En la cuenta regresiva del primer round electoral, la política tradicional se debate entre su propia legitimidad para lo que viene: la renegociación con el FMI. Entre el desencanto y la agenda de la derecha, el valor de fortalecer el Frente de Izquierda Unidad.

Jesica Calcagno @Jesi_mc
Domingo 29 de agosto de 2021
El mal menor de la política
Incertidumbre. La palabra que recorre los comités de campaña del Frente de Todos y Juntos (por el Cambio). Con escándalos de los privilegios a los dos lados de la grieta y con responsabilidades compartidas en el hundimiento del país, no hay certezas electorales para las dos coaliciones mayoritarias.
Algo que repiten todos los analistas del domingo, es el cambio de las expectativas en el oficialismo con la primera ronda electoral del 12 de septiembre. Ganar “aunque sea por un punto” en la provincia de Buenos Aires, es la frase repetida que llegó como un mensaje claro desde voceros oficiales. En menos de un mes, pasaron de aspirar a un 42% en el distrito más grande del país, como decía el filtrado manual de campaña del Frente de Todos, a conformarse con un ajustado triunfo.
“Si se gana por un voto es un gran triunfo. Los oficialismos no tuvieron buena performance electoral en el mundo por la pandemia y el kirchnerismo no gana una elección de medio término desde hace 15 años”, cita Maia Jastreblansky en La Nación de una fuente del círculo de Axel Kicillof.
Coincide con la lectura de la Casa Rosada. "Alberto quiere ganar y así sea por un solo voto, vamos a poder decir que rompimos una racha de 16 años de derrotas en elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires" le dice otra fuente a Pablo Ibáñez en El DiarioAr, de las cercanías del presidente.
Para la oposición de Juntos el panorama tampoco es muy prometedor. Martín Rodríguez Yebra en La Nación dice que “en el búnker de Horacio Rodríguez Larreta detectan un golpe muy negativo para el oficialismo desde el Olivosgate, pero no pueden garantizar que sean los candidatos de Juntos por el Cambio quienes lo capitalicen”. Es que en el terreno económico, está muy fresco el fracaso del gobierno de Macri. Y su espacio también fue salpicado por los privilegios de la política tradicional: estuvo el Olivos-Gate y el Mariachis-Gate del festejo de Elisa Carrió con la creme de Juntos. También en plena cuarenta. Hay preocupación no solo en la provincia, sino en su distrito estrella, la Ciudad de Buenos Aires, donde Larreta apostó fuerte por María Eugenia Vidal. Entre la interna de tres listas en la coalición y la presión por derecha del libertario Javier Milei, la ex gobernadora bonaerense podría tener un camino más complicado.
Mario Wainfeld en Página 12 da cuenta de esta incertidumbre por lo poco que “largan” las encuestadoras. Nadie quiere jugarse con pronósticos. “La sensación térmica promedio, según su narrativa, arroja desinterés. Acaso apatía, confusión ante las PASO, enojo en ciertos sectores. Economía, inflación y empleo como preocupaciones principales. El desempleo y los malos salarios castigan más a los menores de 30 años. En ese colectivo, a las mujeres más que a los hombres. En la escala social, a los pobres más que a las clases medias”, resume. Destaca sobre todo, la posibilidad de mayor presencia de las terceras fuerzas, y que los consultores dicen que “Randazzo, Milei, Espert y el FIT saltarán sus respectivas vallas”.
Otros análisis se enfocan en la apatía que podría expresarse con un mayor ausentismo o voto en blanco. Es el caso de Brenda Struminger en Infobae que habla de la preocupación en el Frente de Todos por la desilusión con el gobierno debido a cuestiones económicas pero también “morales y éticas”, que podría expresarse en “darle la espalda” a las PASO en alguna de esas variantes.
Este domingo los ojos estarán puestos en los comicios de Corrientes por tres motivos centralmente. Un clima tenso y enrarecido por el hecho, no aclarado aun, del balazo que recibió el diputado provincial del Frente de Todos, Miguel Arias este jueves en el acto de cierre de campaña. Serán “las primeras elecciones locales de carácter ejecutivo de este año” como explican en Tiempo Argentino, en una provincia gobernada históricamente por el radicalismo. Además, las miradas van a estar puestas en la participación electoral. Como dice Struminger, “si se repite un escenario similar al de de las provincias que ya votaron, se tomará como la confirmación de una “regla” de los comicios en pandemia, que ya inquieta a algunos expertos en cuestiones proselitistas del oficialismo”.
Lejos de las preocupaciones del poder político y económico por autopreservarse, desencanto es el sentimiento que se hace notar desde la clase trabajadora. Se siente en el bolsillo y en la mesa de las familias laburantes. Como contamos el domingo pasado desmintiendo algunos de los relatos oficialistas, el salario real y la desocupación en septiembre de 2021 tendrán los peores registros de las últimas seis elecciones. Es una base material que empieza a cuestionar la legitimidad y credibilidad de las dos coaliciones políticas que siempre apuestan a la polarización.
FMI: tomala vos, damela a mi
Esta semana tuvo protagonismo el debate sobre la deuda. Aunque en clave electoral de parte del Frente de Todos y Juntos por el Cambio, también puede leerse como un adelanto de lo que va a venir después de noviembre. Ambas coaliciones vuelven a blanquear su predisposición a pagarle al FMI a costa de hipotecar el presente y el futuro de la clase trabajadora.
En una puesta escena que se parece a la de un perro que se muerde la cola, Cristina Fernández venía tirando la primera piedra apuntando al “muerto” que dejó el gobierno de Macri con la deuda con el FMI. Gráfico va, gráfico viene, Mauricio Macri respondió con su propio relato negacionista como nos tiene acostumbrados: que el Fondo vino a “ayudarnos” y que con Cristina el ritmo del endeudamiento fue más acelerado. Esta semana, fue el turno de María Eugenia Vidal para replicar ese relato; y del Ministro de Economía, Martín Guzmán, para responder desde el oficialismo.
Lucía Ortega, economista de La Izquierda Diario, desmenuzó ambos relatos. No se salva ninguno de los dos. Con Macri la deuda creció efectivamente, en solo cuatro años, U$S82.400 millones, y se pagaron al menos U$S76.000 millones netos. Pero si vamos a mirar qué significó el “desendeudamiento” del que se jacta el kirchnerismo, los datos también los comprometen. A pesar de haber pagado deuda por más de U$S200.000 millones bajo sus gobiernos, también siguió subiendo de U$S179 mil millones en 2003 a U$S240 mil millones en 2015. Lo mismo se observa con el año y medio de gobierno de Alberto Fernández: se pagaron U$S13.675 millones, y aún así la deuda pública creció de U$S323.065 millones a U$S335.556 millones. ¿Entonces? Unos hacen que la deuda se eleve a nuevos picos garantizando la fuga de capitales y el saqueo. Otros, en cambio, pagan también garantizando el saqueo, aunque la deuda sigue creciendo.
Si lo vemos en perspectiva histórica, Argentina debe en dólares 42 veces lo que debía en 1976 a pesar de haber pagado más de U$S600.000 millones. Por eso, como dice Ortega: “desendeudamiento” y reendeudamiento están íntimamente conectados en ese círculo vicioso de alternancia política entre peronistas, radicales o cambiemitas que profundiza el hundimiento del país con umbrales cada vez más altos de pobreza.
Alfredo Zaiat en Pagina 12 tiene su lectura de cuáles son las intenciones del macrismo en la discusión sobre la deuda: “la clave para comprender semejante grosería conceptual no se encuentra en lo político-electoral, sino en exculpar a los endeudadores seriales”. ¿Y no tratan también desde el oficialismo de exculpar a los pagadores seriales? Porque la “política del olvido”, es patrimonio de ambas coaliciones. A Zaiat, le falta explicar o analizar por qué pagando la deuda creció igual, y qué relación tiene con la decadencia acumulada del país.
Diego Genoud en El DiarioAr, llama la atención sobre la tónica de las declaraciones del Frente de Todos respecto a la deuda macrista: “a dos semanas de las PASO, sorprende la intención de presentar como salvador al mismo Fondo que le concedió a Mauricio Macri el préstamo demencial de 57.000 millones de dólares”. Agrega que ahora es el peronismo quien “quiere vender futuro asociada a los burócratas de Washington”.
¿Qué futuro? Alejandro Rebossio en El DiarioAr dice que desde el propio “Ejecutivo admiten que el FMI pedirá “sí o sí” una flexibilización laboral”. Un reconocimiento al camino que piensan emprender después de noviembre, atacando más los derechos laborales. Algo que vienen adelantando algunos candidatos con los pedidos de “reforma laboral”, como Randazzo, los libertarios y algunos de Juntos. Pero el plan de pagarle al organismo liderado por Georgieva, incluye que los empresarios no corran con la misma desgracia que la clase trabajadora. Rebossio explica que “el Gobierno ya puso en marcha rebajas impositivas para la economía del conocimiento e impulsa otras para la agroindustria, el sector automotor e incluso el de hidrocarburos”. Algo que también promueve el FMI: un “déficit cero” que sería más ajuste al pueblo trabajador y beneficios a lo más concentrado del poder económico (con el cuento de promover “inversiones”). Un combo que, en palabras de Genoud, “sería un ciclo de auge para el capital a partir del deterioro del salario, una puerta de salida más acorde con el programa de la oposición que con los postulados del oficialismo”.
Esta realidad es la que ya estamos viviendo con la presidencia de Alberto Fernández. Los peores salarios y la desocupación más alta de las últimas seis elecciones, contrasta con la realidad empresarial que describe el propio Claudio Lozano. “Sectores del capital concentrado tales como el oligopolio petrolero, el agronegocio, las grandes empresas industriales y comercializadoras capturaron el deterioro del poder adquisitivo del salario vía precios y vía mayor explotación laboral”, cita Rebossio del funcionario del Frente de Todos.
Mientras Martín Guzmán tuvo más protagonismo por estos días en los medios, el Congreso y foros empresariales, prepara el Presupuesto 2022 que tendrá que presentar antes del 15 de septiembre. Algunos dicen que incluirá aumentos de tarifas segmentados por ingresos de los hogares, pero todavía no estará cerrado el acuerdo con el FMI.
Rodríguez Yebra en La Nación afirma que “la negociación real será después de las elecciones de noviembre”. Analiza que “Cristina tiene claro que se vienen decisiones difíciles y por eso insiste con la idea de un ´gran acuerdo nacional´”. A pesar de la puesta en escena para la polarización electoral, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio parecen prepararse para otra etapa después de noviembre. Nadie quiere pagar el costo por sí solo de cumplir con los pedidos de ajuste y ataques laborales contra la clase trabajadora. Los libertarios y Randazzo tienen la función de correr el debate a la derecha. Sus propias propuestas de campaña indican que, si obtienen representación en el Congreso, serán los primeros en levantar la mano a favor del FMI. En el debate de la deuda con el FMI hay dos posiciones. Reconocer la estafa y cumplir con sus pedidos, aunque haya matices de los ritmos, las formas o plazos de pagos; o desconocer el fraude de la deuda para frenar la sangría de recursos y ponerlos al servicio de las mayorías trabajadoras. Solo el Frente de Izquierda Unidad es garantía de que va a defender en las calles y el Congreso los intereses de la clase trabajadora.
La reacción conservadora y las derechas
Así calificó Myriam Bregman el ataque que recibió esta semana del abogado y simpatizante de Juntos por el Cambio, Alejandro Fargosi. “Militante judía del Frente de Izquierda” decía la placa que difundió con una fake news sobre la pre candidata a diputada nacional en la Ciudad. Los apoyos que recibió Bregman se multiplicaron de inmediato.
“No me atacan solo a mi, sino a nuestras convicciones y peleas” dijo en una de las entrevistas esta semana. La reacción conservadora de los sectores más de derecha está a la orden del día. Como Milei repitiendo “zurdos de mierda” con ese odio que recuerda al lenguaje militar.
Si el debate mediático “está gobernado por la derecha” como dice Genoud en su columna, es porque atraviesa varios terrenos. Y, también hay que decirlo, no es patrimonio exclusivo de las derechas más clásicas.
En el terreno de la violencia policial y la impunidad estatal lo vimos esta semana con el caso de Facundo Astudillo Castro. Coincidieron Sergio Berni y la candidata del Frente de Todos, Victoria Tolosa Paz, con Diego Santilli de Juntos. Los tres se fotografiaron y promocionaron el libro “Operación Facundo”: un relato servicial para encubrir a la policía bonaerense, la justicia y la propia responsabilidad estatal. La política tradicional que hizo uso de sus privilegios en la cuarentena, contrasta con el caso de Facundo Castro que fue víctima del empoderamiento a las fuerzas represivas en ese mismo período de restricciones.
También presenciamos amenazas contra un candidato ferroviario del Frente de Izquierda. “Zurdos drogadictos del orto. La próxima vez que los encontremos en los vestuarios dejando estas cosas los hacemos bosta" decía el whatsapp que acompañaba un video donde quemaban los volantes del FIT. “Los vestuarios” son los del Ferrocarril Roca, donde suele moverse la patota sindical peronista de la Unión Ferroviaria. La misma que asesinó al militante de izquierda, Mariano Ferreyra, en 2010.
Este sábado, Nicolás del Caño, difundió en sus redes otra denuncia, acompañada de un video: “el peronismo de La Matanza rompiendo los carteles del Frente de Izquierda. Basta de ataques antidemocráticos”.
Hay que mirar de cerca no solo los discursos con mensajes de odio, sino también estos hechos preocupantes que también merecen ser condenados. Vengan de la derecha clásica o de sectores del peronismo.
En el terreno económico tiene sus expresiones. A la discusión sobre la deuda con el FMI y sus pedidos de ajustes, se suma la reacción a la propuesta de reducir la jornada laboral y repartir las horas de trabajo entre ocupados y desocupados que viene planteando el Frente de Izquierda. El empresariado más concentrado (UIA) salió en seguida a rechazarlo. Pero también lo hicieron algunos referentes del Frente de Todos (el ministro Kulfas), y dirigentes sindicales de la CGT. Despertaron de su larga siesta y silencio frente al ajuste, para sumarse al coro empresarial que sostiene que es imposible. Todo sea por conservar una legislación que tiene más de un siglo, que garantice que los empresarios se queden con una mayor ganancia de lo que se apropian de la jornada laboral.
Aunque otros referentes del oficialismo han presentado proyectos para reducir la jornada laboral (como Yasky y Palazzo), Nicolás del Caño polemizó cuando les dijo “en la provincia de Buenos Aires aumentó la jornada laboral de los trabajadores del estado de 6 a 8 horas diarias”.
Pablo Anino en el Semanario Ideas de Izquierda, hace un repaso de las distintas propuestas y las claves del debate entre los actores que se pronunciaron.
Relatos y realidad. Derechas clásicas y la unidad de una coalición oficialista compuesta por distintas alas que tienen representación en las listas de diputados y senadores. Presente y futuro de un país con casi 20 millones de pobres encerrado en el círculo del endeudamiento.
La izquierda no hace demagogia electoral con promesas imposibles. Ni esconde lo que piensa o lo que va a hacer. El Frente de Izquierda propone una alternativa al “consenso del ajuste”, pero señalando que será la movilización y la lucha del pueblo trabajador la que tiene la llave para que tome vida. Las elecciones serán un capítulo de la crisis, con la posibilidad de dar un mensaje claro fortaleciendo a la izquierda que se une contra esa agenda regresiva para la clase trabajadora. Porque a la derecha, se la enfrenta.

Jesica Calcagno
Nació en Buenos Aires en 1984. Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Acreditada en el Congreso.