Roberto Bolaño escribe la novela El Nocturno de Chile el año 2000, tres años antes de su muerte. En ella el protagonista, un cura perteneciente a la oligarquía chilena, narra en monólogo interior toda su vida en alrededor de 100 páginas. Con su relato entrecruzado con la historia de la dictadura, el cura busca la redención ante el lector de hechos en los cuales habría guardado un silencio cómplice.
Viernes 24 de julio de 2015
Roberto Bolaño escribe la novela El Nocturno de Chile el año 2000, tres años antes de su muerte. En ella el protagonista, un cura perteneciente a la oligarquía chilena, narra en monólogo interior toda su vida en alrededor de 100 páginas. Con su relato entrecruzado con la historia de la dictadura, el cura busca la redención ante el lector de hechos en los cuales habría guardado un silencio cómplice.
Nocturno es una atmósfera, un momento temporal caracterizado por sensaciones bajas y oscuras. Un estado anímico alcanzado por el terror, una ubicación activa donde la desidia no existe, a nadie le pasa desarpecibida la noche por que no es sólo carencia de luz, el desvelo no iguala la actividad del día. Es así como en la Real Academia Española “noche” se define como el “tiempo en que falta la claridad del día”, y como “confusión, oscuridad o tristeza en cualquier línea”. Pero nocturno es, también, un sujeto que encarna este estado: El Nocturno es, sobre todo, un sujeto que impone una forma de ser y estar, es el caso de Chile, un país marcado por constituciones impuestas por la bota militar. Diego Portales, refiriéndose a un pueblo que debía ser gobernado de forma autoritaria, enarboló la famosa frase “el peso de la noche”; un peso necesario, dirían distintos gobernadores que han pasado por la historia de Chile; aunque, para otros victimarios, el peso de la noche se convierte en el peso de la culpa o de la enfermedad, en el temor de ser alcanzados ellos también por el peso de la noche.
El cura Ibacache (Sebastián Urrutia Lacroix), emblema del poder religioso, político y cultural; relata la historia de Chile a partir de sus vivencias no por propio gusto, sino empujado por un personaje oscuro (el Joven Envejecido) que nunca queda claro quién ni qué es en el libro y que aparece como un espíritu o como una alucinación cada vez que el cura siente asco de los pobres o está inmerso en situaciones comprometedoras con las violaciones a los derechos humanos. Habla no para contar una verdad, sino para maquillarla y justificar ciertas acciones: haber dictado cátedras de marxismo a la Junta Militar o haber disfrutado de una tertulia literaria mientras en el subterráneo torturaban y las luces titilaban. Es la culpa que lo lleva a hablar, el empuje de un espíritu o de visiones que padece tras experimentar un estado de delirio febril.
Esta culpa no es un autocastigo, sino la posibilidad de la redención. Así Bolaño comienza su texto: “Estaba en paz conmigo mismo. Mudo y en paz. Pero de improviso surgieron las cosas. Ese joven envejecido es el culpable. Yo estaba en paz. Ahora no estoy en paz. Hay que aclarar algunos puntos. (…) rebuscaré en el rincón de los recuerdos aquellos actos que me justifican y que por lo tanto desdicen las infamias que el joven envejecido ha esparcido en mi descrédito en una sola noche relampagueante”.
Esa noche relampagueante es su propia noche de desvelo y delirio febril, pero es también el relámpago de la tortura escondida en el subterráneo, de las luces titilando. El Nocturno es, primero, el terror, la tortura, la represión, el autoritarismo. Luego, el Nocturno de Chile es desvelo, insomnio, enfermedad, culpa. El Nocturno de Chile es cada uno de los sujetos que ejerció la represión o que aportó a ella. El Nocturno de Chile es, también, la impunidad, guardar la basura bajo la alfombra, callar, optar por el silencio. El Nocturno de Chile es Ibacache y todo lo que representa: el poder económico, político y cultural; el temor y el miedo, la culpa, el silencio y la impunidad.