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Red Internacional
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CHILE/A 45 AÑOS. El Tanquetazo: la sublevación militar que anticipó el derrocamiento de Salvador Allende

Su palacio presidencial fue atacado por seis tanques y ochenta soldados. Cundió la alarma. Era la prueba de fuego de la revolución chilena y el ensayo general de la contrarrevolución.

Jueves 29 de junio de 2017

Foto: Columna del Regimiento de Blindados N.° 2 avanza por el centro de Santiago hacia el Palacio de La Moneda.

La mañana del 29 de junio de 1973, casi dos meses antes del golpe de Pinochet, el palacio presidencial de Salvador Allende, reconocido mundialmente por su “vía pacífica al socialismo”, fue atacado por el Regimiento de Blindados N° 2 de Santiago. Con seis tanques, ochenta soldados y diez vehículos de tropa la contrarrevolución asomaba cabeza en lo que parecía ser un golpe de Estado, pero que dado su fácil y rápido sometimiento generó la duda de si habría sido este en realidad su inmediato objetivo. Fue así como se abrió la interrogante y se instaló la idea del ensayo de golpe, lo que posteriormente sería ratificado por el propio Pinochet en el poder. ¿La técnica utilizada? La del tiro de reglaje.

Antecedentes

Una semana antes, el 21 de junio, la clase obrera chilena se movilizaba en lo que hasta ese momento había sido una de las mayores demostraciones de fuerza en las calles: el paro nacional antigolpista. Había sido convocado por la Central Única de Trabajadores y validada por los Cordones Industriales, los organismos embrionarios de doble poder que habían surgido para enfrentar el lock out patronal que nueves meses atrás habían impulsado los gremios patronales para desestabilizar al gobierno. Era el despliegue de un gran frente único obrero antifascista y con amplio respaldo popular.

Pero ese mismo día el Gobierno de la Unidad Popular descubría un plan conspirador para derrocar a Allende. Caía detenido por ello el capitán Sergio Ramón Rocha. Hasta ese momento la estrategia de la reacción chilena había sido la del desgaste, conocida como la de los mariscales rusos: golpear al Gobierno sistemáticamente en el marco de la democracia burguesa, buscando crear condiciones favorables para la destitución constitucional a través del Parlamento y la Justicia. Pero la resistencia obrera y popular llevó a la reacción a agotar cada uno de esos cartuchos: luego del fracaso de la derecha en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 y la derrota de la huelga minera liderada por sindicatos demócratacristianos, la estrategia de la oposición pasa a ser la del golpe militar.

La sublevación del Regimiento de Blindados

La mañana del 29 de junio se presenta al regimiento el teniente coronel Roberto Souper, quien ya tenía orden de arresto por estar implicado en la conspiración descubierta. Los oficiales subalternos lo reciben con la unidad militar preparada y dándole a elegir entre ser arrestado o liderar la acción planificada. La columna de 16 vehículos armados, entre ellos tanques M41 Walker Bulldog, y ochenta soldados avanzó rápidamente por la avenida Santa Rosa desde el sur de la ciudad hasta cercar, en el centro y abriendo fuego, el palacio presidencial de La Moneda y el Ministerio de Defensa. En el ataque un tanque irrumpiría en el ministerio ametrallando su frontis para rescatar al capitán Rocha. En la sublevación morirían 22 personas (civiles y militares), entre ellos el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen, tristemente célebre por filmar su propio asesinato.

Leonardo Henrichsen. Camarógrafo argentino asesinado durante el Tanquetazo

La clase obrera responde

La noticia de la sublevación militar recorre todos los medios. El pánico se extiende por Santiago y nadie tiene certeza de cuál es el verdadero alcance de este movimiento. Los medios opositores celebran el alzamiento y se niegan a transmitir la cadena nacional del Gobierno. Desde temprano Allende envía señales por radio llamando a la contención y reforzando la confianza en las tropas leales al régimen. En efecto, el general Carlos Prats (asesinado en Buenos Aires en 1974 por un comando de la policía secreta de Pinochet) liderará las tropas leales a Allende.

Pero la clase obrera, que supo inmediatamente el significado del alzamiento, desencadena una gran ofensiva popular. Se extienden las tomas de fábricas y los obreros levantan barricadas cercando Santiago y avanzando en brigadas desde la periferia hacia el centro. Junto a ellos los campesinos comandados por sus consejos comunales tomaban las tierras, requisaban vehículos y cortaban los accesos a la ciudad. Las directivas de los Cordones Industriales envían órdenes para requisar transporte, nafta y armamento popular en espera del llamado de Allende, quien ya había dado una señal: “Llamo al Pueblo para que tome las industrias, pero no para ser victimizados. Que el Pueblo salga a la calle pero no para ser ametrallado. Que lo hagan con prudencia con cuanto elemento tengan en sus manos. Si llega la hora, armas tendrá el Pueblo”. Los Cordones Industriales se refuerzan y extienden: las fábricas más conservadoras se radicalizan a la luz de los hechos y surgen nuevos cordones. Comienza la efervescencia de las masas en la carrera de velocidades entre revolución y contrarrevolución.

La sublevación aparentemente fracasa

El general Prats se propone derrotar el intento golpista antes del mediodía buscando evitar su contagio en otras unidades. De hecho, no le fue fácil encontrar respaldo en la Escuela de Suboficiales, quienes no querían enfrentarse a otras unidades militares. Por su parte, en la Escuela de Oficiales algunos estudiantes emplazaron a las autoridades a respaldar el levantamiento.

El rescatado capitán Rocha asume la conducción de los sublevados y se enfrenta con efectivos del Regimiento Tacna siendo herido. El general Prats va personalmente tanque por tanque exigiendo su rendición con éxito. Souper se mantiene al sur del palacio presidencial con un grupo de tanques y soldados, sin embargo tras la llegada del Regimiento de Infantería N.° 1 bajo la conducción del “leal” general Pinochet, Souper se repliega al sur de Santiago seguido por sus hombres y refugiándose en un batallón en donde se entregará luego de ser rodeado por fuerzas del Regimiento Tacna. Prats atraviesa a pie el palacio de La Moneda para encontrarse con Pinochet al otro lado del recinto con un abrazo. Pickering despeja de rebeldes el lado occidental y Salvador Allende, quién se había mantenido en la Dirección General de Carabineros dando órdenes, llega al palacio al mediodía siendo recibido por el comandante en jefe del Ejército Carlos Prats. El Tanquetazo había terminado.

Jefes del ejército supervisan la supresión del Tanquetazo. De izquierda a derecha: comandante de institutos militares Guillermo Pickering, comandante en jefe del Ejército Carlos Prats, ministro de Defensa José Tohá (PS) y general de ejército Augusto Pinochet

Esa noche una multitud furiosa concentrada frente al palacio de La Moneda reclama el cierre del Congreso Nacional, tribuna destituyente de la reacción, por su silencio cómplice con el alzamiento. Desde el balcón y acompañado por los jefes de las Fuerzas Armadas, Allende responde con su negativa a transgredir las instituciones constitucionales del régimen democrático burgués reafirmando su convicción por la vía pacífica al socialismo. La multitud responde con silbidos. Por el contrario, Allende propone convocar a un referéndum.

El tiro de reglaje

El tiro de reglaje es una técnica en la estrategia militar que se basa en la búsqueda de golpear el objetivo a través de aproximaciones. Es lo que utiliza un tanque antes de hacer uso de su cañón. Éste cuenta a su costado con un rifle que precede al cañonazo. Una vez que el tiro de reglaje ha sido disparado se corrige el margen de error entre el tiro y el objetivo, para luego dar lugar al golpe definitivo. La sublevación del Regimiento de Blindados del 29 de junio de 1973 fue el tiro de reglaje del golpe de Estado de Pinochet del 11 de septiembre. En los dos meses que se contemplan entre ambos acontecimientos la contrarrevolución se encargó de corregir el “margen de error” con el fin de asestar el golpe definitivo, el cual sería liderado nada más ni nada menos que por uno de los propios generales leales que abatieron el Tanquetazo, el general Augusto Pinochet. Éste, en 1990 en su Camino recorrido: Memorias de un soldado, además de reconocerse como el principal autor del Tanquetazo, aclara que la acción había servido para que los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas pudieran medir la capacidad de respuesta de las fuerzas pro Unidad Popular, registrar el tipo de armas que éstas usaban y comprobar el nivel de respuesta de la población a los llamados de Salvador Allende.