El mayo francés, el anticapitalismo y la subversión del arte. Cambiar el mundo, transformar la vida. La experiencia del Atelier Populaire.
Clara Mallo Madrid | @ClaraMallo
Viernes 13 de mayo de 2016
La interpretación del mayo frances como "revuelta cultural" es una visión muy extendida del 68, pero falsa si lo acontecido queda reducido a la historia de una revuelta pacífica, juvenil, estética y sexual.
En mayo de 1968, obreros y estudiantes cuestionaron el orden capitalista en Francia y abrieron el camino a un ascenso revolucionario en todo el mundo que puso en jaque al capital y todas sus expresiones. También la cultura, la estética y la moral fueron cuestionadas y sacudidas al servicio de la huelga general.
Cambiar el mundo, transformar la vida
El mayo francés ha sido reconocido por las profundas críticas culturales y estéticas al capitalismo, lo que se manifestó en una renovación de las artes, la liberación de las costumbres y sensibilidades sociales e individuales. Sin embargo todo cambio en el frente cultural fue posible gracias al profundo proceso de lucha de clases en el que trabajadores y estudiantes cuestionaron los pilares del capitalismo. Esta fusión hizo que muchos de los cambios estéticos y culturales calaran muy hondo. Cuando la revolución social y la revuelta cultural coinciden, la huella que dejan es innegable.
"Transformar la vida y cambiar el mundo" fue la consigana asumida por los surrealistas a principio del siglo XX. Los surrealistas pretendian combinar la consigna dictada por Marx "cambiar el mundo" con la de Arthur Rimbaud "tranformar la vida" tratando de revolucionar el arte al servicio de la revolución. Los sesentayochistas retomaron esa propuesta surrealista tratando de, en un mismo acto, cambiar el mundo y tranformar la vida, fusionar la crítica total del sistema con la critica de lo cotidiano, de la estética y la moral.
El arte al servicio de la lucha
Los carteles del Mayo Francés son una muestra de cómo puede liberarse la creatividad en momentos revolucionarios, cuando estalla la pesada rutina del orden establecido.
Un ensayo estético de cómo lo que hasta entonces era solamente individual puede transformarse en un proyecto colectivo, de cómo la creatividad se integra a lo cotidiano y cómo puede desplegarse en apoyo de los sectores explotados y oprimidos. Un crítica no solo estética sino al propio proceso de producción creativo.
La cartelería desempeñó un papel importante durante los distintos procesos revolucionarios que sacudieron el siglo XX, expresando no solo la propaganda política sino también la confluencia donde los artistas junto a las masas renovaban su creatividad y experimentación. La cartelería política tuvo su auge en los primeros años de la revolución rusa, en la España del ’36 y en la década de los sesenta volvió a resurgir al calor de los distintos ascensos revolucionarios que se dieron en todo el planeta.
En el mayo Francés del 68, al mismo tiempo que los obreros tomaban las fábricas y coordinaban la lucha, retomando las experiencias y conclusiones de las huelgas del ’36, después de años de posguerra y aparente tranquilidad, los estudiantes de arte y los artistas rescataban las experiencias de las vanguardias artísticas de entreguerras. Así la creatividad acompañará el proceso social que se estaba dando en las calles, en las facultades y en las fábricas. La lucha contra la represión policial, la denuncia del caracter autoritario del gobierno de De Gaulle, la denuncia al imperialimo, el cuestionamiento a la universidad y sociedad de clases. Así como los llamamientos a la unidad de obreros y estudiantes y a la continuidad de la lucha iran acompañados de imagen, color y consignas que llenarán las calles, fábricas, y universidades de toda Francia.
El Atelier Populaire -taller popular- de la Facultad de Bellas Artes de París fue el centro, tomado por estudiantes y artistas, desde donde se puso toda la maquinaria a producir miles de serigrafias con las consignas rescatadas de las asambleas de centros de trabajo y estudio.
Las rápidas serigrafías serán recordadas por muchos como la imagen del mayo francés. En aquellos primeros días del mayo no se pensó en la pintura de caballete, tampoco en el muralismo ni el grafitti, sino más bien en un arte de rápida y masiva elaboración y difusión.
En el Atelier Populaire participaban varios artistas en la realización de cada cartel. Un trabajo colectivo y anónimo que rompía con la lógica capitalista que impone la obra como producto individual y eleva a genio a quien la produce.
Los temas, motivos y consignas se discutían y votaban en las asambleas de estudiantes y artistas después de analizar la situación política, los acontecimientos del día, y tras debatir con los trabajadores en las fábricas.
El destino de los mismos eran las paredes de la ciudad, las publicaciones estudiantiles y obreras y las pancartas de las movilizaciones. Esta experiencia viene a quebrar la lógica de los mecanismos publicitarios del capitalismo, que través de la historia y junto al desarrollo de los medios masivos de comunicación, elevó el cartel y el diseño gráfico como uno de los generadores de deseos y necesidades, conviertiéndoles en el combustible de la sociedad de consumo.
La experiencia del Atelier Populaire no solo rompe con estas lógicas sino que además abrió un sinfin de posibilidades creativas al no estar sujeto a las reglas del marketing y competencia empresarial, causantes también de la alienación del artista y del receptor.
El paisaje urbano francés del 68 estuvo teñido por los carteles que protagonizaron y fueron parte de las aspiraciones transformadoras que se pusieron de manifiesto en aquellos días de mayo.
El 68 dejó fuertes cambios y rupturas en la cultura y las tradiciones, un legado que hoy muchos reivindican pero que en la mayoría de los casos ha sido asumido y asimilado por el capital desvirtuando toda su capacidad tranformadora.
Hay que recordar además que esos cambios fueron resultado de un gran proceso abierto en la lucha de clases. Momento en el que trabajadores de todo el mundo enfrentaron al capialismo y todas sus expresiones. Un gran proceso contra el cual el capital desplegó todas sus armas. Un conjunto de reformas, y una brutal represión consiguieron la "vuelta al orden".
Más allá de lo que vemos, la imágen y la estética hoy por muchos reivindicada, es necesario conocer experiencias como la del Atelier Populaire, que al igual que las fábricas francesas entonces fue puesto a producir por artistas al servicio de las consignas dictadas por obreros y estudiantes.