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Red Internacional
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Tribuna Abierta. El FOL en Río Negro hace un llamamiento a estar organizados en tiempos de Covid-19

Muchos son los casos en el país de organizaciones sociales que batallan en el territorio para dar respuesta a las situaciones emergentes de cientos de vecinos, que en los barrios pelean para acceder a los recursos en tiempos de la pandemia. En Río Negro el FOL acompaña estas situaciones y exige respuestas.

Miércoles 1ro de abril de 2020 17:25

Desde La Izquierda Diario difundimos la situación que plantean los y las compañeras del FOL (Frente de Organizaciones en Lucha) de la ciudad de Fisque Menuco (General Roca) en la provincia de Río Negro. Como en todas partes del país las compañeras y compañeros dan respuesta a las demandas que emergen en los barrios más carenciados y exigen que el Estado esté a la altura de las necesidades y dé las respuestas para atender a las familias más necesitadas de los barrios populares.

Crisis sobre crisis: sanitaria y estructural

Los sectores sociales que nos nucleamos en organizaciones como el Frente de Organizaciones en Lucha, vivenciamos desde hace tiempo los efectos de la crisis. Crisis que en sentido amplio podemos llamar de reproducción de la vida. Poseemos bajos o nulos ingresos para conseguir vía mercado los bienes necesarios para alimentarnos, vestirnos, o nos endeudamos para proveernos de lo básico para subsistir. Nuestras condiciones habitacionales y de servicios son precarias, a la vez que existen grandes limitaciones para el ejercicio/goce de derechos como la salud y la educación y una gran falta de tiempo e infraestructura para cuidarnos y cuidar de otros, ni que hablar del disfrute del tiempo libre.

Entonces, la crisis sanitaria a raíz del coronavirus se añade, agrava y profundiza la crisis estructural capitalista, que nos afecta de manera diferencial. O, con mayor precisión, que la existencia del coronavirus se transforme en una crisis sanitaria, no es ni más ni menos que la expresión de la crisis de las relaciones sociales capitalistas, patriarcales, racistas.

Quienes escribimos nos organizamos en el sur del país, en la provincia de Río Negro. Compartimos algunos datos de un informe coproducido entre la asamblea del barrio Alta Barda en Fiske Menuco y estudiantes y docentes de la Universidad Nacional del Comahue [1] en diciembre de 2019 que “pinta” algunas de las condiciones en que nos encontramos para afrontar esta crisis sanitaria. Sumamos también testimonios de compañeras de la asamblea que aportan a pensar cómo se vive esta crisis en este territorio.

En lo que hace a lo habitacional, el 58% [2] de las entrevistadas sostuvieron que el estado de su vivienda es regular, tres dijeron que es precaria y dos muy precaria, todas ellas reconociendo primordialmente el problema del hacinamiento. El 30% de las familias están integradas por tres a seis personas. Entre las situaciones más acuciantes encontramos que 11% de las familias viven en hogares de un solo ambiente que es compartido entre 4 a 6 integrantes; 33% conviven en casas de dos ambientes. El 38,9% cuentan con tres ambientes, pero hablamos de que 27% de ellas tienen cuatro o más integrantes, habiendo una familia de seis personas y otra de ocho (siempre hablando de una muestra representativa).

La accesibilidad a los servicios básicos es variable dependiendo del sector del barrio. En lo que hace al agua, parte básica de la “receta anticoronavirus”, Yamila, una de las compañeras entrevistadas comenta: “la cuarentena la estamos pasando en casa, con problemas de agua. Hace cinco meses que no tenemos. Cada vez que íbamos a entregar una nota o a hacerle el pedido a los de Aguas Rionegrinas nos decían que en marzo se solucionaba todo el problema. Estemos a fines del mes de marzo y todavía no sale una gota de agua de la canilla. Yo todos los días dejo mi canilla abierta para ver si sale agua y no sale nunca agua. Pasa un camión una vez a la semana y con eso tenes que arreglártelas, llenan los tanques y los bidones y nos dicen que es como agua potable (...) La lucha es todos los días porque tenes que estar con él balde sacando del tanque para poder lavar los platos, para poder tirar en el baño, para poder lavar la ropa. El agua es lo fundamental en una casa y nosotros no la tenemos”.

El 68% de las compañeras entrevistas en diciembre vivían mensualmente con ingresos familiares menores a los 20 mil pesos, y 27% tenían ingresos familiares que iban desde los 2.500 a los 10.000 pesos. El valor de la canasta básica alimentaria para cinco personas en diciembre era de 17.392 pesos y la canasta básica total de 43.480 pesos; a la vista quedan los niveles de indigencia y pobreza. A su vez las provincias patagónicas poseen precios más altos que en otras regiones del país que hacen que las canastas sean más elevadas, licuándose así los ingresos de los planes sociales que no contemplan zonas diferenciales.

Se reactualiza la permanente evidencia: la precariedad es la moneda corriente y las políticas estatales son insuficientes. Crisis sobre crisis, nos encuentra nuevamente exigiendo que los costos no los paguemos los mismos de siempre.

“Habla con tus vecinos, no con la policía”. Estar organizados, esa tarea solidaria y pedagógica

Ser parte de un movimiento, es vivir en estado de educación permanente. Las formas en que hemos sido educados a lo largo de nuestra vida, pocas veces nos enseñan cómo crear y sostener la vida común de manera justa y solidaria. Aún más, rara vez nos brindan herramientas para pensar qué es lo justo y qué es lo solidario.

La solidaridad en tiempo de coronavirus tiene diferentes caras, está habitada por diferentes prácticas cotidianas. “ser solidarios es quedarse en casa” es una de las posibles y se vuelve necesaria para que disminuya la celeridad con la que se propaga el virus. Medida que deja en evidencia el desfinanciamiento del sistema público de salud, así como también del sistema científico y tecnológico.

Sin embargo “quedarse en casa” como mandato único en sentido hegemónico, no contempla las existencias precarizadas que no podrán hacerlo. Por otra parte ¿de qué tipo de solidaridad nos habla? “Quedarse en casa” sin más está siendo para algunos atomismo del sálvese quien pueda, y expropiación de la cotidianeidad política para nosotros.

Para quienes estamos organizados en los sectores más precarizados de la sociedad lo apremiante, apremia doble. Nos dice Nancy “Bueno, por lo poco que salí, vi en los vecinos poca empatía con el otro. Cada uno se ocupa de lo suyo no más. Y de las orgas solo se del FOL, que se solidarizaron mis compas haciendo pan, rosquitas para dar a los que necesiten. ¡Otras haciendo barbijos también para donar! Activando las ollas con comida, obvio con las medidas de seguridad”.

El Estado le propone al civismo medio que denuncie a quien no contribuya respetando el D.N.U. oficial. Entonces, la salubridad pública convertida en asunto de las fuerzas represivas, apela a la construcción de subjetividades autoritarias y a la cultura represora, al punitivismo que se expende, capilar y cotidiano. Y claro está que cuando esto sucede perdemos les mismos de siempre: les pobres, les segregados especialmente, les criminalizables. Y, si lo naturalizamos, en definitiva pierden nuestros proyectos emancipatorios y nuestra potencia colectiva.

La presencia de las fuerzas represivas en las calles hoy en día tiene un amplio consenso social. Vivenciamos una escalada represiva, cuyas expresiones más cruentas dan cuenta de la selectividad del accionar policial. El agravamiento de la crisis sanitaria pondrá a diferentes sectores bajo disyuntivas ya resueltas para quienes creemos que la mano dura nunca es la solución y que la riqueza social debe ser distribuida ¿Tendrá igual consenso social el no pago de la deuda externa?

Son nuestros movimientos escuelas de la lucha y de la vida cotidiana, los que nos permiten abandonar los lugares andados y aprendidos, los lugares del egoísmo. “Yo quise ser parte de las personas voluntarias para darle un plato de comida a las familias porque yo pasé hambre y me pongo en el lugar de esa gente que no puede salir a trabajar, en el lugar de esas madres que están solas con sus hijos y se las rebuscan”, nos dice Elvia quien, junto a otras compañeras, en la primera semana de aislamiento cocinó en dos oportunidades para alrededor de 250 personas del barrio.

Estar organizados, esa práctica prefigurativa y rebelde

Prefigurar implica poner en acto desde el presente, en nuestras prácticas y relaciones cotidianas, la sociedad que anhelamos. La actual crisis nos pone ante un nuevo desafío. Pues bien, como sostenemos a menudo, los gérmenes socialistas y feministas se plasman en nuestros procesos asamblearios y en la democracia de la toma de decisiones, en los procesos de protagonismo popular en los que decidimos cómo auto-organizamos el trabajo y los diferentes aspectos de nuestras vidas: el cuidado de las infancias, las puesta en jaque de las matrices machistas, la creación de entramados comunitarios ante situaciones de violencia. La necesidad de disminuir el contacto social nos desafía a reconfigurar momentáneamente nuestros formatos, sin que esto signifique aislarnos o mantener únicamente las tareas de supervivencia.

Prefigurar contiene un doble juego, autoafirmación y denuncia. Las políticas hacia el sector de precarizados- desocupados son insuficientes hace tiempo. En términos de ingresos, nos seguimos preguntando ¿Quién vive con 8500 pesos mensuales? Más aún cuando se reducen las posibilidades del acceso a changas y trabajos informales. Se hace evidente una especie de encerrona trágica. La política estatal en sus diferentes niveles se vuelve escasa: es necesario que se destine más porcentaje del PBI a esta crisis, es necesario que se afecte a los grandes sectores del capital concentrado para fortalecer las políticas de asistencia, así como también de salud.

Las experiencias de construcción territorial, de solidaridad y de articulación se hacen visibles. Médicas amigables nos ayudan a pensar estrategias de cuidado de la salud, espacios de coproducción de saberes ponen a disposición herramientas jurídicas y acompañamientos virtuales, colectivas de mujeres y feministas socializan estrategias frente a las violencias machistas, abogadas populares están atentas ante los efectos de la militarización de la vida diaria, comunicadoras contrahegemónicas difunden información con responsabilidad. La asamblea de todos los sábados se vuelve permanente a través del grupo de whatsapp: números de utilidad, juegos para realizar en casa con las y los niños, fotos de los pañuelos del 24 de marzo.

Estamos entre quienes ponemos el cuerpo para enfrentar los impactos de la crisis. En la región, como en todo el país, la salida a la que arribemos siendo la población más golpeada indefectiblemente nos va a encontrar en un rol protagónico, gestionando comunalmente nuestro trabajo, salud, educación, en fin, nuestras vidas. Es por eso que ninguna de las alternativas a esta crisis puede desconocer la experiencia recorrida por distintas organizaciones que dedicamos nuestro esfuerzo militante en construir una nueva sociedad.


[1En este caso puntual nos referimos a estudiantes y docente de la Cátedra de Teoría y Práctica de Áreas y Recursos en Servicio Social de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, quienes en un clarísimo ejemplo de la construcción de lazos de solidaridad entre sectores universitarios y “el barrio” nos invitaron a co-producir conocimiento sobre condiciones de vida de integrantes de nuestra organización. El estudio realizado, implicó encuestas y entrevistas a 36 compañeras de la organización, que fueron seleccionadas como muestra.

[2Se trabajó con una muestra representativa total del 36 compañeras, de una asamblea compuesta por 175 personas.