Se cumplieron dos meses de la asunción del nuevo gobierno de Lula da Silva. Más que nunca hace falta definir las tareas de la izquierda socialista y revolucionaria que lucha contra la extrema derecha bolsonarista pero sin ser base de las alianzas del nuevo Gobierno, que incluye a empresarios y a los arquitectos del golpe institucional del 2016.
Jueves 2 de marzo de 2023 12:49
El nuevo gobierno de Lula-Alckmin que asumió hace dos meses en Brasil aparece en América Latina como una señal de recomposición de la llamada “marea rosa” de gobiernos considerados “progresistas” en la región. Sin embargo, lo hace en medio de una situación internacional signada por la guerra en Ucrania, la continuidad de la crisis económica internacional y nuevas rebeliones sociales y huelgas masivas, especialmente en Perú, con gran protagonismo de los pueblos originarios, pero también en Francia contra la reforma de las jubilaciones de Macron y en el Reino Unido en las luchas contra una inflación histórica.
Todos estos elementos ponen en cuestión y condenan al fracaso, mucho más que durante la primera oleada de los llamados gobiernos progresistas, los planes de gestión humanitaria del capitalismo. El emblemático caso del apoyo de Lula al gobierno golpista de Dina Baluarte en Perú, alineándose con el presidente de Estados Unidos Joe Biden, cuando la población rechaza este golpe y pide la caída de Dina, es expresión cabal de esta contradicción.
El golpe bolsonarista y el régimen político
El importante fracaso de la reaccionaria acción golpista del 8 de enero fortaleció el nuevo Gobierno que se asienta en un régimen político degradado por el golpe institucional de 2016 contra Dilma Rousseff y que luego se siguió con el bonapartismo judicial que persiguió y proscribió a Lula y allanó el camino para el triunfo de Bolsonaro.
Se trata de un régimen político en el que instituciones como el Congreso Nacional, el Supremo Tribunal Federal y las Fuerzas Armadas fueron responsables o corresponsables por la aprobación de todas las reformas antiobreras y antipopulares aprobadas en los últimos años, que degradaron aún más la vida de la clase trabajadora.
Además del hambre y desempleo, lo que se ve en Brasil es un vendaval de tercerización, precarización, uberización y todo tipo de deterioro de los derechos laborales, alcanzando en especial a los trabajadores negros y a las mujeres trabajadoras.
En la nota Actualizaciones sobre la situación de Brasil en 2023 publicada en la revista Ideas de Izquierda del fin de semana pasado, Danilo Paris señalaba que aun cuando siga esa situación para la clase trabajadora brasileña, estamos viendo una gran legitimación del Gobierno de Lula-Alckmin, un fortalecimiento en especial del Poder Judicial y un debilitamiento del autoritarismo militar, especialmente después del 8 de enero.
A pesar de ese debilitamiento de los militares en la coyuntura, el cambio de Gobierno no significó un fin de las tendencias cada vez más autoritarias del régimen político que se vienen exacerbando desde el golpe institucional. El juez supremo Alexandre de Moraes y el Poder Judicial intervienen abiertamente en la política, hoy fundamentalmente direccionada contra la extrema derecha, pero ya es muy claro que eso también se vuelve contra los trabajadores y la izquierda.
Unidad nacional.. con el bolsonarismo
Por todo eso, el signo actual es la búsqueda de una imagen de unidad nacional que se expresó fuertemente en la actuación conjunta entre Lula y el gobernador bolsonarista de San Pablo, Tarcisio Gomes de Freitas, como una muestra de que sería posible pacificar el país. O aún peor, la foto en Río de Janeiro del exministro de Bolsonaro, Eduardo Pazzuelo, con el vicepresidente del PT, Washington Quaquá, que mostró que la intención del petismo es conciliar con figuras centrales del bolsonarismo y no combatirlas. Parte fundamental de lo que explica el fortalecimiento del bolsonarismo fue justamente esta política de conciliación.
Como parte de esta política, que privilegia el reacomodamiento de las fuerzas de la derecha dentro de los dispositivos de poder de la administración lulista, el gobierno ya busca contener e institucionalizar todo y cualquier movimiento que surja de forma independiente. Ejerciendo representatividad en algunos cargos del gobierno y convenciendo a sectores de que el camino de la lucha no es necesariamente el más eficaz, el gobierno actúa como un gran paraguas de contención de las contradicciones de clase que siguen abiertas en el país.
La izquierda ante el nuevo Gobierno
Por eso, el nuevo gobierno de Lula-Alckmin, después de cuatro años de bolsonarismo en el poder, replantea debates de estrategia y programa para el conjunto de la izquierda, debates que acumulan décadas de fundamentos y experiencias del movimiento socialista internacional.
A fin de cuentas, ¿hasta dónde llega la necesidad de mantener la independencia de clase cuando se trata de enfrentar a la extrema derecha bolsonarista y a los militares? A esa pregunta, gran parte de la izquierda brasileña respondió de forma equivocada. Algunos sectores consideran que la independencia de clase es algo relativo, un componente para citar en textos y cursos teóricos y no para poner en práctica. Es con este fundamento que, por ejemplo el PSOL, con su dirección mayoritaria al frente, pasó del enfrentamiento contra Bolsonaro a la integración en el nuevo Gobierno, aunque con “autonomía”. En este momento, el PSOL tiene un ministerio y asumió el vice liderazgo del gobierno en la Cámara de Diputados, cuyo presidente es ni más ni menos que Arthur Lira, el hombre que fue presidente de la Cámara durante el Gobierno de Bolsonaro y ahora apoyó su nominación el de Lula-Alckmin.
No sorprende que, en lugar de agitar un programa obrero para enfrentar la crisis capitalista, sectores del PSOL hayan abrazado el programa de “reducción de la tasa de intereses”, que es una demanda del sector industrial sobre el financiero (que había sido beneficiado por Bolsonaro), es decir una demanda de un sector de la burguesía en detrimento de otro.
Irónicamente, en medio de este debate, el PSOL simplemente ignoró que una de las figuras centrales de su federación partidaria (PSOL+REDE) es Marina Silva, una de las precursoras de la defensa de la independencia del Banco Central.
Por eso, más que nunca, hoy hay que rescatar el abc del marxismo que señala que, para avanzar en su lucha socialista y revolucionaria, la clase trabajadora necesita tener independencia política de los gobiernos, los empresarios y del Estado, como una premisa elemental para enfrentar al capitalismo, que es la única forma de no abandonar la lucha por la solución de los problemas estructurales de la clase trabajadora y los sectores oprimidos.
No tener independencia política lleva a que decirse socialista o revolucionario sean “palabras al viento”, ya que pone a la izquierda al servicio de discutir qué debe hacer (o para algunos “puede” hacer) el gobierno que administra el Estado capitalista, el tradicional reformismo.
Un ejemplo cabal de esto es que el PSOL celebra la lucha indígena al asumir el Ministerio de los Pueblos Indígenas con Sônia Guajajara, mientras ella se calla frente a la masacre indígena en Perú, que ya se cobró más de 70 vidas, que lleva adelante el gobierno golpista de Dina Boluarte, apoyado por Lula. Lejos de cualquier dogma, se tratan de posiciones concretas ante la actual situación. ¿Qué dice el Ministerio de los Pueblos Indígenas ante el acto de los indígenas peruanos en la embajada brasileña en Lima exigiendo que el gobierno de Lula deje de permitir el envío de municiones al gobierno golpista? Los mejores ejemplos ante esto fueron las protestas organizadas en diversos estados junto a la comunidad peruana, o por ejemplo los trabajadores del subterráneo de San Pablo, que desde el Sindicato organizaron reuniones de base para posicionarse contra el apoyo de Lula al gobierno golpista peruano.
El PSOL viene buscando repetir en Brasil el mismo camino que viene siendo recorrido por otras organizaciones neorreformistas como Podemos en el Estado español o el Frente Amplio en Chile, que ya fue nombrada por varios representantes del PSOL como fuente de inspiración. La gran cuestión es que después de ganar peso parlamentario por su relación con esos movimientos sociales, esos sectores pasaron a justificar sus políticas de integración al Estado burgués como un avance de las luchas sociales.
Sin embargo, cuando miramos los ejemplos internacionales, el papel de esos partidos frente a las coaliciones de gobierno fue justamente el de contribuir a institucionalizar el movimiento de masas, sacándolos de las calles con sus métodos y reduciendo sus objetivos a los límites que el Estado y el régimen capitalista buscaban imponer. Cuando discutimos la importancia de mantener la independencia política de los gobiernos también es porque vemos concretamente a partir de los actuales ejemplos cómo el sistema capitalista utiliza ese recurso de institucionalizar a los movimientos sociales y de la clase trabajadora para evitar que surjan por izquierda cuestionamientos que enfrenten la pretensión del sistema de descargar la crisis sobre los hombros de nuestra clase.
Sacar estas lecciones del papel que cumple la institucionalización de nuestras luchas es aún más fundamental en Brasil, ya que ni siquiera tuvimos la fuerza en las calles que se expresó anteriormente en el Estado español y en Chile.
Muchos trabajadores y jóvenes que años atrás enfrentaron el golpe institucional, enfrentaron a Bolsonaro y a toda la extrema derecha, ahora se ven ante un nuevo gobierno de Lula-Alckmin y se preguntan: ¿cuáles serían las tareas de una izquierda socialista y revolucionaria?
Hay que batallar por la independencia política de los trabajadores, enfrentando en primer lugar el conjunto de las reformas y ataques que siguen en curso y que el propio gobierno ya anunció que no va a revocar. Es tarea prioritaria exigir de los sindicatos un fuerte plan de lucha por la revocación integral de las reformas laboral y previsional, y por un programa obrero que enfrente efectivamente a la crisis, para lo cual hay que rechazar la reducción de la tasa de intereses que empresarios, incluso los llamados “progresistas” vienen defendiendo, y defender el reajuste salarial según la inflación y la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial, exigiendo el salario mínimo acorde a la canasta familiar.
Estas medidas afectarían las ganancias capitalistas, como también el no pago de la deuda externa, y muestran que los verdaderos ladrones son los empresarios y especuladores, como los que mantienen incontables inmuebles desocupados para generar especulación inmobiliaria mientras miles de personas mueren de en las calles o en pendientes de cerros sujetos a tragedias, como ocurrió en el litoral norte de San Pablo. De la misma manera, si queremos luchar por “ninguna amnistía” a los golpistas, no podemos aceptar el pacto de impunidad del que es parte el gobierno, buscando limpiar la cara de la cúpula civil y militar. Hay que luchar por el castigo a todos esos sectores con los métodos de la clase trabajadora y sin ninguna confianza en las instituciones del Estado.
Al mismo tiempo, hay que poner el dedo en la llaga abierta de la tercerización. El proyecto de reglamentación encabezado por la CUT es solo una manera de enmascarar la real situación: que el país sigue conviviendo con trabajo semi esclavo, donde los tercerizados tenían muy pocos derechos, o que sea aceptable tener trabajadores de primera y segunda, que el sueldo mínimo sea muy inferior al necesario para el sostenimiento de una familia, que los negros y mujeres estén en los peores puestos de trabajo.
Sin enfrentar la tercerización no es posible luchar por la igualdad salarial entre negros y blancos, entre hombres y mujeres. En cada lugar de trabajo y estudio, especialmente junto con la juventud trabajadora, este debería ser un punto central de la pelea a dar: por la igualdad de salarios y derechos. No debemos aceptar la división de tareas que quieren imponer, en la que las centrales sindicales actúan como sustentos del gobierno, impidiendo que nuestra lucha se desarrolle.
Este 8 de marzo estaremos peleando por que la voz del feminismo socialista se escuche fuerte en todo el país, peleando por bloques clasistas. Las dirigentes del PT han actuado como una verdadera burocracia en las reuniones de preparación de las movilizaciones, queriendo callar a las mujeres de Pão e Rosas y de otras corrientes de la izquierda socialista, y vimos muchas representantes del PSOL siendo conniventes con ese absurdo burocrático. El motivo del veto es porque somos las únicas que rechazamos el apoyo de Lula al golpe de Perú y que denunciamos que nuestro derecho al aborto legal, seguro y gratuito fue rifado en la campaña electoral por el PT, y que por lo tanto necesitamos organizar nuestra lucha para arrancarlo. Como parte de esta batalla, vamos a construir un gran Encuentro Abierto Interestadual de Pão e Rosas el 25 de marzo, reuniendo cientos de compañeras y compañeros en todo el país para discutir las tareas del feminismo socialista hoy, rescatando lo mejor de la tradición revolucionaria en la lucha de las mujeres con la publicación de la mayor compilación de clásicos del marxismo sobre la cuestión de la mujer en el libro “Mujeres, revolución y socialismo” de Ediciones ISKRA.
Contra cualquier tipo de política de “administrar el capitalismo”, reafirmamos nuestras banderas por la revolución socialista y por el desarrollo de la lucha de clases, que solo puede darse efectivamente en base a la autoorganización de los trabajadores. Por eso, hoy, Perú y Francia muestran la movilización como el único camino posible para enfrentar este sistema. Como hemos planteado internacionalmente en la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional, nos cabe a los revolucionarios pelear para que estas movilizaciones avancen en un sentido abiertamente revolucionario. A esas batallas invitamos a todos y todas a participar junto con el MRT, la agrupación juvenil Faísca Revolucionaria, Pão e Rosas y Esquerda Diário. Parte de estos debates los desarrollaremos el próximo 9 de marzo en el lanzamiento del libro Esquerda em Debate, con la participación de Ricardo Antunes, Virgínia Fontes, Beatriz Abramides y Marcello Pablito.
La presente es una versión editada y traducida del editorial de
Diana Assunção en publicado en portugués en Esquerda Diario, parte de la Red Internacional La Izquierda Diairo.