Frente a las declaraciones de Rony Corbo sobre Venezuela, se abre el debate entre la militancia comunista y toda la izquierda uruguaya. ¿Qué es la dictadura del proletariado? ¿Qué democracia defiende el PCU?
Domingo 4 de agosto de 2019
Foto: Del Sol FM
Venezuela desangrada por el capitalismo dependiente
La situación en Venezuela es desesperante: además del hambre brutal que sufre la mayoría de la población provocada por la brutal hiperinflación, la persecución sindical, la represión en las movilizaciones, las ejecuciones sumarias y, más en general, la restricción de las libertades democráticas, suman un cuadro que obliga a grandes contingentes de venezolanas y venezolanos a emigrar.
Esta situación no es para nada nueva. La violación de los derechos humanos durante los últimos años fue una constante. Sin embargo, el Frente Amplio uruguayo pareció no ver todo esto y, de forma oportunista, mantuvo un apoyo irrestricto y acrítico al “compañero Maduro”.
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La presión internacional que vienen ejerciendo los gobiernos de Trump, Macri o Bolsonaro para justificar una intervención imperialista en Venezuela, hace girar el espectro de la situación más a la derecha. Para las fuerzas que se reivindican de izquierda, es importante poder delimitarse de estas intenciones imperiales y no ser parte del circo político que promueva la instalación de un gobierno títere de los Estados Unidos con el cual poder negociar en mejores términos el control del petróleo.
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Las primeras afirmaciones de varios dirigentes del Frente Amplio de que “en Venezuela hay una dictadura” no hacen más que ubicarse, consciente o inconscientemente, del lado de quienes justifican un golpe contra Maduro. Sin embargo, hay que reconocer que en Venezuela existe un régimen que es enemigo del pueblo y que está llevando al país a una bancarrota sin precedentes.
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Desde las páginas de La Izquierda Diario, junto a nuestros compañeros y compañeras de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS-FT) que integran nuestra Red Internacional, venimos sosteniendo una postura de independencia de clase que parte de denunciar los intentos del imperialismo por perpetrar un golpe de estado.
En ese marco, nos oponemos a toda injerencia imperialista y nos posicionamos junto a Venezuela como nación agredida en su autodeterminación por el imperialismo, pero esta postura no significa otorgarle ningún tipo de apoyo político al gobierno hambreador y represor de Nicolás Maduro. Nuestra postura es que el gobierno de Maduro debe caer, pero no por la acción imperialista y de sus títeres de la derecha venezolana, sino por la acción de las masas venezolanas movilizadas, y que éstas puedan organizarse independiente y democráticamente para resolver los problemas más acuciantes. Y que lleven adelante un gobierno de los trabajadores que reorganice la economía sobre bases verdaderamente socialistas, y no bajo la fantochada del “Socialismo del Siglo XXI” que no es otra cosa que capitalismo disimulado con algunas políticas “populares” que no cambiaron nada esencial de la estructura económica que sigue siendo rentística y primarizada, dependiente del petróleo.
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El Partido Comunista, la Dictadura del Proletariado y la Teoría de la Revolución por Etapas
Esta situación, por demás compleja, obliga a los referentes del FA a posicionarse. Rony Corbo, militante del Partido Comunista del Uruguay, que presidió la delegación del FA en el Foro de San Pablo, manifestó en una entrevista radial que “El Partido Comunista no defiende ninguna dictadura, ni la del proletariado”. Esta declaración, contundente para quien la quiera escuchar, ha dejado totalmente atónitos a muchos de sus militantes de base y simpatizantes que honestamente integran sus filas y militan cotidianamente en sus lugares de trabajo y estudio teniendo como norte, justamente, la Dictadura del Proletariado como puntapié para lograr el comunismo.
Pero estas declaraciones negando la Dictadura del Proletariado, no hacen más que clarificar y sincerar una postura histórica del Partido Comunista Uruguayo basada en la justificación de la integración a la democracia burguesa, participando inclusive de la administración y gestión del Estado burgués tal cual existe.
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Una visión, tal como explicamos en otras notas, que divide la lucha de clases en etapas bastante diferenciadas, donde la primera consiste en la acumulación de fuerzas dentro de los marcos del capitalismo, en donde la clase trabajadora debe unirse con sectores de la burguesía nacional, mezclando sus intereses y subordinándose a una alianza de clases que no cuestiona la dominación burguesa. Y una segunda fase donde, supuestamente, se rompe esa alianza y se avanza en las tareas socialistas (expropiación de los grandes medios de producción, etc.), fase que dejan para un futuro incierto. En la época de Rodney Arismendi y bajo su dirección histórica, a esta teoría se le dio el nombre de “democracia avanzada”.
Hoy el Partido Comunista toma la teoría de la “democracia avanzada” y el “gobierno en disputa” para abandonar definitivamente cualquier atisbo de mención y lucha por una sociedad comunista, tal como hicieron por ejemplo los eurocomunismos en Europa hace décadas. Pero la degeneración de los partidos en la historia comienza por su práctica, después degeneran en su teoría. Así como esos partidos eurocomunistas, cuando comenzaron su teorización en abandono de la dictadura del proletariado, ya eran garantes de los regímenes burgueses en la práctica, el Partido Comunista del Uruguay sigue el mismo derrotero.
No parece, en los 15 años de gobierno frentista, visualizarse perspectiva alguna de transición de la primera etapa a la segunda. Más bien parece que el PCU se ha adaptado a la democracia burguesa de la cual, por otra parte, es necesario problematizar su verdadero significado.
La “democracia (burguesa)” como valor universal
La “democracia” de la que se embanderan los políticos de la derecha como Sanguinetti o Talvi, no es más que la imposición de la dominación de una clase sobre otra. Se trata de la defensa de la propiedad privada, de la profunda desigualdad social, de la reproducción de las más variadas formas de opresión y de la justificación de que algunos vivan a costa de millones. Esa “democracia” es la que defienden los políticos que representan a la burguesía.
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Ahora nos preguntamos, si el PCU no defiende la dictadura del proletariado, ¿entonces defiende esta democracia burguesa? Al parecer, y más allá de lo que opine parte de su base militante, el PCU tiene otro norte estratégico. Por tanto, las declaraciones de Corbo no son más que un verdadero sinceramiento de las intenciones estratégicas del partido que representa.
Desde la caída del Muro de Berlín en 1989, la democracia burguesa se ha transformado en un valor universal sin contenido de clase. Se ensalza una forma de organización política que sostiene la explotación capitalista, la defensa de la propiedad privada y el monopolio de la fuerza y la represión estatal.
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La historiografía liberal en su triunfalismo de finales del siglo pasado se encargó de contraponer de forma inteligente a esta “democracia” con el “totalitarismo” asociado a los regímenes dictatoriales stalinistas que, bajo las banderas del comunismo, consolidaron estados fuertemente represivos, sin ningún tipo de organismos de democracia directa, donde primó la persecución a la oposición política, las purgas, los juicios sumarios, las ejecuciones, las deportaciones, y que marcó un enorme retroceso de todas las conquistas sociales y políticas obtenidas en la Revolución de Octubre de 1917.
¿Qué es la Dictadura del Proletariado?
Bajo la bota stalinista, y a los ojos del mundo, la Dictadura del Proletariado quedó totalmente asociada al autoritarismo y asimilada a un régimen totalitario. Nada más erróneo, ya que la Dictadura del Proletariado es considerada por el marxismo como aquella república bajo el poder de la clase trabajadora gobernando junto con el resto de los sectores explotados y oprimidos de la sociedad. Este proceso revolucionario surge a partir del cuestionamiento profundo de la propiedad privada sobre los medios de producción y del Estado burgués, y sobre las ruinas del mismo, se levanta el gobierno de las grandes mayorías basado en los organismos de democracia directa.
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Es decir, una democracia de las mayorías mucho más democrática que la “democracia” burguesa.
La pelea por el Comunismo
En diversas publicaciones del PCU se habla de la Dictadura del Proletariado, del marxismo-leninismo y la pelea por el Comunismo. Sin embargo, este partido ha reducido en los hechos su programa a una “humanización del capitalismo” de la mano del Frente Amplio. En esta humanización, no se ponen en cuestión las millonarias ganancias de los poderosos, no se enfrenta decididamente la injusticia social y no se pretende terminar con la explotación del capital sobre el trabajo.
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El nivel de adaptación del PCU a este régimen social y político sin perspectivas de superación, lleva a una política de subordinación de los sindicatos que dirige a los intereses del partido de gobierno – y por esa vía al Estado burgués – y da un salto en la pérdida de la independencia política de la clase obrera y la liquidación de toda democracia a nivel sindical para imponer un unicato burocrático.
Esta deriva que, por supuesto no corresponde sólo al PC uruguayo, sino que es una tendencia a nivel mundial en los partidos comunistas, lo ha transformado en un partido reformista y, por tanto, en una herramienta que no conduce al cambio revolucionario de la sociedad.
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El PCU en su revisión a partir de la derrota histórica que significó la caída del llamado “campo socialista”, no se esfuerza por sacar conclusiones que lo encaucen en la teoría marxista, sino que se esfuerza por abandonarla. En última instancia realiza una “defensa” vergonzante y deformada de las ideas del comunismo y el socialismo.
En Argentina, por el contrario, en 2011 se conformó el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, una alianza política de la izquierda obrera y socialista con un claro programa de independencia de clase y que explícitamente se define por la lucha por un “gobierno de los trabajadores y el pueblo”, una formulación popular de la dictadura del proletariado. El FIT (opuesto por el vértice al Frente Amplio uruguayo) es la demostración clara de que los marxistas no debemos adaptarnos al nivel medio de la conciencia de la clase obrera y que debemos luchar por conformar una vanguardia de la clase obrera con una ideología y un programa claro de lucha anticapitalista.
Es decir, la tarea de los marxistas en esta época, donde todavía no está presente la idea de la revolución, es realizar las tareas preparatorias dando batallas ideológicas contra el sentido común burgués, participar en cada pelea cotidiana de los explotados y oprimidos, intentando reagrupar en torno a estas ideas, y presentarse a las elecciones sin mezclar banderas políticas con personeros políticos ajenos a la clase obrera. Estas tareas no implican compartir un frente de conciliación de clases con los Astori, los Vázquez o Martínez, sino justamente preparar la alternativa para la clase trabajadora.
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En 1920 en su II Congreso, la Internacional Comunista dictaba las 21 condiciones para el ingreso a ella. En el primer punto, era condición indispensable hacer llegar hasta el último obrero la noción de “dictadura del proletariado” y más adelante en otra de sus condiciones se exigía a los partidos que aceptaran el programa y que se denominaran “Partido Comunista”, explicitando el horizonte estratégico del comunismo en una clara diferenciación con los partidos socialistas y socialdemócratas, que desde 1914 habían entrado en franca bancarrota al votar los créditos de guerra en Alemania.
Nos parece entonces que el PCU debería terminar de sincerarse y, si no va a luchar por el comunismo, debería cambiar su nombre, dejando que la pelea por la sociedad comunista la tomen las nuevas generaciones que seguramente, y retomando las mejores tradiciones de Marx, Lenin y Trotsky, levantarán estas loables banderas y esta vez sí, podamos triunfar.