Para la clase trabajadora: austeridad y ajustes. Para los tres últimos directores del FMI: impunidad en diversos casos de corrupción y escándalos sexuales.
Jueves 22 de diciembre de 2016
Foto: EFE
Esta semana se conocía públicamente la sentencia que declaraba culpable de “negligencia” a Christine Lagarde, actual directora gerente del Fondo Monetario Internacional.
En agosto de 2011, se abrió una investigación por supuesto abuso de poder contra la ya por entonces directora del FMI, al haber recurrido en 2007 a un arbitraje privado para poner fin al contencioso entre el Estado francés y el empresario Bernard Tapie, que se eternizaba en los tribunales desde los años 90.
Sin embargo, pese a considerar que cometió negligencia, los jueces de la Corte de Justicia de la República francesa decidieron no imponerle la pena. La condena, incluso, no figurarará en sus antecedentes judiciales, debido al prestigio internacional de la directora y el contexto en que se tomó la decisión, la difícil crisis económica global. Todo un caso más de la impunidad descarada en las más altas esferas que proporciona el sistema capitalista a “los suyos”.
El FMI es, sin duda, una de las principales instituciones que vienen jugando un papel clave para que el peso de la crisis económica iniciada en 2008 recaiga sobre las espaldas de la clase trabajadora y los sectores populares. La instiución que dirige Lagarde, junto a la Comisión Europea y el BCE -es decir la Troika- son los grandes responsables de dictar los ajustes que luego aplican los gobiernos capitalistas sin ningún pudor.
En el caso del Estado español, el FMI exige ahora nuevamente más ajustes de cara a conseguir una reducción del déficit y la deuda pública. Su receta pasa por profundizar un ajuste estructural del 0’5% del PIB, es decir, un ajuste de 5.500 millones de euros al año.
En concreto, algunas de las medidas propuestas son la subida de los tipos reducidos del IVA, los impuestos especiales y la tributación medioambiental. Además de instar a una revisión en profundidad del gasto en sanidad y educación. No olvidemos que éstos servicios públicos han sido dos de los sectores que más notaron el impacto de los brutales recortes durante el bienio 2012-13.
Años, además, en los que el impacto de la crisis se siguió cebando en la clase trabajadora; con miles de despidos, destrucción de convenios y una fuerte pauperización de las condiciones laborales. Todo ello por obra y gracia de la reforma laboral impuesta por el Gobierno del PP siguiendo el dictado de la Troika.
La corrupción es norma en el seno de la casta política capitalista a nivel internacional. Lagarde no es, ni por asomo, el primero ni el único caso que atañe al FMI. Solo hay que echar la vista atrás para encontrar los escándalos y tramas de corrupción en los que han estado involucrados los dos últimos directores de la institución.
El caso de Dominique Strauss-Kahn fue uno de los mayores escándalos de abusos sexuales que han afectado a la política capitalista a escala internacional durante las últimas décadas. DSK fue detenido y posteriormente puesto en arresto domiciliario en mayo de 2011 acusado de agresión sexual a una trabajadora de un hotel de Nueva York. Pese a que las pruebas señalaron que la ropa de la mujer contenía restos de ADN de Strauss Kahn y los informes médicos mostraban lesiones en vagina y hombro, el Tribunal de Nueva York consiguió desacreditar la versión de la acusación y dejar en libertad al ex director del FMI.
Por otra parte, Rodrigo Rato, exministro de economía y vicepresidente del gobierno de Aznar en el Estado español, es sin duda uno de los casos más escandalosos. Después de dejar el cargo como director gerente del FMI, pasó a ser presidente de Bankia y responsable de la entidad que acumula casos de corrupción como el de las tarjetas black o la estafa de las preferentes. Como no podía ser de otra manera, su nombre sale también en los Papeles de Panamá.
Aún así, con todo el curriculum de tropelías y corruptelas que tiene en su haber el propio Rato, llegó a ocupar el cargo de Asesor de Telefónica hasta abril de 2015.
Esta, sin duda, es la verdadera cara del sistema capitalista. Un sistema que blinda a los Rato, Strauss-Kahn o Lagarde de cualquier fechoría que cometan. Mientras, la clase trabajadora y los sectores populares tienen que pagar los costes de la crisis que estas mismas insituticiones aplican con mano de hierro.