En pocos días, decenas de miles de mujeres de todo el país nos encontraremos en Rosario. Para muchísimas, será su primera vez en un Encuentro Nacional de Mujeres; para otras será un nuevo reencuentro.
Andrea D’Atri @andreadatri
Martes 27 de septiembre de 2016
Este trigésimoprimer encuentro que se realizará en Rosario evoca recuerdos muy especiales en quienes ya hace muchos años participamos de esta experiencia, inédita en el mundo. Y nos trae a la memoria a dos fenomenales desobedientes con las que nos encontramos, cada año, en distintas ciudades del país, porque si no estuvieron en todos, al menos participaron en muchísimos Encuentros Nacionales de Mujeres a lo largo de sus vidas.
Decimos dos desobedientes porque eso tenían en común: no se ajustaron a las reglamentaciones, ni se subordinaron a las decisiones de ninguna supuesta autoridad de los Encuentros. Ellas sabían que su propia rebeldía, lejos de “romper” los Encuentros o de debilitarlos, fortalecía mucho más la autonomía, la democracia y la participación masiva de las mujeres en este espacio privilegiado.
Dora
En 2003, sabíamos que el obispo de Rosario –donde se iba a hacer el XVIII Encuentro Nacional de Mujeres- preparaba su “ejército” de mujeres fundamentalistas para que fueran a los talleres a impedir que se debatiera sobre el derecho al aborto. No eran mujeres católicas que querían contar sus opiniones y escuchar a otras que opinábamos diferente. Estaban adoctrinadas para no entrar en ningún debate, sino impedirlos de cuajo.
En muchos talleres quisimos demostrar que las que luchábamos por la legalización del aborto, éramos mayoría. Pero las mujeres de la Comisión Organizadora no querían que la Iglesia saliera desairada de semejante demostración de fuerzas, donde claramente quedaría visible el poco apoyo que tenían sus ataques, insultos y provocaciones.
Dora Coledesky, que entonces contaba con 75 años, pergeñó una astuta estrategia para resolver este embrollo en el que estábamos metidas en los talleres del Encuentro. Con una larga trayectoria de lucha, y con muchas ideas que ya tenía sobre cómo tendría que ser el proyecto de ley que salvara la vida de centenares de mujeres que aún hoy siguen muriendo por las consecuencias del aborto clandestino, Dora presidió una Asamblea por el Derecho al Aborto, que se organizó de boca en boca, en forma paralela al Encuentro y donde mujeres de todo el país y de distintas organizaciones sociales, políticas, legisladoras, sindicalistas, obreras, estudiantes, feministas, hicimos propuestas y levantamos la mano para votar medidas de lucha.
Si Dora no hubiera desobedecido, los Encuentros Nacionales de Mujeres, no serían lo que son y la lucha por el derecho al aborto en Argentina no tendría el gran reconocimiento social y político que tiene hoy en día.
Una de esas medidas de lucha que votamos a mano alzada fue hacer una gran movilización por el derecho al aborto el 28 de setiembre de ese año, en todo el país. Fue la primera marcha que reunió casi 5 mil mujeres en Buenos Aires, pidiendo la legalización del aborto. Fue, también, el puntapié inicial de lo que luego sería la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.
Si Dora no hubiera desobedecido, los Encuentros Nacionales de Mujeres, no serían lo que son y la lucha por el derecho al aborto en Argentina no tendría el gran reconocimiento social y político que tiene hoy en día.
Dora falleció en 2009. Este Encuentro, nuevamente en Rosario, va a extrañarla. Pero seguramente, va a ser evocada por centenares de mujeres que la conocimos y por otras tantas miles que no lo hicieron pero a quienes es nuestra obligación, transmitirles su historia y su legado.
Lohana
Ella se nombraba a sí misma como travesti. La conocíamos de las luchas por los derechos de la comunidad LGTB, de pelearse contra la policía y los edictos contravencionales, de movilizarse contra el gobierno menemista, por el derecho al trabajo, por los derechos de las mujeres. Y ya hacía varios años que la veíamos pelear para que la dejaran participar en los talleres de los Encuentros Nacionales de Mujeres. Era Lohana Berkins, fundadora de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti Transexual.
Aunque ahora suene muy extraño –y aunque cause mucha indignación incluso recordarlo-, durante muchos años, se armaba un gran revuelo cada vez que una mujer trans o una compañera travesti quería participar de los Encuentros. La Comisión Organizadora se oponía a su participación, como si la anatomía fuera determinante para luchar contra la opresión y pelear por nuestros derechos. A muchas de las que participábamos nos resultaba oprobiosa semejante discriminación. Activistas lesbianas, militantes de izquierda, algunas feministas, en ocasiones, incluso tuvimos que forcejear –con el cuerpo, pero también con las ideas y con las palabras-, para que Lohana pudiera entrar a los talleres.
En Rosario, nuevamente Lohana dio esa pelea a la que estaba acostumbrada. Nuevamente participó junto a todas nosotras de aquel XVIII Encuentro Nacional de Mujeres. Pero pasaron muchísimos años para que las mujeres trans pudieran participar con pleno derecho, tener su propio espacio con talleres coordinados por ellas mismas. Y eso lo consiguió, fundamentalmente, la persistente desobediencia de Lohana, entre otras.
Pasaron muchísimos años para que las mujeres trans pudieran participar con pleno derecho, tener su propio espacio con talleres coordinados por ellas mismas. Y eso lo consiguió, fundamentalmente, la persistente desobediencia de Lohana.
“La comisión organizadora no tiene legitimidad para decidir excluir a las compañeras, cuando desde hace varios años ya compartimos el espacio de los Encuentros, nos conocemos, crecemos y debatimos juntas acerca de muchas temáticas. ¿Por qué podría la Comisión Organizadora arrogarse la decisión de impedir que sigamos haciéndolo? Sabemos que el Encuentro Nacional de Mujeres lo construimos las miles de compañeras que asistimos, más allá de la Comisión Organizadora que -y lo sabemos porque también algunas de nosotras formamos parte de CO en distintos años- tiene la difícil tarea de garantizar las condiciones que lo permiten. Ninguna Comisión puede negarnos la posibilidad de seguir con este camino que ya emprendimos juntas.”, escribían las Feministas Inconvenientes en 2011, en una declaración pública dirigida a la Comisión Organizadora del XXVI Encuentro que se haría en Bariloche.
Recién en el XXVIII Encuentro, que se realizó en San Juan en 2013, las mujeres trans tuvieron su taller reconocido por la Comisión Organizadora. Al año siguiente, en Salta, Lohana Berkins decía “Fue emocionante que después de tanta lucha que dimos muchas compañeras podamos reunirnos en un taller con más de 70 personas.”
Lohana falleció a comienzos de este año. Este Encuentro, nuevamente en Rosario, también va a extrañarla. Pero seguramente, como Dora, Lohana también va a ser evocada por centenares de mujeres y travestis que la conocimos y por otras tantas miles que no lo hicieron pero a quienes es nuestra obligación, transmitirles su historia y su legado.
Dora y Lohana siguen presentes, entre nosotras, cada vez que nos rebelamos contra este régimen social y político que apesta. El XXXI Encuentro Nacional de Mujeres les debe un enorme, merecido y desobediente homenaje
Por ahí, se dice que “las mujeres buenas van al cielo”… las desobedientes, por suerte, no son tan aburridas. ¡Las desobedientes van a todos lados! Por eso, Dora y Lohana siguen presentes, entre nosotras, cada vez que nos rebelamos contra este régimen social y político que apesta. El XXXI Encuentro Nacional de Mujeres les debe un enorme, merecido y desobediente homenaje.
¡Dora y Lohana, presentes! ¡Ahora y siempre!
Andrea D’Atri
Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en (…)