El pasado jueves se presentó en el teatro Sala San Martín la impactante obra “El Farmer”, creada y protagonizada por Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert, que relata los años de exilio del polémico caudillo argentino Juan Manuel de Rosas.
Domingo 17 de julio de 2016 10:50
Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna transformaron la célebre novela de Andrés Rivera sobre Juan Manuel de Rosas en una obra teatral asombrosa que desde una mirada poética logra una magnífica interpretación que nos dejó “con la piel de gallina” y con una sensación de fervor que duró horas.
La figura de Juan Manuel de Rosas desaparece de la Historia argentina como desapareció el Centauro en el horizonte del Río de la Plata cuando despuntaba el año 1852. Sus últimos 25 de vida los vivió bajo el cielo extranjero de Southampton, hundido en la soledad y la pobreza. Pero eso ya no forma parte de la tan “manoseada” historia nacional.
La obra del dueto Audivert/ De la Serna revive los últimos días de la vida del caudillo bonaerense, a través un paralelismo entre un Rosas anciano y vencido por los años – papel de Audivert – y un Rosas joven y vigoroso – en la piel de de la Serna – amo y señor de toda la Confederación Argentina.
En una hora y media que no da tregua a los espectadores, los actores recorren el trayecto desde el día en que Juan Manuel de Rosas dejó su casa y renunció a su herencia para convertirse en Juan Manuel de Rosas, pasando por sus glorias como gobernador de la provincia más rica de América Latina, hasta la traición de sus ejércitos en los campos de Caseros en 1852 y el desenlace final de su exilio, perdido en su soledad y en las tierras desconocidas y frías de Gran Bretaña.
Entre divagaciones nostálgicas y algunos salpicones de humor, la obra nos muestra un lado de Rosas que la historia oficial argentina se encargó de tachar. ¿Quién fue realmente Rosas? ¿Qué fue Rosas para la nación Argentina? ¿Por qué tuvo un final así? Son preguntas que nos quedan dando vueltas al salir del teatro.
Nos quedamos pensando en ese reproche constante que le hace a “la patria”, preguntándose ¿dónde está?, ¿qué le pasó?; preguntas que quedan sin respuesta porque aquéllo que él consideraba “patria” ya no es lo mismo que en otros tiempos identificaba a los individuos del suelo que habitó y gobernó. Es otro el contexto histórico, son otros los objetivos y otra la concepción de “patria” como identidad colectiva.
Este tirano — como se lo presentaba en los libros de historia, hasta no hace mucho — que soportó el ataque militar de las dos mayores potencias mundiales, que cruzó cadenas a lo ancho del río Paraná para defender la soberanía nacional y que levantó los impuestos aduaneros para proteger la economía; fue también el fundador de la Mazorca, la primera organización del terror; quien centralizó fuertemente el poder en su persona y que censuró y obligó al exilio a los intelectuales que no estaban de acuerdo con su política. Merece que su vida y su obra sean revisadas y repensadas.
La obra es una puerta hacia esa nueva mirada, en una excelente adaptación del libro de Rivera a las tablas del teatro encontramos a un Rosas que reflexiona entre su presente, como farmer británico que sufre la nieve y extraña el templado clima de La Pampa, y su glorioso pasado como el guardián del sueño de los otros.
La muerte se asoma y sus reflexiones parecen no detenerse, entre sus recuerdos aparecen Sarmiento, Lavalle, Urquiza; Camila, su hija Manuelita y otros personajes en los que piensa con sentimientos de rencor e incluso (en el caso de su archi enemigo Sarmiento) con cierta admiración. La obra es sumamente atrapante de principio a fin; nos propone un Rosas desde una mirada más reflexiva y un poco más humana que nos aleja de aquél Rosas acartonado de manual de Historia. Para cualquier persona que goce de leer e interpretar la historia y la política, la obra se presenta como una hora y media asegurada de pleno deleite.