La masacre del 8 de septiembre de 1978 en Irán contra una protesta que exigía la caída del Sha, es considerada el día que dio comienzo a la Revolución Iraní, un proceso que tuvo consecuencias cuyo alcance vemos hoy en día.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Miércoles 8 de septiembre de 2021 10:56
Fuente: National Geographic
La masacre del 8 de septiembre de 1978 en Irán contra la protesta que exigía la caída del Sha, que tomó el nombre de Viernes Negro, fue considerada como el detonante de la revolución que destronó al monarca Sha Reza Palhavi. Esa revolución fue dirigida por estudiantes, trabajadores y campesinos que lograron una extendida auto organización que hizo temblar a los regímenes de todo Medio Oriente y cambió el mapa geopolítico y social de la región.
El Sha había impuesto un régimen de control policíaco jamás visto. El dinero que entraba por la exportación de petróleo iba directamente a enriquecer al ejército y a los servicios de inteligencia. Esto fue duramente cuestionado por la intelectualidad, artistas y estudiantes que reivindicaban la identidad cultural iraní. Ellos repudiaban los métodos represivos de la policía de inteligencia más salvaje del mundo, la SAVAK, contra la oposición y principalmente la religión musulmana durante décadas.
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En enero de 1978 el periódico semioficial Ettela’at – el medio gráfico escrito en persa más antiguo del mundo – publicó un artículo calumniando y atacando al ayatolá Ruhollah Jomeini que vivía en el exilio, donde se lo acusaba de ser hindú que era financiado por Gran Bretaña, y que servía a los intereses de Occidente. Este artículo provocó la reacción de los estudiantes religiosos de la ciudad de Qom (un importante centro religioso) que llevaron a cabo una sentada en protesta contra el Sha. La policía dispersó la manifestación dejando decenas de muertos.
Desde ahí comienza a haber manifestaciones cada 40 días - lo que dura el luto musulmán - como reivindicación simbólica cultural conmemorando a los muertos. Las protestas crecen en cada ocasión, sumando más y más manifestantes provenientes de los sectores más pobres del país vinculados a la producción tradicionalista de los bazares y las mezquitas. Este hecho fue clave ya que la principal oposición al régimen era de carácter secular, pero a partir de allí los líderes religiosos comenzaron a tener mayor protagonismo.
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En agosto de 1978, se proyecta una película sobre la vida degradada durante los años de la Revolución Blanca en el cine Rex en la ciudad de Abadan, llamada The Deer. Allí ocurre un incendio donde mueren los 420 espectadores. Si bien nunca quedó claro el hecho, la gran mayoría de los iraníes opinaba que había sido la SAVAK.
Para repudiar el hecho, miles se manifestaron en diversas ciudades al grito de “¡Muerte al Sha!” y “Fuera EEUU”. En Teherán se manifestaron más de 1 millón de personas el 5 de septiembre de forma pacífica. El Sha impuso la Ley Marcial y sacó al Ejército para contener las protestas con más represión al tiempo que daba concesiones políticas y religiosas.
El 8 de septiembre de 1978 miles acudieron a las plaza Jaleh en Teherán, la policía abrió fuego contra la manifestación pacífica. Ese día, según las crónicas, entre 900 y 3,000 manifestantes fueron acribillados, quedando en la historia como el Viernes Negro.
Esa masacre rompió toda posibilidad de diálogo, e inmediatamente se impulsó una huelga general en los principales sectores de la clase obrera industrial. Sobre todo en los petroleros de Teherán y del complejo petroquímico de Bandar Shapur que arrastran a los de Isfahan, Shiraz, Tabriz y Abadán. Estas huelgas se fueron extendiendo al resto de las fábricas estatales, el transporte y las comunicaciones. En pocos días la producción de petróleo cayó en un 30 % teniendo impacto en el mercado mundial. Los reclamos salariales y por mejoras en las condiciones de vida tomaron rápidamente carácter político exigiendo la caída del Sha.
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Durante esos meses se fundaron los shoras, una forma de autoorganización similar a los soviets rusos donde había una enorme influencia de los partidos de izquierda (debilitados por años de persecución de la SAVAK y el exilio).
Para Washington que venía sosteniendo al Sha, su continuidad estaba comprometida. Debía evitar una revolución en Medio Oriente, por eso comenzó a contactar a líderes religiosos vinculados a Jomeini y los líderes del Frente Nacional con la intención de que el gobierno resultante sea proestadounidense en el marco de la Guerra Fría.
Entre octubre y noviembre el país estuvo paralizado por una huelga general insurreccional articulada por las principales ramas de la economía: refinerías, fábricas, comercio, universidades, transportes, comunicaciones, acerías, minas de cobre, ferrocarriles y puertos.
El Sha intentó poner paños fríos. Conformó un “gobierno de conciliación nacional” planteando una serie de concesiones: libertad a los presos políticos, cortó el suministro de petróleo a Israel, recortó el presupuesto militar y disolvió la SAVAK. Carter envía al general R. Huyse para garantizar que las fuerzas armadas se mantengan firmes junto al gobierno mientras abrían negociaciones con la oposición liberal e islamista. EEUU no podía permitir que la URSS avance en Medio Oriente luego de fundar la República Democrática de Afganistán.
La radicalización del movimiento huelguístico acorraló al Sha que huye en unas vacaciones permanentes a mediados de enero de 1979. El 1 de febrero, Jomeini es recibido por 5 millones de personas en el aeropuerto de Teherán. Inmediatamente nombró un gobierno provisional encabezado por un miembro del ala islamista del Frente Nacional. Pronto se establece el Consejo Revolucionario y los Khomites islámicos protegidos por los pasdarán (conocida como la Guardia Revolucionaria).
La caída del Sha desató la lucha política sobre qué tipo de régimen establecer. En ese momento Jomenini no lideraba el total de la revolución. La influencia se repartía entre la burguesía liberal, y la izquierda (que se había acoplado al discurso “antiimperialista” de Jomeini). Una de las primeras manifestaciones contra el proyecto islámico fue el 8 de marzo, cuando se quiso restablecer la obligatoriedad del “velo”. Cientos de miles de mujeres tomaron las calles de Teherán contra aquella medida. También el Primero de Mayo de 1979 se congregaron 300,000 personas en la capital. Mientras tanto miles de estudiantes se negaban volver a clases. Los shoras (que habían logrado un poder territorial extendido pero localizado en los centros industriales) desoyeron al Consejo Revolucionario de volver al trabajo, y los pedidos de Jomeini de que se disuelvan.
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Los shoras rápidamente comenzaron a enfrentarse al gobierno provisional y profundizar las medidas exigiendo aumento de salarios, mejoras en la vivienda mientras nacionalizan varias fábricas. Sin embargo, la lucha se daba de manera corporativa por cada establecimiento, sin llevar a confluir en grandes coordinadoras. Los objetivos políticos de los shoras comenzaron a naufragar al ritmo de que Jomeini avanzaba en represión e influencia enfrentándose cada vez más abiertamente. Al dejar de ser un de líder religioso para ser un líder político realizó una maniobra de masas: en abril convoca a un referéndum, ¿Monarquía o República Islámica? El 99 % votó por la segunda opción.
Los intentos de diversas organizaciones para boicotear este plebiscito y las elecciones al Consejo de Expertos -donde participó el 40 % del padrón- mostraban que a Jomeini le costaba levantar su “Estado Islámico”.
La Constitución propuesta religiosa de Jomeini daba lugar lugar a la existencia de un Líder Supremo que se posiciona por encima de toda la sociedad y sólo respondería ante Dios hasta la vuelta del profeta. Esta traería leyes de opresión hacia las mujeres y una rigurosa Ley Islámica. Sin embargo, tuvieron que conceder que el presidente fuese electo por voto popular, conteniendo formalmente derechos sociales como educación gratuita, salud y vivienda, libertad de expresión, entre otros.
Hubo una amplia oposición dentro del gobierno provisional, pero también de miles que se opusieron al documento escrito con la sangre de los asesinados por la represión, incluyendo el aplastamiento de los kurdos y azerbaiyanos que esperaban conseguir su autodeterminación.
La represión, la toma de la embajada de Estados Unidos en 1979 y la invasión de Sadam Hussein en 1980, le permitieron al nuevo régimen consolidarse e imponerse. El ataque de Irak le permitió a Jomeini desviar las tensiones de la población mientras ejecutaba a más de 8 mil opositores, entre militares, militantes de izquierda, mujeres, trabajadores y estudiantes, cuyas raíces no se encuentran en ningún fundamento religioso, sino en la instauración del régimen mediante el terror bajo el nombre de la República Islámica de Irán.
Aquel Viernes Negro del 8 de septiembre de 1978 dio impulso a la Revolución Iraní, que comenzó por demandas democráticas y sociales con raíces en las clases explotadas, dando a la clase obrera la posibilidad de desarrollar organismos de autodeterminación de masas. Pero la ausencia de una dirección revolucionaria, el seguidismo de las organizaciones de izquierda al gobierno de Jomeini con la ilusión de que instauraría una “democracia”, le permitieron a éste establecer un régimen tan opresivo y reaccionario como el anterior.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.