A raíz de la discusión sobre la legalización del aborto en Argentina, diversas asociaciones, colectivos y activistas "pro vida" han iniciado numerosos debates sobre porqué y cómo debería legislarse la interrupción voluntaria del embarazo. Sacando a flote argumentos como la relevancia de la educación sexual aplicada como instrumento de prevención de embarazos no deseados en lugar de dar pie a la legalización de la práctica del aborto. Una reflexión sobre la precariedad de este discurso.
Lunes 8 de octubre de 2018
Foto: Universidad Católica Boliviana
A raíz de la discusión sobre la legalización del aborto en Argentina, diversas asociaciones, colectivos y activistas "pro vida" han iniciado numerosos debates sobre porqué y cómo debería legislarse la interrupción voluntaria del embarazo. Sacando a flote argumentos como la relevancia de la educación sexual aplicada como instrumento de prevención de embarazos no deseados en lugar de dar pie a la legalización de la práctica del aborto. Creando así un ambiente en pro de la educación sexual para evitar situaciones clandestinas insalubres o desde otros puntos de vista, del "asesinato al cigoto". Siendo en el caso de Bolivia, discursos vacíos de contenido pedagógico al carecer de especialistas en pedagogía y educación a lo largo de la vida.
Este tipo de discursos políticos conservadores pero “progresistas” se han apropiado de términos generales, y por lo tanto bastante amplios como la educación, para mostrar desde cualquier ángulo a la prevención como alternativa para disminuir embarazos no planificados. La cual es propuesta como una opción viable y de acción casi inmediata. No obstante, desde el análisis teórico de la pedagogía y la educación alternativa y popular la frase se convierte en retórica no por el contenido, sino por la manipulación de su significado y el alcance temporal real de sus resultados.
Para autores como Durkheim la educación es considerada como socialización, es decir, la transmisión de pensamientos de una generación a otra. Es por ello que los aprendizajes no formales tienden a repetirse de padres y madres a hijos, o en el caso de la educación institucionalizada, de docentes a estudiantes desde el currículum oculto. Generando sociedades que transmiten, de forma inconsciente, los mismos conceptos referentes al sentido común, valores y formas de comportamiento. Por lo que, un cambio tangible desde la educación conllevaría la reeducación de al menos dos generaciones de personas. Hablando en términos numéricos serían al menos 60 años de educación continua para tener resultados observables. Siempre y cuando se hable de sociedades homogéneas donde la gran mayoría tenga igual acceso a la educación y a los derivados del contenido educativo como la salud, el trabajo, la vivienda, servicios básicos, etc. Refiriéndose entonces al inicio de un ciclo en la educación desde la escuela, para la reflexión en familia con la posibilidad de pequeños cambios dogmáticos hacia generaciones anteriores, siguiendo el camino con la siguiente generación repitiendo el mismo proceso, cambiando lentamente el significado de conceptos determinados previamente. El pensamiento de Durkheim también fue reflexionado por educadores de gran relevancia como Confucio 500 a.C, quien postuló la diferencia entre los planes a un año (sembrar arroz), a diez años (plantar árboles) o a cien años (educar a la niñez) o en la antigua Grecia la explicación del ethos de la educación como el producto del espíritu de un pueblo, con el cuál crece, florece y muere.
Desde este aspecto se puede considerar la profundidad real de la consigna “Educación Sexual para Prevenir”, ya que esta educación llevaría una gran cantidad de años en materializar sus primeros resultados. Si bien la educación institucionalizada, en la escuela o universidad, conlleva diferentes formas de abordaje de la sexualidad y la educación para la prevención de embarazos no deseados e ITS (infecciones de transmisión sexual), el proceso de transmisión de conceptos no académicos seguirá su curso a nivel familiar y social. Lo mismo si solamente se maneja el tema desde campañas sociales sin sincronización con la educación formal. Lo que quiere decir, por ejemplo, es que si en Bolivia mueren 480 mujeres al año por abortos insalubres y clandestinos, en 50 años de educación sexual solamente escolarizada el número anual de mujeres muertas variaría muy poco. Sobre todo porque el desarrollo social es diferenciado por clases o sectores quienes en muchos casos no tienen acceso ni al agua, y en sus lugares de residencia hay carencia de hospitales y escuelas, mas no iglesias, las cuales están asentadas hasta en la más lejana comunidad.
Cuando se habla de “Educación Sexual para Prevenir” también es importante mencionar que la prevención es considerada la meta educativa. Autores como Vygotsky proponen que la meta o competencia se llame Zona de Desarrollo Próximo, para la cuál estudiosos como Bruner proponen el andamiaje, que es el proceso de facilitación del aprendizaje para la construcción del conocimiento mediado por el facilitador. Es decir, que cuando se hable de “Educación Sexual para Prevenir” no solamente se piense en la posibilidad de una capacitación de media hora una vez en la vida. Sino de un conjunto de actividades secuenciales para construir un conocimiento científico y lógico sobre sexualidad y cuidados del cuerpo. Conocimiento que puede ser construido por estadios de aprendizaje desde la primera infancia mediante el aprendizaje enactivo, icónico y simbólico. Haciendo énfasis así también en la prevención de la violencia sexual a menores, tema actualmente en boga por el encubrimiento del Vaticano hacia cientos de casos de pedofilia cometidos por curas así como otros casos conocidos por pastores y hasta monjes budistas.
En cuanto a metodología, autores como Freire sugieren la transformación del rol de docente a facilitador desde el dialogo bidireccional horizontal entre educador – educando. Tomando en cuenta, para la planificación, la realidad comunitaria/social y la coyuntura política, económica y cultural, desarrollando un método crítico y flexible de acuerdo al sujeto educativo. Lo cuál significa que no existe un único modelo de enseñanza ni una única verdad. Hablando entonces de la Educación Sexual no como un compendio de contenidos académicos sino como un fenómeno social basado en la reflexión de la realidad individual y comunitaria desde la familia, los círculos culturales (círculos de aprendizaje estructurado como una escuela en la sociedad actual) y la sociedad misma. Siendo imperativo relacionar el embarazo no planificado con el número de abortos clandestinos (80.000 por año aproximadamente, CIDEM), con el número de menores abandonados (de 20.000 a 32.000 según Unicef), con los casos de infanticidio a recién nacido por sus progenitoras adolescentes, con infanticidio de madres a hijos para después recurrir a un suicidio, por las razones por las que estas mujeres en conjunto han tomado esa decisión desde el análisis coyuntural, con la prostitución y trata de personas, con violaciones, con la violencia en pareja, con la efectividad de los métodos anticonceptivos, con la mortalidad de menores en los sectores más empobrecidos por desnutrición u otras causales, con otros problemas de salud pública como el alcoholismo, con la adopción de menores por parejas homosexuales, con la transmisión de enfermedades crónicas como el VIH o la diabetes, etc. Ampliando el panorama y rompiendo la idea de que “Educación Sexual para Prevenir” es únicamente aprender a cerrar las piernas o a ponerse un condón. Además, reflexionando sobre los métodos de evaluación posibles. Ya que a diferencia del aprendizaje y acción de la democracia, por ejemplo, donde se contabiliza el número de votantes mediante un carnet de sufragio, la “prevención” se dificulta en la valoración al no tener una observación por un tercero en la aplicación del conocimiento, o sea en el acto sexual mismo.
Es por todo esto y más que no basta un discurso progresista para evadir la necesidad de la legalización del aborto. “Educación Sexual para Prevenir” conlleva atacar el problema de raíz por varias décadas, varios gobiernos de turno y miles de abortos legales. Considerando que la educación puede ser formal, no formal o informal y que por ende sale de las cuatro paredes de la escuela al tener una relación directa con la familia y la sociedad, siendo un problema social y de salud pública y no un asunto privado a enseñar en casa como mencionó el Ministro de Educación, Roberto Aguilar, meses atrás.
En educación no existen medidas inmediatas para la transformación, y menos si estas se amparan en un marco sexista, religioso y poco científico. Por lo cuál la lucha debe seguir por la vida de las mujeres, que a pesar de la oposición de la libre decisión sobre nuestros cuerpos y la imposición a la maternidad, abortamos todos los días, abortamos más de una vez, abortamos exponiendo nuestras vidas y abortamos arriesgando nuestra libertad. Desde la educación es ineludible reflexionar sobre todos los temas relacionados a la sexualidad desde la economía, la coyuntura política, la cultura y la condición social. Sino el camino será mantenido por la educación bancaria, repetitiva y poco reflexiva que ha llevado a la gente a creer convenciones sociales y relatos místicos como verdades absolutas manipuladas para generar discursos progresistas carentes de significado y responsabilidad social. Utilizando a la educación como un mero instrumento de convencimiento para mantener el statu quo, es decir, el poder de decisión en manos de un grupo de hombres iluminados y plataformas de gente fascista y ultraconservadora disfrazada de soluciones inmediatas y embusteras.