La recesión económica está a la vuelta de la esquina. Políticos y banqueros centrales de todo el mundo se preparan para intervenir. La medicina más eficaz, dicen, políticas de tipos de interés negativos. Pero, ¿cuál es su significado real? ¿Conseguirán solucionar los problemas del capitalismo mundial o, en realidad, sólo contribuirán a agravarlos? Y, por encima de todo, ¿quién saldrá ganando y quién perdiendo con estas medidas? En Izquierda Diario, te lo contamos.
Viernes 4 de octubre de 2019
El presidente del BCE, Mario Draghi.
Este pasado mes de septiembre, el Banco Central Europeo (BCE) dio un nuevo giro a su política monetaria para, en sus propias palabras, contribuir al estímulo de la inversión y el consumo de la zona euro. Toda una batería de medidas encaminadas a facilitar y abaratar el crédito.
Varias fueron las medidas adoptadas por la institución. Desde compra de activos, particularmente de deuda pública, extensión de líneas de crédito a la banca, tanto a corto como a largo plazo en condiciones particularmente ventajosas (los famosos TLTRO), hasta mantener los tipos de interés al 0% a perpetuidad, en tanto la inflación continúe por debajo del 2%.
El propósito último de todas estas medidas consiste en empujar a los bancos a que otorguen más crédito y más barato, salvaguardándoles de cualquier riesgo con una red de liquidez constante bajo sus pies. De una parte, reanudar el programa de compra de activos en manos de la banca, como ya se había hecho hace 9 meses, contribuye a convertir la deuda pública y ciertos elementos de deuda privada, en vehículos nada atractivos para el ahorro privado, garantizando unos tipos de interés muy bajos. Así y, por otra parte, mantener barra libre de crédito al sistema financiero incentiva al mismo a que este crédito llegue a la economía real, dado que los costes de financiación para el mismo serán del 0%, o puede que incluso lleguen a ser negativos.
En definitiva, el gran beneficiario de la política del BCE son los propios aparatos estatales y el sistema financiero que, aunque en manos privadas, se entreteje a su alrededor.
Pero en este artículo queremos examinar más de cerca el significado real de la política monetaria de la autoridad monetaria de la eurozona, por las profundísimas consecuencias que tendrá para el futuro de la economía de la eurozona y, por ende, del capitalismo mundial, ya que además sus recetas son las mismas que las empleadas por sus homólogos imperialistas de otras latitudes. Así pues, ¿Qué es un tipo de interés negativo?
¡Se regala dinero...!
En definitiva, un tipo de interés negativo implica que el montante de dinero que habrá de percibir el acreedor al final del préstamo será menor que el concedido inicialmente al deudor. En otras palabras, que en vez de cobrar por prestar dinero, se le paga al deudor para que se endeude. Una subvención al crédito.
Esta es la posición defendida por todo un sector de economistas del establishment, tanto en la academia como en los puestos de mando de los estrategas del capital, en tanto receta directora de la política monetaria para sacar al capitalismo mundial del atolladero. La última palabra de las políticas expansivas.
Pero, antes de nada: ¿qué es el interés? El tipo de interés, en lo concreto y respecto al tema que nos ocupa, no es más que el precio que emerge en el mercado de fondos prestables, a través de la interacción entre ahorradores (oferta) e inversores (demanda). Un tipo de interés alto, señala que existe poco capital acumulado y envía una señal inequívoca a los agentes acerca de la inconveniencia de aumentar su consumo/inversión en proyectos intensivos en capital. Un tipo de interés bajo, por contra, fomenta el alargamiento de procesos productivos y dispara la demanda agregada.
Las diversas autoridades monetarias, los “bancos centrales”, órganos subordinados al poder político de cada país, tienen capacidad para fijar por decreto este precio, dado que son ellos los que controlan la oferta monetaria en las modernas economías basadas en el dinero fíat (del latín hágase) o dinero por decreto, es decir, aquel que ya no encuentra respaldo en ningún activo subyacente (patrón oro, etc.)
Así, una política monetaria de tipos bajos (o eventualmente negativos), empuja a proyectos de inversión de alto riesgo que quizás, en otras circunstancias, no serían encontradas rentables por parte del tejido empresarial de la economía nacional. ¿La panacea perfecta para sortear escenarios recesivos? Ahora veamos la otra cara de la moneda.
…pero solamente es humo
En el actual sistema bancario de reserva fraccionaria, dirigido por un banco central, la política monetaria funciona no solamente como un recurso en manos de los dirigentes burgueses para soslayar contradicciones materiales, sino particularmente como fuente generadora de las mismas.
Particularmente, el aumento de la base monetaria no respaldada por reservas fiduciarias previas, o sea, una bajada de tipos no respaldada por ahorro real, se convierte en un gran generador de burbujas financieras y, eventualmente, de descoordinaciones masivas de ahorro, inversión y consumo. Grandes generadores de crisis capitalistas. Y este es el caso más particular de los “tipos negativos”.
La única forma que tiene el capitalismo de desarrollarse es a través de relanzar constantemente el proceso de acumulación de capital. Y para ello necesita, aunque suene a perogrullada, capital real, es decir, capital acumulado procedente de un proceso de capitalización pasado (ahorro) o futuro (crédito). Y la impresión de billetes por parte del BCE o la creación ex novo de dinero por parte de la banca privada con coeficiente de reserva fraccionaria, no son ni lo uno, ni lo otro.
Es cierto que en el corto plazo pueden asemejarse al médico que intenta por todos los medios reanimar a un paciente que agoniza. Pero en el largo plazo, es tan sólo inflación monetaria inyectada a la economía, que inevitablemente contribuirá a empeorar las cosas y a patear los problemas del hoy haciéndolos más grandes mañana.
Como explicábamos anteriormente: “El sentido económico de estas operaciones consiste en intentar seguir alimentando el acceso al crédito por parte de familias y empresas de cara a favorecer consumo e inversión. O sea, crédito barato y tipos artificialmente bajos para seguir dopando a la economía europea. La receta que en principio se presentaba como temporal, ya hace tiempo que ha pasado a considerarse ‘estructural’. No importa que oficialmente los programas de compra de deuda se hayan terminado: continúan las líneas de liquidez barata y la reinversión permanente en bonos y acciones.
En resumen: un ejemplo de receta contracíclica keynesiana, por el lado de la política monetaria. ¿Hasta qué punto son capaces las políticas de demanda para sortear el ciclo? En realidad, sólo es más leña al fuego y prepara una caída aún más dura.”
La política monetaria, ¿un ítem neutral?
Es sencillo darse cuenta de quienes son los principales privilegiados de esta clase de decisiones. De forma general, por un lado, el gran capital financiero, que obtiene un prestamista de última instancia que le convierte en un archiprivilegiado, haciendo virtualmente imposible una situación de riesgo de liquidez (aunque torres más altas cayeron, ¡acordémonos de 2008!). Además, tienden a surgir una cadena de oportunidades de negocio a través del arbitraje corto-largo plazo en el mercado de fondos prestables.
Por otro lado, los Estados consiguen hundir la rentabilidad de los bonos y demás instrumentos de renta fija, o sea, capacidad de financiarse de forma realmente barata. El binomio capital financiero-aparatos estatales, es el gran favorecido por sus propias decisiones políticas. Nada nuevo bajo el sol.
Algunos se sorprenden de cómo el BCE, institución que había sido creada escrupulosamente por fuera del poder político y con designios puramente técnicos y estabilizadores, apenas creado se transformó en un instrumento al servicio de las necesidades político-económicas de la UE, es decir, del imperialismo franco/alemán. En realidad, la política monetaria es tan solo un aspecto formal, que sirve al contenido de los intereses políticos y materiales de quien empuña su timón dirigente.
Muchos analistas ya advierten (y lo llevan haciendo mucho tiempo), acerca de la bomba de relojería que suponen esta clase de movimientos monetarios. Pero si los efectos son potencialmente tan catastróficos, ¿para qué jugársela?
La explicación radica en que los políticos de la burguesía prefieren hacer rodar mañana el mundo económico hacia el estancamiento y la esclerosis, que enfrentar hoy las consecuencias sociales y políticas de una recesión que “depure” los circuitos de acumulación de capital y siente las bases de un nuevo boom.
En otras palabras, temen una agudización de la lucha de clases de consecuencias impredecibles que, eventualmente, cambie por completo la fisonomía del escenario político actual y vuelva a colocar a la orden del día la hipótesis estratégica de lucha por una salida revolucionaria a la crisis capitalista.