El Ayuntamiento de Madrid habría denunciado un contrato fraudulento producido en mitad de la primera ola de COVID-19, pero decidió no denunciar a los comisionistas Medina y Luceño, conformándose con recibir la devolución de una parte de lo pagado.
Martes 19 de abril de 2022
Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida. EFE
Otro escándalo sale a la luz tras conocerse que la administración de Almeida negoció un millón de euros de material defectuoso e inservible en marzo de 2020 con los “empresarios” Luis Medina y Alberto Luceño. Estos recibieron unas comisiones de varios millones por la operación que ya no existen porque los implicados procedieron a invertir lo ganado en propiedades como yates, pisos y bonos bancarios, para desprenderse después de ellos en medio de la investigación de la Fiscalía, lo cual está imposibilitando su embargo.
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En medio de esta historia de corruptelas se ha conocido otro caso: el Ayuntamiento de Madrid habría negociado por más material con contratos fraudulentos. En la madrugada del 24 al 25 de marzo de 2020 se habría comprado 2,5 millones de euros en mascarillas FFP2 a una consultora de Estados Unidos llamada “Sinclair and Wilde”. Lo cual haría ascender a 5 euros el precio por cada unidad (se compraron medio millón). Esta operación está siendo investigada como estafa por una denuncia interpuesta por el propio Ayuntamiento. Sin embargo, la segunda no fue llevada a los tribunales por el consistorio, que se limitó a recibir una compensación económica por una ínfima parte del dinero perdido.
El protagonista de esta estafa sería otro comisionista: el estadounidense Phillippe Haim Solomon, que habría vendido mascarillas en una operación en la que habría habido delitos contra la propiedad industrial y contra los derechos del consumidor. Las mascarillas enviadas no eran de la calidad prometida porque el Ayuntamiento habría comprado bajo engaño un modelo diferente al solicitado.
La responsable de compras, Elena Collado, que había hablado por Whatsapp con Alberto Luceño entre marzo y noviembre de 2020, testificó que los casos no tenían nada que ver porque el material adquirido a través de los comisionistas investigados era de buena calidad y buen precio. Sin embargo, todo apunta a lo contrario. El Ayuntamiento adquirió mediante los comisionistas Luceño y Medina guantes defectuosos (pues llegaban a la muñeca y no al codo) que se quedó a un precio muy superior de al que se encontraban en los supermercados.
El precio inicial fue de dos dólares cada guante, que se convirtieron en 0,39 centavos por guante porque Luceño renunció a una parte de su comisión tras comprobar que el material obtenido no era el esperado. Pero en los supermercados se encontraban a 0,08, tal y como declaran algunos funcionarios del Ayuntamiento.
El Ayuntamiento había obtenido también 250 mil test rápidos de COVID-19 a través de Luceño y Medina. De aquellos, solo 75 mil tenían un nivel de sensibilidad mínimo para su utilización (un 94% de sensibilidad), mientras que el resto oscilaban entre el 67 y el 80%.
Lo que no ocurrió fue una devolución sin pago alguno a los comisionistas del material obtenido por no cumplir con los estándares que se exigían en aquel momento, que hubiera sido lo medianamente razonable tras obtener material defectuoso. De hecho, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, no solo habría tenido contacto directo con los presuntos criminales (y conocía a uno de ellos a través de su primo), sino que los ha defendido. Declaró ante la Fiscalía que no había motivos para denunciar a los intermediarios dado que todo el material encargado fue recibido, y tal y como declara un portavoz del Ayuntamiento, utilizado.
En el capitalismo, la corrupción es un mecanismo de funcionamiento del propio sistema. No es una excepción ni son casos aislados o “manzanas podridas” dentro del sistema, es un modus operandi de un régimen político y económico que solo sirve para que los ricos sean cada vez más ricos.
Desde la Corona, hasta el PP, el PSOE y todos los partidos del Régimen han estado salpicados por casos de corrupción. Para terminar con las corruptelas y los privilegios de la “casta política”, es necesario tomar el toro por las astas, planteando medidas que erradiquen de cuajo sus bases mismas, como por ejemplo que todo cargo político electo cobre un salario igual al de una maestra o un trabajador calificado, o que estos sean revocables en cualquier momento por los propios electores.
Como planteó Lenin a propósito de las enseñanzas de la Comuna de París de 1871: “estas medidas democráticas, sencillas y ‘evidentes por sí mismas’, al mismo tiempo que unifican en absoluto los intereses de los obreros y de la mayoría de los campesinos, sirven de puente que conduce del capitalismo al socialismo.”