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Red Internacional
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Entrevista al crítico teatral Leonardo Flamia. “El Frente Amplio nunca terminó de definir una política cultural”

Los uruguayos ya conocemos esta historia. Con la crisis económica que parece llegar para quedarse y un ajuste fiscal en marcha, la cultura aparece como una de las primeras áreas que posiblemente se verán afectadas.
Desde LID entrevistamos a Leonardo Flamia, periodista cultural especializado en teatro, para que nos cuente como impactan las medidas de ajuste en este ámbito.

Lunes 8 de agosto de 2016

Fotografía: Laura Sand

Los uruguayos ya conocemos esta historia. Con la crisis económica que parece llegar para quedarse y un ajuste fiscal en marcha, la cultura aparece como una de las primeras áreas que posiblemente se verán afectadas.

Desde LID entrevistamos a Leonardo Flamia, periodista cultural especializado en teatro, para que nos cuente como impactan las medidas de ajuste en este ámbito.

LID: ¿Cual es la situación de las políticas culturales hoy?

LF: Bueno, para comenzar podemos tomar como ejemplo lo que sucede en la Intendencia Municipal de Montevideo porque me parece que refleja bastante bien lo que sucede con la cultura a nivel más general en el país.

En la Intendencia, lo que hay desde hace un tiempo es un conflicto importante con la Dirección de Cultura. La nueva directora es Mariana Percovich, quien además de ser de simpatizante del IR es una directora de teatro de las más relevantes del medio con una destacada actuación desde los años noventa. Cuando el año pasado asume como intendente Daniel Martínez se da un primer conflicto, ya que el MPP pretendía mantener ese cargo para uno de los suyos. En ese momento hay un largo tiempo de indefinición, incluso cuando el resto del gabinete ya estaba nombrado, aunque finalmente Martínez nombra a Mariana Percovich.

La Dirección anterior de Cultura estaba a cargo de Héctor Guido que es un actor y director de teatro vinculado a El Galpón, muy cercano al MPP. En su gestión se fortalecieron presupuestalmente a los teatros, a través de una dinámica de asignación de fondos a estructuras gremiales que ya existían y que administraban esos dineros. Por ejemplo la Federación Uruguaya de Teatros Independientes (FUTI), recibía recursos para sostener algunos teatros, algunas estructuras. Básicamente había una transferencia monetaria muy grande a través de un programa que se llamaba Fortalecimiento para las Artes.

Al asumir la nueva Dirección de Cultura se planteó que ese programa iba a ser revisado y que iban a haber recortes presupuestales importantes. Se generó entonces un conflicto, que incluso por momentos toma dimensiones patéticas, en el que se terminaron disputando el dinero que había, aunque en el fondo el tema ese nunca hubo una discusión sobre como el FA debe encarar una política cultural y hacia dónde se tenía que enfocar.

Lo que se dio al final fue como una especie de reacción de la gente que recibía dinero, la que iba a tener un recorte de lo que recibía, todo muy lejos de un proyecto cultural de transformación de la sociedad, como uno esperaría que existiera en un gobierno de izquierda. Esto se mezcla con rencillas internas y disputas de poder y en definitiva el MPP es desplazado de la división de Cultura. Ya en la gestión de Percovich, las figuras que más activamente cuestionaron a la nueva directora de Cultura y los recortes que se pretendían implementar, estaban vinculadas al MPP y al teatro El Galpón que es de donde justamente venían las autoridades anteriores.

Esa situación de conflicto sigue actualmente. Hace poco hubo una asamblea de SUA, que es la Sociedad Uruguaya de Actores, y de FUTI, para seguir resolviendo, discutiendo qué medidas tomar. Han tomado algunas medidas de protestas y difusión, pero Mariana Percovich sigue estando firme como directora de Cultura y ha reasignado presupuesto quitando gran parte de lo que estaba asignado al programa de fortalecimiento.

LID: Por lo que contás hay cuestiones de dinero y también concepciones distintas para pensar el rol de la cultura en la sociedad

LF: Una de las cosas que yo siempre digo, que saco como conclusión de todo esto, es que más allá de la plata que pueda haber o no, el FA no tiene una política cultural. No hay un criterio que oriente la política, sino que las personas que ocupan los cargos de dirección de cultura tienen determinados fondos y los ejecutan según su criterio. Algunas personas podrán estar más con un criterio que con otro, pero no hay una planificación que trascienda a esas personas, al partido al que pertenecen, una orientación que más o menos lleve adelante una política cultural de largo plazo como deberían ser las políticas culturales.

Eso primero que nada, y segundo que tampoco hay una discusión sobre el rol que cumple la cultura en la sociedad como transformadora de prácticas culturales y justamente potenciadora de posturas de transformación social.

La carencia se nota, y más porque desde que el FA está en el gobierno hay una concepción de la cultura que lo que hace es medir el aporte a la cultura en función de lo que mide el PBI. Una postura totalmente economicista. Hay una posición que justifica la inversión cultural en tanto la cultura garantiza una cantidad determinada de puestos de trabajo, etc. Eso es medio complicado, porque con ese criterio en EEUU perfectamente pueden defender que la fabricación de armas es legítima, porque genera un montón de puestos de trabajo, etc. En realidad la ecuación debería ser al revés, la cultura es necesaria y a partir de que es necesaria hay que asignar recursos y no al revés; como la cultura genera un espacio económico yo invierto en ella.

LID: ¿Como se expresa esto en el Frente Amplio?

LF: Hay una disputa y esa discusión existe adentro del FA, pero aparte hay muchos actores relevantes dentro de la administración cultural del FA que tienen esa postura más economicista. De hecho eso coincide con algo creo que trasciende el Uruguay, que es la aparición de los gestores culturales, como protagonistas de la cultura.

Gestores culturales que se forman en instituciones que antes eran solamente privadas, como la Institución ITAÚ o también el CLAEH que creo que fue la primera institución que empezó a dar un curso de gestión cultural. Ahora también hay en la UdelaR y dentro de la grilla de la curricula de estos programas de formación para gestión cultural hay muchas materias vinculadas a la administración y al marketing; a justificar las decisiones o la inversión cultural a partir de esa cuestión económica. Hacerlo rentable y justificar la inversión en función de los números que genera la cultura y del trabajo que puede generar, etc.

LID: ¿Como repercute esto en la política cultural que se lleva adelante?

LF: Es una situación que es muy perversa porque eso lo que hace en realidad es conservar y potenciar lo que ya existe, cuando una política cultural de izquierda debería apostar a transformar los hábitos culturales de las personas. Que también es muy complicado, porque ¿qué significa transformar los hábitos culturales de las personas? ¿Significa que hay alguien que ya sabe cual es la cultura de una sociedad nueva que la impone? Eso también por supuesto que puede llevar al estalinismo y de hecho lo ha llevado históricamente. Pero la alternativa no es dejar de discutir eso, supuestamente por el miedo al totalitarismo, por la discusión de que voy a imponer una cultura y porque además los sectores de derecha siempre acusan a la izquierda de querer hegemonizar la cultura, de queres imponer, etc. No dar esa discusión termina generando otra dinámica que es fortalecer la cultura que ya existe, a partir de generar rentabilidad.

Generar rentabilidad ¿qué significa? Transformar los hábitos de las personas para que vayan a ver a las obras de Santiago Sanguinetti, de Mariana Percovich o de Jorge Denevi o de quién sea, o favorecer lo que esas personas ya van a ver, invertir en lo que ya van a ver.

Esa es la lógica que hay pero lo que no hay es una discusión sobre lo que la cultura aporta y la potencialidad de la cultura como transformadora de la sociedad.

Pero eso es una discusión que históricamente un montón de referentes de la cultura en Uruguay han dicho que no se da porque como todo adentro del FA no hay una postura hegemónica y se prefiere no dar la discusión para que no se generen quiebres o fisuras, como las que se dan ahora justamente por los recortes presupuestales, a nivel general. En la medida que hay plata, se puede tener contento a todo el mundo, dándole plata y que cada uno tenga su proyecto cultural por separado. Pero cuando esa plata deja de estar, empiezan a haber disputas que son por dinero, pero también son por concepciones ideológicas o sobre lo que debe ser la cultura que son antagónicas y que coexisten dentro del FA. Y eso es algo que no tiene que ver solamente con la cultura, trasciende, es algo que está pasando ahora. En teoría hay posturas distintas que están disputándose la hegemonía a la interna, mientras tanto sigue siendo todo lo que ya sabemos que es.

LID: ¿Cual sería entonces el balance?

LF: El balance todavía no está cerrado, me acuerdo ahora de Héctor Manuel Vidal, que era un director de la Comedia Nacional que falleció hace algunos años, director de la Comedia Nacional durante varios periodos de la administración del FA en la IMM. Él decía que cada vez que venía un sector nuevo a la IMM era como que viniera un partido distinto, que la lógica que se había instalado era la misma que cuando estaban los partidos tradicionales. Venía un director de cultura nuevo y cambiaba todo lo que había hecho el anterior y ponía su impronta.

Porque en definitiva terminan siendo cargos que son un trampolín para cargos más importantes, entonces lo que hacen básicamente es mostrar su impronta, borrando lo que hizo el anterior. Eso va atado a lo otro, y es que no hay una continuidad de política cultural. Eso es algo que ha denunciado gente como Coriún Aharonián o Manuel Martínez Carril, el fundador de la Cinemateca, entre otros.