas hackeó la página del estudio y dejó una cruz de Borgoña, una cita atribuida a Cortés y la leyenda Indivisa Manent Trad. ¡Viva la hispanidad!.

La empresa finalmente sucumbió a la presión y los reaccionarios lograron que se añadiera la opción de poder jugar como un conquistador español, a lo que no tardaron en llegar los vítores de estas marionetas del monarquismo español más rancio. Casi como si esos sectores se sintieran ofendidos por no poder jugar como un conquistador que masacra pueblos “inferiores” e “incivilizados” (a su juicio) y cumplir sus fantasías bélicas de dominación militar al servicio de su majestad.

La realidad, por supuesto, está muy alejada de la propaganda de la ultraderecha en redes, la cual es repetida por decenas de desinformadores que exaltan versiones estereotipadas de la conquista según el discurso de los monarquistas españoles, cuyas calumnias a los pueblos mesoamericanos, sorprendentemente, persisten a 500 años de haber acontecido la conquista de Tenochtitlan.

Propaganda monarquista disfrazada de memes.

En primer lugar, hay que aclarar, como ya lo hemos dicho anteriormente en este diario, que es impreciso hablar de “Aztecas”, pues este gentilicio es a los pueblos que partieron de Aztlán, cuya localización aún es objeto de debate entre los especialistas. Los mexicas eran uno de varios pueblos aztecas (y de tribus de habla náhuatl, o nahuatlacas) que se asentaron en la cuenca del valle de México, el Anáhuac.

En segundo lugar, señalar lo ridículo que es que se acuse a algunos de los pueblos mesoamericanos de aliarse con los españoles “civilizados” que pusieron fin a los sacrificios humanos y a la “opresión azteca”, dejando de lado que los “civilizados” españoles cambiaron el sacrificio ritual por la matanza y erradicación de pueblos enteros en la época del capitalismo de acumulación originaria que tuvo su cenit “civilizatorio” con la infame trata de esclavos. Decimos que es ridículo porque todos los pueblos de Mesoamérica practicaban la misma religión y todos hacían sacrificios. Es decir que no era una práctica exclusiva de los mexicas. Por ejemplo, Diego Muñoz Camargo, en su Historia de Tlaxcala, relata que los tlaxcaltecas

cuando el sol y la luna eclipsaban, que reñían y peleaban, y lo tenían por grande agüero y mala señal, a cuya causa en estos tiempos hacían grandes sacrificios, y daban grandes gritos y voces y lloros, porque entendían que se llegaba el fin del mundo, y sacrificaban al demonio hombres bermejos si se eclipsaba el sol, y si la luna, sacrificaban hombres blancos y mujeres blancas, las que llamaban adivinas, las que no veían de blancas, y así de los muy bermejos, retintos. [1]

Este mismo autor señala cómo los tlaxcaltecas ofrecieron a los españoles a más de 300 mujeres que iban a ser sacrificadas. “Estando pues los nuestros en este buen alojamiento, presentaron a Cortés más de trescientas mujeres hermosas y de muy buen parecer y muy bien ataviadas, las cuales las daban para su servicio, porque eran esclavas que estaban dedicadas para el sacrificio de sus ídolos, y estaban condenadas a muerte por excesos y delitos que habían cometido contra sus leyes y fuero”.

La verdadera razón por la cual algunos de los pueblos del Anáhuac se aliaron con los españoles es otra. Nada tienen que ver los sacrificios. Los pueblos conquistados por los mexicas estaban sujetos a un sistema tributario.

Como lo describe Stan Declerq, arqueólogo de la ENAH, en el portal Noticonquista (portal creado por académicos de la UNAM y la ENAH con motivo del 500 aniversario de la conquista española), “la tributación consistía en la entrega obligatoria de bienes o servicios por una entidad política dominada a una entidad política dominante. Generalmente, se lograba esta imposición de pago de bienes o servicios a través del sometimiento militar o la alianza matrimonial. De la Triple Alianza [...] se obligaba a los pueblos sometidos a entregar de manera regular algún producto local, o el servicio en forma de mano de obra. El tributo podía variar desde materias primas, productos comunes o alimentos básicos como maíz, frijoles, chiles, calabazas, etc., hasta bienes lujosos que requerían de especialistas artesanales para ser trabajados, o bienes regionales o exóticos que solamente se obtenían en ciertas partes del territorio”. [2]

A esto se añaden las alianzas políticas de otros pueblos, como aquellos de la huasteca veracruzana, además de los tlaxcaltecas, por supuesto, quienes negociaron con Cortés y también participaron en la subyugación de otros pueblos mesoamericanos, incluyendo al Anáhuac.

Por último, hay que aclarar la importancia de cotejar las fuentes primarias. Lo que se sabe de la sociedad mexica y en la gran variedad de los códices existentes, se hicieron en su mayoría después de la conquista y con el objetivo de entender el idioma y costumbres de los pueblos indígenas para luego evangelizarlos. Las Cartas de Cortés se hicieron entre 1519 y 1526 para describir las acciones del joven capitán español, pero en varios detalles se sabe que tergiversa las cosas para tener el beneplácito del rey Carlos I.

Por ejemplo, en la segunda carta señala que el propio Moctezuma le acepta ser su vasallo y someterse al rey de España (lo cual evidentemente nunca ocurrió). La ya mencionada Historia verdadera... de Bernal Díaz del Castillo se escribió muchas décadas después —hacia 1568 y como respuesta a la Crónica de la Conquista de la Nueva España de Francisco López de Gómara, así como para obtener una pensión de la corona por ser veterano y ofrecer sus servicios— y publicada por primera vez en 1632, es decir, más de 100 años después de la derrota de los mexicas a manos de Cortés.

A eso se añade, por supuesto, la mentira (para justificar la conquista) de que esos pueblos “adoraban al demonio” —como se puede apreciar en la cita de Diego Muñoz que exhibimos arriba— y que de las pirámides chorreaba la sangre de los sacrificados, que “los aztecas” comían carne humana y demás prácticas barbáricas que, incluso si sí se hacían, se realizaban en rituales específicos y por parte de sacerdotes particulares y no por el grueso de la población. Otra mentira suele ser el tzompantli, una pared de cráneos de personas sacrificadas que, según la ultraderecha, llegaban a ser cientos de miles, pero que excavaciones recientes calculan que es más cercana 4 mil y esparcidos en distintos años durante la existencia del imperio mexica.

Lo que se sabe a ciencia cierta se conoce gracias a la gran labor de los arqueólogos mexicanos y extranjeros que tienen la titánica tarea de rearmar el rompecabezas de lo que eran las sociedades prehispánicas en Mesoamérica, como fue el caso del lingüista soviético Yuri Knorozov, quien descifró los jeroglíficos del idioma maya. Mucho se ha perdido por la erosión, el tiempo, la vegetación, pero también (y a propósito de lo que trajeron los “civilizados” españoles) de verdaderas barbaridades como lo fueron la quema de decenas de códices por frailes como Diego de Landa, en los que se perdió muchísima información que a la fecha se sigue tratando de recuperar por otros medios, como lo eran el idioma, rituales, mitos fundacionales, historia de sus pueblos, mitología y un largo etcétera.

Juegos y comunidades indígenas: entre el respeto y la estereotipación

Los pueblos prehispánicos tenían una visión muy distinta a la nuestra en el siglo XXI. Esto siempre hay que tenerlo en mente y no caer en las mentiras de los monarquistas españoles y sus marionetas de otros países que reproducen la versión de que en este lado del Atlántico había pueblos bárbaros y los españoles trajeron la civilización, o que los “aztecas” sacrificaban a todos los hombres y mujeres de sus pueblos conquistados con muertes que rondan los centenares de millares.

Por el contrario, había civilización, escuelas públicas (el Calmecac y el Calpulli), acueductos con tuberías de cerámica, ciudades ricamente adornadas, gente bien aseada (a diferencia de las hediondas huestes de Cortés, que fueron impregnadas con copal a su entrada a Tenochtitlan por sus anfitriones) y con prácticas religiosas autóctonas. Una civilización que los españoles, por un lado, destruyeron, pero también una cuya hermosura impresionó hasta al mismo Hernán Cortés.

En medio de todo esto, por supuesto, está la lucha contra los estereotipos y las calumnias, ahora no sólo azuzados por la ultraderecha en redes, sino que se usa por compañías que pretenden convertir la historia en mercancía para obtener ganancias. ¿Significa eso que no se puede hacer videojuegos históricos? Por supuesto que se puede. La franquicia Assassin’s Creed, como hemos dicho, mezcla elementos reales (como la conspiración de los Pazzi o los Hashashim de cuyo nombre se deriva la palabra “asesino”) con el toque particular de su universo.

En el plano nacional, tenemos el juego Mulaka, desarrollado por jóvenes de Chihuahua y lanzado para la Nintendo Switch que toma como base la cosmogonía de los pueblos rarámuris del norte de México. Un juego creado con mucho cuidado y respeto con las comunidades originarias, lejos de la caricatura que los monarquistas españoles y sus títeres extranjeros quieren perpetuar, de pueblos ignorantes que necesitan de la “ayuda” de los europeos para florecer y cuya búsqueda de ganancia capitalista lo único que hace es fomentar la destrucción cultural e histórica de los pueblos prehispánicos, los cuales no pasan de ser tildados de “inferiores” que no abandonaron sus prácticas “barbáricas” sino hasta que vino la “civilización” europea (y destruyó la suya).


[1Muñoz, D. (1802) Historia de Tlaxcala, Cap. XVI, p. 132. Recuperado de: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-tlaxcala--0/html/1b8b1fa4-b981-4eff-8e8e-29bba72dbdc8_46.html

[2Declerq, S. "Los mexicas y el sistema tributario", recuperado de: https://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/947/915

Óscar Fernández

Politólogo - Universidad Iberoamericana

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