No recuerdo el momento exacto en que conocí a Eduardo Molina pero fue al poco tiempo de iniciar la militancia hace más de 20 años. Como la mayoría de mi generación militante, tengo muchos recuerdos vinculados con él. Destacaría en primer lugar su manera sumamente amable de tratar con la gente, su paciencia para colaborar con quienes no teníamos ni su experiencia ni sus conocimientos y su predisposición constante a compartir una y otros, alentando a la militancia a formarse y reflexionar.
Jueves 26 de septiembre de 2019 10:00
Eduardo era un tipo que sabía de todo, como efectivamente lo hemos recordado estos días. Pero creo que hay dos temas en los que era abrumadoramente solvente y cuyas contribuciones (orales o escritas) nos ayudaron mucho a los que andábamos a ciegas: la revolución boliviana de 1952 y la revolución cubana.
Recuerdo especialmente un ciclo de charlas sobre ambas revoluciones, que dio en la facultad de Ciencias Sociales (cuando el edificio estaba en la calle Marcelo T. de Alvear) que era apasionante por la grandeza de los eventos tratados, pero sobre todo por el entusiasmo con el que Eduardo hablaba especialmente de la revolución boliviana: lo escuchabas hablar y veías la fuerza de la clase obrera en un proceso revolucionario. La capacidad de recrear ese imaginario en años donde todos nos decían las estupideces de que la clase obrera no existía más y otras me parece que fue un aporte fundamental al desarrollo de nuevas camadas de militancia, que es un trabajo tan necesario en ese momento como ahora.
Eduardo era un tipo que sabía de todo, como decía antes, pero además era muy ordenado para exponer sus hipótesis e ideas. Tenía un conocimiento monumental de la historia de Bolivia, la historia del Estado, de las clases, los agrupamientos políticos, los debates intelectuales. Recuerdo que una vez un compañero que se juntó con él a conversar sobre Bolivia me comentó lo impresionado que se había quedado con la charla y tuvimos el siguiente diálogo:
Seguro era una exageración, porque en Bolivia hay grandes intelectuales (y también de los otros). Y además Eduardo en razón de su bajo perfil no era un tipo especialmente conocido. Pero seguro hubiera podido debatir de igual a igual con cualquiera de los más destacados intelectuales bolivianos y argentinos o de cualquier país.
Eduardo realizó -entre otras cosas- un importante seguimiento del proceso de lucha de clases de fines de los ’90 y comienzos del 2000 en Bolivia, que tuvo en la “guerra del agua” y la “guerra del gas” sus hitos destacados. Muchos de sus artículos, dispersos por aquí y allá -en páginas y revistas anteriores a La Izquierda Diario que contiene su artículos de los últimos años- son una escuela de marxismo se los mire por donde se los mire. Seguramente, viendo los hechos retrospectivamente, ciertas previsiones o análisis de coyuntura pueden no haber sido del todo acertados, pero para poder hacer ese juicio primero hay que conocer los hechos, su dinámica y los aportes conceptuales que hizo Eduardo para pensar sobre ellos. También aportó elementos para pensar los procesos políticos posteriores en América Latina y situaciones muy difíciles como la que desde hace algunos años hay en Venezuela. Pero personalmente me quedo con sus análisis del ascenso de luchas boliviano, donde aparte de moverse como pez en el agua, se notaba el entusiasmo y también la preocupación sobre sus perspectivas políticas, todas vividas con urgencia y gran empatía.
En este momento triste, además de saludar calurosamente a su familia y a toda la gente que fue su amiga, quisiera destacar la importancia del trabajo realizado por compañeros como Eduardo tanto por la calidad de sus aportes a la reflexión como por el trabajo constante, sin prisa pero sin pausa, de transmisión de la tradición, los conocimientos y la experiencia a las nuevas camadas de militancia. Lo que quiero decir es que a veces tocan momentos de mucho avance en la lucha de clases o de mucha politización o de mucho debate ideológico. Eduardo pasó de esos y de los otros. Mi generación más que nada de los otros. Compañeros como él eran fundamentales para hacer una transmisión de la experiencia y de las ideas, para resistir en momentos difíciles pero también para prepararnos para momentos donde se abrieran nuevas oportunidades.
Juan Dal Maso
(Bs. As., 1977) Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997. Autor de diversos libros y artículos sobre problemas de teoría marxista.