La iniciativa política de Pedro Sánchez puede llevar al PSOE a convertirse en un pilar de un renovado Régimen del 78.
Miércoles 10 de febrero de 2016
Foto: EFE
El secretario general del PSOE no sólo consiguió parar la pasokización del partido socialista en las pasadas elecciones generales con su giro verbal a la izquierda sino que al plantear una alternativa “progresista y reformista” al PP puede llevar al PSOE por el camino de la recuperación política. A pesar del obstáculo de los barones y del osificado Felipe González, Pedro Sánchez ha iniciado el intento de formar un gobierno con Podemos pero sin someterse a la dinámica de subordinación que le quería imponer Pablo Iglesias. La chulería escénica de Pablo Iglesias la está combatiendo Pedro Sánchez “tendiendo la mano a izquierda y derecha”, de tal forma que si bien Podemos se hace importante para la negociación no se vuelve imprescindible. Sánchez, consciente de que Iglesias y los suyos están locos por pisar moqueta, está marcando los tiempos para la constitución de un “gobierno de progreso”. No siendo esto una tarea fácil, porque los números están más que ajustados, no es un quehacer imposible.
La impaciencia de Pablo Iglesias por convertirse en vicepresidente es tan obvia que ha tirado por la borda hasta la prudencia formal, tanto que se ha propuesto a si mismo. Su impaciencia simplemente la ha adornado de bravuconería verbal, que se queda en eso porque con los diputados de Podemos no es suficiente para que el PSOE pueda constituir gobierno. Pablo Iglesias ya abandonó la idea del cambio de régimen político, el denominado proceso constituyente. Ahora habla de una segunda Transición, lo que no sólo es legitimar la primera, la que convirtió a la Corona en partera de la “democracia” y no en heredera directa de Franco, sino que la segunda, de concretarse, tendría el resultado de fortalecer políticamente el propio Régimen del 78. La figura del antaño “niño terrible” al actual “responsable hombre de Estado” es una de las dos caras de la misma moneda Pablo Iglesias. De ahí que el programa electoral vaya perdiendo vigor por la izquierda hasta ser equiparable al presentando este lunes por el PSOE de Pedro Sánchez.
El proceder oportunista de Pablo Iglesias, es decir, entrar sí o sí en el gobierno con el PSOE, puede producir el efecto de reforzar a un partido de la “casta” y, por lo tanto, al propio Régimen del 78. Si el PSOE conforma un gobierno con Podemos, con ciertos apoyos parlamentarios de Ciudadanos, Pedro Sánchez obtendrá una doble victoria política, evitará el declive de su partido y, al mismo tiempo, reforzará el Régimen del 78. De esta forma, Felipe VI ya no será el heredero del heredero de Franco sino el flamante Jefe del Estado al que Pablo Iglesias le expone, antes que a nadie, por respeto político, su estrategia de gobierno con el PSOE. Podemos en el gobierno le daría estabilidad al Régimen del 78 al limpiar de la mancha de la “casta” al PSOE y al convertir al monarca Felipe VI en la cúspide natural del Estado. Esto supondría que el Régimen del 78 estaría legitimado socialmente por un cierto periodo político, hasta que la agudización de la crisis económica del capitalismo mate la ilusión electoralista.
Podemos es en el Estado español la quintaesencia del proceder oportunista del nuevo “reformismo”, no de aquel reformismo socialdemócrata que tenía que acordar con la burguesía mejores condiciones de salario y de trabajo para la clase obrera para que esta no se soliviantara socialmente persiguiendo el objetivo de superar el capitalismo, sino el reformismo del mal menor porque la revolución social es una imposibilidad existencial, un sueño quimérico. Así, Podemos -y sus parientes neo-reformistas como Syriza- no sólo no tiene una práctica para cambiar el mundo sino que niega que esto sea posible, convirtiéndose de esta manera en un defensor a ultranza de la disminuida democracia burguesa. Si la burguesía, como clase dominante, se niega a ver que el capitalismo es un régimen económico, social y político históricamente perecedero, Podemos apuntala hoy esta idea anti-dinámica negando el sueño de la razón.
Si el proceder oportunista de Pablo Iglesias, de su Consejo Ciudadano y de sus secretarios generales, se caracteriza por pisar moqueta sí o sí, que el tiempo apremia, tiene una gran diferencia con la vieja socialdemocracia ya que al contrario que esta no tiene ningún vínculo orgánico con la clase trabajadora. Esto quiere decir que cuando la crisis del capitalismo se agudice Podemos no podrá contener las movilizaciones sociales como hizo el PCE y el PSOE en la Transición, porque no tendrá ningún lazo organizativo con el pueblo trabajador y la “ilusión política” dará paso al cabreo social. Nueva coyuntura que podría traer un brusco giro a la derecha si la izquierda revolucionaria –hoy más que modesta en su dimensión numérica pero con potencialidad de crecimiento social gracias a que sustenta un mundo nuevo- en este tiempo que medie entre la ilusión política y el cabreo social no es capaz de articular socialmente una alternativa al capitalismo. El problema, entonces, no sería que el viento histórico se llevase a Podemos sino que la vacuidad política de este trajera el huracán de la extrema derecha.