El RKT es un género nuevo, joven. Nace de las entrañas del Conurbano Bonaerense y surge de la búsqueda local de fusionar la cumbia con el reggaetón. Como expresión popular que es, sufre cierto estigma aunque no encuentra solo esa respuesta: desde el mercado, por el rédito que promete, hay quienes posan sus ojos sobre este género de la escena urbana. En esta nota, pretendemos recorrer este desplazamiento pendular que se traza entre el estigma y las lógicas que detente el RKT y que son favorables al capitalismo. Para esto, recorreremos los elementos que hacen a la identidad del movimiento.
Las expresiones populares tienden a sufrir cierto estigma, sobre todo cuando recién emergen. Esta impugnación trasciende a los sectores -en el mal sentido- clasistas y encuentran lugar, por ejemplo, entre no pocos snobs. En relación a la música de los barrios se les escucha decir, a modo de acusación, que tal o cuál género tiene una ejecución mediocre, que “no es arte”, que las letras son machistas, que alientan el consumo irresponsable de drogas y alcohol y que fomentan la agresividad.
Además, cuando les jóvenes somos los impulsores de esas expresiones, ese estigma se potencia: se conjuga el prejuicio de clase con la resistencia de los sectores más adultos a "lo nuevo". El RKT es nuevo, joven y no solo no aparece aún en el radar de sectores como la crítica de las artes. Tampoco suena en la radio como lo hace, por ejemplo, el Trap o música más mainstream, naif o no tan “políticamente incorrecta”. A todo esto, la cuestión del rol del mercado viene a complejizar todo mucho más, ya que tiende a ubicarse como legitimador ahí donde ve un nicho para explotar. No lo hacen como un acto de justicia o de defensa de toda expresión artística, sino en miras de engordar las cuentas de sus empresas.
Este género exhibe y hace culto a elementos identitarios que pueden considerarse repulsivos o cuestionables para “la gente bien”. Esta nota recorre qué elementos construyen la identidad del RKT para discutir contra los estigmas que se le buscan imponer al género y al movimiento del RKT aunque sin embellecer ni romantizar ya que, como señalaba José Carlos Mariátegui, “los artistas viven la tensión de la época y combinan innovación y conservación”. Vivimos, por cierto, en tiempos donde lógicas como el individualismo, la meritocracia y el espíritu emprendedor han ganado fuerza. Cabe, por lo tanto, remarcar también que “la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”. Se plantea así la pregunta de si en el RKT solo hay elementos reprobables o si hay también elementos auspiciosos ¿efectivamente hay una mezcla o es más bien homogéneo? Ese tipo de preguntas buscamos responder acá, comparando al RKT con cumbia villera y el reggaetón: expresiones que se le pueden considerar próximas.
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¿Qué es el RKT y cuáles son sus orígenes?
El RKT es un género musical nacido recientemente en Argentina y se enmarca dentro de lo que se denomina “música urbana”. Está próximo al “turreo” y a la “cumbia 420” e incluso conviven en la obra de un mismo artista y hasta en una misma canción. Podríamos decir que el RKT nace a causa de una búsqueda que lleva años en nuestro país: la de fusionar cumbia y reggaetón. Por lo tanto, para ir comprendiendo este género local -aunque, obvio, goza de cierta autonomía- hay que practicar una mirada estrábica: un ojo puesto en el conurbano bonaerense y el otro en Centroamérica.
El RKT empezó a cocinarse durante el 2011 en “Rescate Bailable”, de ahí el nombre del género. Este había sido un boliche que funcionó desde el año 2001 hasta el 2014 en San Martín, en zona norte de Buenos Aires. El lugar era un punto de referencia para la escena cumbiera. Ahí tocaba DJ Pirata, quien comienza a remixar cumbia para que sonara más gruesa y con un bajo más presente. Más tarde, se le suman en el mismo boliche DJ KBZ@ y Toty Style. Junto a otros DJs fueron inspirándose mutuamente y así dieron al boliche una impronta y un sonido propio, aunque para ese entonces “RKT” no pasaba de ser un estilo para remixar cumbia y reggaeton. Aún así, los DJ, en Rescate, comenzaban a ganar protagonismo y a ser reconocidos como artistas.
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El RKT, en su forma original, se lograba con una pista a la que se le añadía encima un bajo. Ese sonido característico se compone de tres elementos: el clásico “tumpa tumpa” bien marcado, acompañado de unos bajos robustos y ya menos perceptible un sonido calmo y repetitivo. A todo esto se le suman punteos colombianos, melodías de cumbia y acapellas de reggaetón. Y -ya poniéndonos más técnicos-, se distingue por ir entre los 85 y los 100 BPM -beats por minuto-. “Lo que tiene de diferente es que golpea a un tiempo más hacia atrás”, explica L-Gante en “La caja negra” para graficar cómo suena.
En el año 2014, "Rescate" debe cerrar definitivamente. Sin embargo, muchos de los pibes que iban al boliche vendrían a darle continuidad al género. Ya en el 2020, en plena pandemia, el RKT empieza a “pegarse” en las clandestinas. El primer tema fue “El golozo”, de Mambo DJ y luego “Esa nalga brinca” de Thomy DJ. Aparece, mientras, Papu DJ con “L-Gante RKT”: el primer tema que lleva el nombre del género y aparece con la voz grabada. Este estallido de L-Gante abrió camino de lo que vendría: canciones de RKT con voz y letras de artistas nuevos y argentinos y DJs que pasarían de remixar a hacer beats. “Pa Tra” es un ejemplo de esto: hace que el subgénero se instale ya en todos los autos -sean o no al piso- y en todos los bailes del país sin distinción de clase.
¿Y de qué hablan estas canciones? Es un género de contenido incorrecto, indisciplinado, anti-yuta y si sufre algún tipo de estigma, en parte, viene por ese lado. Las temáticas frecuentes coinciden bastante con las que formuló en sus inicios el reggaetón y la cumbia villera: el de las drogas, la noche, el sexo explícito y los bailes pero también el de remarcar cierta pertenencia al barrio pese a la vida dura que se vive ahí -como lo hizo “Somos de calle” de Daddy Yankee-. También, de la posibilidad y los medios para sobreponerse a esa vida o de medirse quién o quiénes imponen más respeto en el barrio y en la escena. Hay otra cuestión que también aparecía en el reggaetón aunque, quizás, con menor centralidad que en el RKT. Esto es el grupo de amigos, la banda, la bandeja, compis, o ñerys. Como gesto explícito de recuperar este contenido y ponerlo en valor, DJ Alan Gomez, elige sumar el “que se tire, que ando con setenta” de Don Omar en “Intocable” a una canción de CF.
A grandes rasgos, en relación al contenido, el RKT se diferencia del reggaetón en que no opta por hacer tiraeras y se distingue del trap en que prácticamente deja de lado la cuestión romántica. Esta temática, de todos modos, empieza a colarse en el género de manera más frecuente con temas como “Ou Nah”, “Traidora”, “Tu turrito” del Calle y varios más de La Joaqui.
Actualmente la llegada del RKT se extiende en todo el país, aunque tiene especial anclaje en los barrios. Sería difícil encontrarlo sonando en lugares de gente bien como Recoleta. Aunque aún no logrado el alcance internacional del trap, un género autodefinido “for export”, en las poblaciones -villas- de Chile -sobre todo de Santiago- ya pasó de ser escuchado a generar sus propios exponentes.
En este momento algunos de los cantantes más conocidos del movimiento son Callejero Fino, Alejo isaak, Salas, Doble P, R Jota, El Noba, La Joaqui, ECKO, Lolo OG, Perro Primo, Kaleb Di Masi y Lauty Gram. Alan Gómez, Gusty DJ y DJ Alex son probablemente los tres DJs que más suenan actualmente. El primer disco del género nació de la mano de Callejero Fino. Se llama “Hagan Caso”, salió en el año 2023 y cuenta con un documental homónimo que registra la experiencia de su grabación.
La Cumbia Villera y el RKT en el Neoliberalismo
El género que Gonzalo Ferrer y Pablito Lescano hacen nacer desde el norte del Conurbano Bonaerense llega en un momento donde el neoliberalismo ya hacía estragos en la Argentina: a fines de los 90’. La recesión, el desempleo, el hambre y un hostigamiento sistemático por parte de las fuerzas del Estado eran moneda corriente, sobre todo en los barrios.
La Cumbia Villera llegó a estar prohibida y se tuvo que valer de un recurso que ya había echado a correr desde antes de pasar a la clandestinidad: la circulación artesanal. L-Gante y Callejero Fino marcan un punto en común con esta práctica: “estoy con la gente adecuada”, contesta CF a Mauro Lesa cuando este le pregunta por qué cree que la pegó. “Esto tiene mucho que ver con la gente, con los pibes que paran conmigo”, se explaya. “Todos los pibes si vos le preguntás (...) son de Morón, otros son de Moreno, de Merlo. Y eso lo que genera es que saco un tema y se escucha acá, se escucha allá porque los pibes son de todos lados”, aclara. “Lo estamos haciendo a la antigua”, dice L-Gante. Hoy, una diferencia sustancial que hay a los 90 y a los 2000 es que existen las redes sociales y para el RKT y el salto a la fama de un artista o de una canción, pese a que CF no lo nombre, resulta algo vital.
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Otro punto de contacto es que en la actualidad también estamos cursando una crisis aguda. Si bien la situación material es otra -hoy se consolidan elementos como el de les trabajadorxs pobres y el pluriempleo-, podemos decir que ambos géneros coinciden en que nacen y se desarrollan en medio de tendencias neoliberales. Juan Dal Maso habla de dos grandes fenómenos que se pueden identificar en relación al sentido común de las masas. Uno de ellos es el “Neoliberalismo popular” y lo sintetiza como:
a) el capitalismo es el único sistema posible; b) si uno –como individuo aislado– se esfuerza y trabaja mucho, podrá acceder a unas buenas condiciones de vida; c) esas buenas condiciones de vida están definidas esencialmente por la posibilidad de acceder al consumo, no solo para cubrir las necesidades básicas, sino para acceder a productos diversos como forma de ocupar el (o suplantar la falta de) tiempo libre; d) la política es cosa de “los políticos”.
No podríamos, por la extensión que demanda, ahondar en coincidencias estéticas pero podemos decir que así como ambos géneros nacen en el Conurbano y se dan en un marco neoliberal, también subrayan la importancia del grupo de amigos, los ñerys, los pibes, la ranchada, los compis, la banda, la bandeja ¿Y por qué ambos hacen culto de esto? Quizás porque el conjunto, en el barrio, opera como espacio defensivo para sobrevivir al aburrimiento, al hambre, al hostigamiento de la yuta. A estas hostilidades, el RKT, tiene que sumarle las múltiples muestras que viene dando la industria de ser unos completos embaucadores: pibes como Paulo Londra y Milo J pueden contarlo en primera persona. Quizás por ello, al momento de buscar alguien que les represente, les cantantes de RKT piensan en alguien de su círculo: un compa, un primo, un hermano y -como El Noba- hasta su mecánico.
“Si corona uno, coronamos todos”: lo colectivo como vía para el ascenso social
Así reza en uno de los versos una canción de Khea con Milo J. “Nunca voy solo” no es una canción de RKT: Khea y Milo hacen trap y rap respectivamente pero aún así podríamos pensarla como un manifiesto que condensa dentro de sí parte del espíritu del RKT. Además de esta pieza podríamos sumar “Coronaremos” de R Jota. Ambas hacen de algo que aparece constantemente en el RKT su tema central: el hecho de que un artista “corone” tiene que ser sí o sí en beneficio de todo ese grupo.
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“Ahora juego en primera y sigo con mis segunda”, canta Alejo Isakk. No la baten solo de injunables. Más que una arenga, parece ser una transmisión de valores para quienes escuchan y para quienes están intentando alcanzar el éxito en el género. Aunque, desde ya, puede guardar cierta cuota de lógica utilitaria o de trocar favores: como amigo te apoyo hoy para mañana llevarme un premio, o recibo apoyo y mañana, cuando corono, lo retribuyo.
“Compa, no perdamos la fe/ que en breve nos hacemo’ millo/ lo que hoy nos falta va a sobrar en el bolsillo” canta R Jota y remarca con el estribillo “Te lo juro, coronaremos/ confíen en mí que yo la remo”. “Con los míos me levanté/ los mismos con los que empecé, eh” dicen Khea y Milo e insisten: “A donde voy, nunca voy solo/ si yo subo, mis hermanos, suben todo’/ A donde voy, nunca voy solo/ Si corona uno, coronamo’ todo’”. Como parte de este culto al conjunto, visualmente también aparece el grupo de amigos: en lugar de actores, la bandeja aparece como figuras públicas, como promesa de eyectarse todos juntos a la fama.
El RKT no esconde que la música y la fama sean un mero medio para que los artistas y, con ellos, su entorno, alcance circunstancias materiales deseables. “Hacerse millo es el plan”, tener una vida buena y compartir esas comodidades. Pero el movimiento no ve en el RKT un vehículo para salvar solo a la familia, como lo hacen, por ejemplo, cientos de futbolistas. El premio puede ser para la familia pero es sobre todo para el grupo de amigos, “los mismo con los que empecé”. “Si corona uno, coronamos todos”. Y esto, lo hace extensivo también a los que peor la pasan en los barrios.
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Esta idea meritocrática de que uno “podrá acceder a unas buenas condiciones de vida” por ser un visionario, porque entiende cómo se manejan las redes sociales, porque sabe qué tipo de sonido le va a gustar a la gente o porque “se esfuerza y trabaja mucho” no se combina con uno de los axiomas centrales del capitalismo: el “sálvese quien pueda”. Sin embargo, no podemos decir que se exprese un cuestionamiento a la voracidad del sistema y a la deshumanización que este provoca. Por el contrario, “coronarse” es lo deseable: es decir, ampliar la cantidad y calidad de mercancías que uno consume. La idea de felicidad sigue estando ligada no al desarrollo personal ni espiritual del ser humano, sino al nivel de consumo “como forma de ocupar el (o suplantar la falta de) tiempo libre”. Es, de todos modos, una cuestión comprensible en vista de que el arte vendría a reflejar justamente rasgos de su época.
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"Del barrio para el barrio y yo soy el referente"
Soy la voz del marginado
con fuego va cada letra
puedo ser pobre de plata
pero yo no estoy en ventaLa realidad es una
después ustedes interpretan
respeto pa el que trabaja
pal que estudia y respeta
"Bienvenidos a mi barrio", Callejero Fino.
El cineasta y escritor César Gonzales, en una entrevista para Caja Negra, denuncia que se sigue mostrando al villero como “lo exótico” e indica que todavía toca dar pelea para que se entienda que “hay seres humanos en las villas y si hay seres humanos hay complejidad, contradicciones y una infinita gama de colores a nivel de conducta, de formas de relacionarse”. Es decir, desalienta la visión simplista y sin relieves hacia quienes viven en los barrios populares aunque sin romantizar. Por ejemplo, las grandes cadenas de medios caen en ambos vicios: si les toca hablar de CF señalan sin miramientos que estuvo en cana mientras dejan de lado hechos como que fue una promesa de Boca o que ganó las olimpiadas de matemáticas. Si no caen en la crítica pura, romantizan el “salir de abajo” de los artistas del RKT para mostrar cómo prosperaron gracias a su esfuerzo. Es decir, para reforzar, con una voz que goza de gran llegada a los sectores populares, la lógica meritocrática. Esta promoción de una lógica afín al capitalismo se da no solo en las canciones, también en varios vivos y entrevistas que han dado los exponentes del RKT.
Puede que siga funcionando la lógica utilitaria para este caso. Para todos los cantantes de RKT, de hecho. Ninguno se fue de su barrio y hacen explícito el deseo de quedarse ahí hasta la muerte. En tal caso construyen en su mismo terreno una casa de lujo. Muchos -no todos lo divulgan-, apadrinan comedores de su barrio. Hay, con el lugar donde se consagraron, una suerte de ida y vuelta: luego de que coronan, el barrio alimenta aún más la llegada de esos artistas, se identifican y referencian en ellos. No por nada el dolor de la muerte de El Noba fue el dolor no solo de la escena, sino de todo un barrio: se les iba quien daba a conocer Florencio Varela para toda la Argentina. Esto es algo que diferencia a los artistas del RKT, el Turreo y la Cumbia 420 de cualquier otro género de la música urbana, y quizás explique parte del éxito: hay un nivel de organicidad considerable que parecen no estar dispuestos a perder ni aunque otro lugar les ofrezca servicios básicos, más amplitud y menor contaminación.
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“Cheto$ VS Turro$”
“Hoy denominan ‘turro’ a alguien que usa tres líneas, por ejemplo. No sé, se puso una campera Adidas o Nike y ya le dicen ‘turro’ y yo creo que eso no te hace turro.” responde El Noba en una entrevista que le había hecho Lesa -o Mauro Albarracín-. “Lo que te hace turro son los códigos, el respeto, los valores”, continúa.
“Es que somo’ muy distinto’ ¿cómo te lo explico?/ si hay pa’ uno hay pa dos” establece CF en “Bienvenidos a mi barrio”. “¿Qué saben los chetos de los turros?”, arranca diciendo Alejo Isakk en “Cheto$ VS Turro$”. El RKT se puede permitir disparar abiertamente contra los chetos porque no hay ningún cantante de RKT que no haya salido del barrio. Eso es lo nodal que lo separa de los chetos: no es solo haber estado o no en cana, ni los fierros, ni correr un riesgo constante de caer en manos de la Policía. Tampoco marca la diferencia cuánta plata tenga uno, porque es probable que CF tenga mucha más que algunos empresarios: es el respeto, la solidaridad mutua, el mantenerse siempre igual y seguir con el mismo grupo de amigos. Si bien no podemos hablar de odio de clase, sí hay en esta diferencia que se traza un desprecio hacia quienes hacen nuestra vida algo angustiante y sufrido, quienes nos niegan el disfrute y la plenitud. Esto es, la burguesía: una clase que no produce nada y vive a expensas de nuestro sacrificio diario.
Imagen de "Los pibes de las motos" ┃ Alejo Isakk muestra una silla rota que todavía usa ┃Imagen de "Motorcito RKT".
Los turros, dicho sea de paso, no tienen cualquier edad. Son especialmente jóvenes y hacen gala de esta juventud. Por ejemplo, Alejo Isakk eligió “el menor del movimiento” como epíteto, cuando coronó con tan solo 14 años. Muchos insisten además en que se van a morir así, jóvenes. Que no llegarán a los 20 e incluso que se rodean de guachos que “no llegan a los 18” y en su imaginario está una muerte similar a la de El Potro o de El Noba.
“No paso cabida porque soy menor/ si preguntan por los papeles ¡no!/ entro hoy, salgo hoy”, jetonea Alejo Isaak, el menor del movimiento, en el remix de “Los pibes de las motos”. “Mi hermano con un trucho colgando en La Colectora/ raspando la parrilla estamos chelos como El Noba”, abre El Turko Al Corte en esa misma canción. Es que la juventud que ostentan se mezcla con un elemento necesario para pertenecer al colectivo turro. Este elemento son las motos: probablemente lo único a lo que pueda acceder nuestra generación, que sabe que le está vedado el acceso a la vivienda propia y que muchas veces ignora qué es el aguinaldo o las vacaciones pagas. Aunque podemos pensar que no se da solo por ostentar aquello a lo que sí se accede -se haya coronado o no-, sino porque la moto forma parte de la identidad de los turros y es un elemento que permite moverse en masa y, en simultáneo, hacerse ver y escuchar, para no ser solo “Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada”. Este culto va más allá de El Noba y lo podemos encontrar de lleno en canciones como “Butakera”, “Motorcito RKT”, “Trucho” y la ya citada “Los pibes de las motos”.
Este carácter de inmutabilidad -ser siempre jóvenes- se extiende al conjunto de la vida. “Sigue siendo el mismo”, responde cualquier amigo o vecino de algún exponente de RKT o Cumbia 420. Quienes coronan pueden pasar de tener condiciones de vida por demás degradadas a usar cadenas de oro y “conjunto’ de to’ lo’ colore”, andar en autos y motos de alta gama y volar en primera clase. Pero hay cosas que no es lícito cambiar y no es solo el barrio y el grupo de amigos: se sigue comprando Coca en el mismo Kioskito, se sigue jugando a los mismos deportes y hasta manteniendo los mismos muebles deteriorados. En otras expresiones de la escena urbana -como el Trap-, les artistas llevan una vida que podría ser la de un empresario y no tienen ningún prurito en mostrarlo así. Los exponentes del RKT y de la Cumbia 420, no. En tal caso, como L-Gante, hacen una casa de lujo en el mismo lote que los vio crecer.
El éxito del RKT y la necesidad de construir otro imaginario posible
Todo lo recién desarrollado muestra por un lado que podemos empatizar con el RKT por identificar en él las mismas experiencias que vivimos en los barrios. Por el otro, que los artistas de este género mantienen un diálogo, incluso una simbiosis con el barrio y esto se expresa tanto en las letras y en las escenas que retrata como en su vida cotidiana. Este diálogo es profundamente orgánico y quizás esto pueda venir a explicar parte del éxito: no se busca emular la vida de los chetos, sino que se mantiene fiel a los espacios que hicieron posible su existencia, su estética, y pone por delante ese vínculo.
El tono o el ánimo con el que son abordadas las letras también podrían explicar parte del éxito del género. El RKT exhibe de forma directa la vida cruda que hay en los barrios pero esto no lo hace ni a modo de denuncia ni mostrando frustración. El tono, por el contrario, es optimista y hasta un tanto empoderante. Mediante este tono construye un imaginario alternativo al del trabajo inestable e informal, la falta de vivienda digna y el hambre. Este imaginario podría ser una suerte de contrapeso a las innumerables frustraciones que azoran las vidas de los pibes en los barrios aunque encierra por lo menos un par de contradicciones: es un contrapeso que no encuentra asidero en la vida real para las enormes mayorías y, si bien plantea aspiraciones más elevadas que la miseria de lo posible, no pone en cuestión al mismo régimen que genera las penurias de las que “los pibes de las motos” buscan escapar. Además, sugiere vías que son propias de este sistema. Esto, sin embargo, tiene todo el sentido del mundo: responde al estado actual de la conciencia de las masas.
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De la calle del barrio al set de filmación ¿un momento bisagra para el RKT?
El “723” nace de la dirección de la casa de Derqui de Callejero Fino. No solo fue su lugar en el barrio durante la domiciliaria, nucleaba a todo el movimiento en las “juntadas callejeras”, donde el Calle ya empezaba a pedir alimentos no perecederos para repartir por el barrio. Más tarde, el frente de Uruguay 723 sería un punto donde El Calle filmaría, de Pa Tra’ en adelante, varios de sus videos. Hizo de esto hasta una estética, donde aparecía la pulsera de arresto en primer plano. En los últimos meses, CF estuvo soltando otro tipo de videos: el caso más representativo es “Traidora”, claramente hecho en un set y hasta con actores. El tema de la canción es de reproche a alguien que le rompió el “cora”. Anteriormente había salido “Que te vaya bien”, “TOY CHILL” y “Al piso”. Este último, curiosamente reproduce con la escenografía el aspecto del frente de Uruguay 723. Esta cuestión puede hablar de un pasaje: de la calle al set. Es pronto para afirmarlo, pero podríamos pensar en que ese pasaje vendría a ser un símbolo de un recorrido posible del RKT. Esto es de lo controversial a lo domesticado, de lo under a ser algo quizás no mainstream pero sí normalizado.
En relación al trap, y sobre todo respecto a Duki, muches fans marcan que ya no es rockstar: ya no son tan incorrectos, no hablan tanto de drogas sino que le cantan al amor ¿va a pasar lo mismo con el RKT? Eso es una incógnita aún abierta. Lo que podemos decir es que para que sea asimilado hay algo que juega a favor y algo en contra: la cantidad de visualizaciones y reproducciones muestran al género como una mina de oro que recién se está empezando a explotar. Por otra parte hay una dificultad estética -por así decir- a diferencia de lo que pasa con el trap: es un género mucho más “de negros villeros”. Vale aclarar que la cumbia villera, para tener el simple derecho de sonar, tuvo que insistir y resistir durante muchos, muchos años.
En resumen, el RKT es una expresión cultural de la juventud de los barrios y como tal muestra parte de la complejidad y de las contradicciones de este sector: los aspectos que podríamos considerar reivindicables aparecen a la par o entrelazados con aquellos que podríamos pretender superar. A la vez, guarda con los lugares que los ve crecer una relación muy cercana, casi simbiótica, cuestión que puede explicar el éxito del género por permanecer orgánico en los lugares donde por excelencia se consume. También, el tono optimista y empoderante que construye un imaginario no tan angustiante como lo es la vida real. De momento, este tono se logra junto con un carácter indisciplinado e incorrecto. Paga el costo correspondiente: el estigma. De todas formas este estigma no impide que el mercado pose los ojos sobre el género, ya que promete engordar las cuentas de más de una plataforma y/o productora. Aunque, poner la ganancia por delante de todo, podría representar un límite para la libertad de expresión de los artistas: podrían pensar dos veces o hasta guardarse qué opinan en relación a hechos políticos como, por ejemplo, los ataques proferidos por Milei hacia Lali Espósito.
El RKT es lo que es y es natural que refleje aspectos y lógicas conservadoras e ideas que son propias de la burguesía. Después de todo, ¿por qué tendría la obligación de mostrar elementos que no se condigan con el estado de la conciencia actual de la sociedad? Si como señalamos más arriba, “la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”. Esto, de todos modos, no veda la posibilidad de que se expresen otras cosas. Por ejemplo: el hecho de no seguir al pie de la letra el “sálvese quien pueda” que impone el sistema a diestra y siniestra. Por ejemplo, la reivindicación de valores como la amistad, los códigos y el cariño y la fidelidad al barrio.
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