Tras el repunte de las movilizaciones en la calle y con un descontento cada vez más incontrolable que expresa parte de la base del procés por este laberinto sin salida al que llevó la dirección al movimiento, el Govern, ERC y el Parlament se han puesto manos a la obra para desactivarlas. ¿Quién sale ganando de todo esto?
Ivan Vela @Ivan_Borvba
Miércoles 10 de octubre de 2018
Foto: EFE
Catalunya sigue siendo el escenario de una partida de ajedrez difícil de jugar para todos los participantes del Régimen del 78. Ahora bien, si algo tienen por seguro todos ellos, es que la victoria en esta partida no pasa por hacer efectivo el mandato del 1 de octubre ni la voluntad expresada por millones de catalanes.
La dirección del procés, cada vez más cuestionada por la base e inoperante ante los golpes de la judicatura continúa en su huída. La derecha de C’s y PP siguen agitando la confrontación con la bandera del 155 y su particular carrera de fondo por ganarse al ala más reaccionaria del electorado, especialmente en el resto del Estado. Por su parte los Comunes, sucursal catalana de Podemos, se ofrece a Torra en estos momentos de inestabilidad para hacerle un abrazo del oso que le obligue a tragar al President con todo lo que salga de Moncloa. Mientras la CUP solo sabe decir “esta boca no es mía” cuando Torra les lanza la mano para seguir pactando.
Movimientos en el Parlament en la última sesión
La primera sesión que se ha podido realizar tras el verano ha escenificado la crónica de una muerte anunciada. Los vaivenes en la relación entre PDeCat y ERC han acabado finalmente en una ruptura a raíz del rechazo de estos últimos a aceptar la delegación de voto de los 4 diputados que les permitían mantener la mayoría en el hemiciclo.
La razón de fondo es que PDeCat, que por activa y por pasiva ha mostrado su nula intención de llevar adelante el resultado del 1-0, quiere mantener un discurso más últimatista que el que está dispuesto a aguantar la formación de Junqueras.
Sirva solo como ejemplo que desde la cárcel, el líder de los republicanos, insta a no romper la unidad en pro de mantener la “gesta del 21-D”. La gesta de esas elecciones impuestas por el 155 y Rajoy, tras machacar a palos a miles de catalanes y contar ya con políticos presos.
Qué duda cabe que tras la represión y los ataques del Régimen, la victoria del bloque independentista el 21-D, con presos políticos incluidos, fue destacable. Pero no comparable, especialmente en el contenido, a las fechas del 1 y 3 de Octubre.
Los Comuns han visto agua revuelta y no han perdido el tiempo. Jessica Albiach, la líder de la formación en el Parlament se ha ofrecido a Torra para darle cuerda y estabilidad a la legislatura. Albiach ha solicitado un “acuerdo global y de mínimos” en “las tres Administraciones”.
Y es que ahí está la letra pequeña del trato. A nivel Estatal, de Catalunya y de Barcelona. En esos tres ámbitos quieren pactar los comunes con Torra y los suyos. Ya lo adelantó Colau el fin de semana pasado, también necesitada de apoyos en el gobierno de la capital catalana. Todo un intento de posicionarse en las instituciones como actor clave en los diferentes niveles después de su frenazo electoral y la mejoría del PSOE.
El President ha recogido el guante de la parlamentaria Albiach, que además no ha tenido reparo en no hacer una sola alusión a las cargas recientes de los Mossos o los presos políticos. Una actuación de servidumbre al PSOE que le permite a éste último mantener una actitud hipócrita, pues mientras se jacta de buscar soluciones y ofrecer diálogo (a saber cuál) a Catalunya, es el mismo partido que cerró filas con la derecha para aplicar el 155 de hace apenas 9 meses contra el pueblo catalán.
Por su parte la derecha agita la bandera del 155 y la confrontación. C’s y el Partido Popular, que ven como a fuego lento se va gestando la división parlamentaria del bloque independentista, continúan su batalla por hacerse con la base electoral del otro, tanto en Catalunya, como en el Estado español, donde de reojo ven como les crecen los enanos de VOX.
Por su parte la CUP se ha limitado a denunciar la hostilidad de Ciudadanos y PP y a no tender la mano a Torra cuando esté ha dicho que Comuns y la CUP son la formaciones con las que tiene “más afinidad”.
La formación de la izquierda independentista vive en un largo impasse noqueada por el fracaso de su estrategia, aquella que la situó como furgón de cola de la dirección del procés y de Carles Puigdemont.
¿Y la calle?
Tan solo los manotazos que de vez en cuando es capaz de dar en el tablero el movimiento, pone en el centro de la agenda el 1 de octubre, el referéndum, la represión, los presos políticos y la pelea por la República catalana.
Lo que le falta a esta jugada es que la izquierda política y sindical se ponga al frente consecuentemente de este movimiento legítimo y democrático. Han sido numerosas las ocasiones en que el movimiento catalán ha demostrado su voluntad y entereza para pelear por hacer efectivo el 1-O.
Queda ahora que haya una alternativa política al procesime que empalme esta demanda democrática con el resto de demandas sociales y laborales para crear un movimiento capaz de plantar cara al Régimen del 78.
De no ser así, seguro que esta partida no se gana.