Como parte de una serie de artículos dedicados al 46° aniversario del Villazo, entrevistamos a Ernesto Rodríguez, profesor de Historia e historiador de esta gesta obrera y popular, para que nos aporte su visión sobre qué significa hoy en día estudiar este proceso.
Martes 17 de marzo de 2020 10:37
¿Qué te llevó a estudiar El Villazo?
Yo nací y pasé la mayor parte de mi vida en un bario obrero, en ese momento recientemente creado. Ese barrio es el barrio Malugani, uno de los barrios, o de los loteos, que se realizaron en las primeras décadas de la instalación de Acindar. Por esta razón es que la gran mayoría de las personas que vivían en allí eran obreros jóvenes y, por lo tanto, me crié en un barrio donde la mayoría de mis amigos eran hijos también de obreros… algún encargado o supervisor de las fábricas, pero en general eran mayoritariamente obreros y con el correr del tiempo mis amigos se convirtieron (y yo también) en obreros de las fábricas. La mayoría de nosotros estudiamos el industrial, por lo cual también, digamos, el perfil de nuestro estudio nos llevó a una relación laboral con alguna de las empresas metalúrgicas o de los talleres dependientes de esas empresas.
En mi niñez, cuando se produjo el villazo, si bien tenía 11 años y en la represión posterior tenía 12, algunas cosas ya las tenía claras. Es en el barrio Malugani y en los barrios próximos en donde se registra la mayor cantidad de víctimas de la represión. Es el caso de Rodolfo Mancini, Jorge Andino, Pedro Reche, los Salinas, Ojeda, Lobotti, José García… todos eran de Barrio Malugani o de barrios lindantes como barrio Altamira, Cilsa… y el otro gran barrio obrero popular donde también hubo situaciones de violencia importantes fue el barrio San Lorenzo, aunque con menor cantidad de muertos en relación a mi barrio.
También fue un barrio en el que ingresaron, a fines de la década del 60 y principios de los 70 obreros jóvenes, que tenían algunos años más que yo y que los conocía y que por lo tanto vi parte de su militancia, como el repartir de las publicaciones de las tendencias a las que pertenecían y que luego sufrieron algún tipo de violencia política, persecución, cárcel o directamente fueron asesinados. Además de esto, también en este barrio vivían trabajadores que estaban identificados con la patronal o con la represión, de un modo u otro, es decir, carneros, gente que marcó a otros compañeros, entregadores… no sé si tanto los que formaron parte de la patota, pero en los barrios también hubo gente que formó parte de la patota, quizás más identificable en Barrio San Lorenzo que en Malugani.
Eso llevó a elegir la Historia como mi carrera terciaria, luego de terminar en la escuela San Pablo. Si bien por un mandato familiar (se supone que el hijo de un obrero tiene que seguir alguna carrera vinculada con la ingeniería) hice el cursillo para ingresar a ingeniería, tenía la posibilidad de hacer también el cursillo para Historia, y una vez que empecé esa carrera nunca más la dejé.
Cuando en el último año de carrera tuve que elegir el tema del Seminario de investigación final, en un principio mi interés estaba centrado en una parte de la lucha obrera de villa constitución, que era la lucha de los trabajadores anarquistas, pero como suele suceder en muchas localidades, en villa constitución no estaba conservado el patrimonio histórico, los últimos líderes sindicales ya habían fallecido y, por lo tanto, no había una cantidad de fuentes que me permitiera abordar la problemática de las luchas sindicales anarquistas durante la década del ‘20 y ‘30 en Villa. Por eso extendimos el período hasta abarcar el villazo y la posterior represión, en un momento en el que todavía no se hablaba demasiado del tema. Esto fue en el ‘86, es decir, habían pasado recién 3 años de la dictadura, todavía había mucho temor, algunos de los exiliados aún no habían vuelto y, por lo tanto si bien en algunos casos hubo entrevistas que fueron importantes (fuimos los únicos entrevistadores antes de que esas personas fallecieran), también las entrevistas de esa época estaban atravesadas por el temor y por lo tanto también muchas veces el recorte de la información que se proporcionaba y la construcción del discurso era, por decirlo de algún modo, alfonsinista.
Pero era una forma de dar respuesta a muchas de esas conversaciones que se hacían en voz baja, mirando mucho a quién se tenía al costado antes de decir algo, escuchando versiones muy disímiles según la compañía… pero principalmente tratando de poner sobre el papel un relato que todavía era difícil que pudiera emerger en Villa Constitución, que explicara los hechos que en mi ciudad habían afectado particularmente a mi barrio, a la gente más cercana. Era una Historia que me atravesaba, a mí, a mi población, a mi gente, a mi clase social.Siempre sentí una deuda con esos jóvenes que conocí en mi barrio y creo que una forma de poder comenzar a pagar esa deuda era escribiendo sobre ellos, sobre su historia, su vida y su experiencia porque, como dicen por allí, si los recordamos nunca mueren. Yo estoy convencido de que hicieron todo lo posible para construir un mundo mejor para los que veníamos atrás.
¿Qué te parece que aporta el estudio de la clase obrera en esta región?
Desde el punto de vista cuantitativo, la huelga del villazo fue estudiada por una gran cantidad de investigadores, tanto en el país como en el exterior. Se han dedicado a ese estudio historiadores profesionales de distintos niveles, tanto terciarios y universitarios como también se han escrito tesis doctorales (como la de María Cecilia Cangiano o la de Victoria Basualdo) no solo en Historia sino también en otras especialidades como las Ciencias Políticas y la Sociología (Agustín Santella, Agustín Prospitti, Andrea Andújar). Es una de las huelgas más estudiadas en nuestro país.
Con respecto a la calidad de los abordajes, son indudablemente también importantes, ya que se trata de investigadores muy prestigiosos. Además hay escritos de protagonistas del Villazo que intentaron sistematizar la experiencia, como los trabajos de Juan Actis, Victorio Paulón, Angel Porcu, Tito Martín, Bernardo Galitelli, Pepe Kalauz. Jorge Winter y Mercedes Balech recopilaron una serie de testimonios y documentos en la revista Historia de las luchas obreras argentinas. Más adelante el mismo Winter desarrolló su tesis antropológica alrededor de este mismo tema. Es indudable que el Villazo constituye un laboratorio de muchas enseñanzas para la clase trabajadora. Creo que las huelgas deben ser para la clase trabajadora, en tanto que instancia de estudio y análisis, lo que para los militares son las batallas. Aquéllos intelectuales orgánicos que intenten aportar a la emancipación de la clase trabajadora deben – deberíamos – estudiar las luchas, sistematizar esas experiencias con el objetivo de guiar la praxis política. Por lo tanto un proceso, una lucha tan importante, variada y rica en cuanto a enseñanzas, vivencias y experiencias, requiere una sistematización profunda para guiar las luchas posteriores.
Dentro del proceso general hay tópicos que fueron abordados con especial interés,
por unos u otras investigadores o tendencias políticas, entre ellos el plenario antiburocrático de abril de 1974, o las enseñanzas que brinda el villazo no como huelga común sino una huelga con toma de fábrica y toma de rehenes, que si bien no era algo inusual en esa época - etapa de auge que se abre con el Cordobazo -, en el caso de Villa fue muy masiva. El trabajo de Juan Actis aporta muchísimo a la sistematización de esa experiencia de toma de fábrica y de los mecanismos de control sobre el resto de la ciudad. Además está el tema de cómo comienza a dividirse la ciudad y el debate de la existencia o no de un frente de masas, que puede advertirse territorialmente, a partir del 20 de marzo de 1975, es decir la división entre zonas de control obrero y las zonas de la represión; la relación entre empresarios y dictadura militar y la cuestión de cómo la clase obrera se vio afectada por la dictadura a partir de la implementación de un proyecto económico que implicó un traspaso de recursos de la clase trabajadora a los empresarios.
¿Qué significa hoy en día estudiar El Villazo?
Para mí significa, en primer lugar que la memoria no es única ni unívoca, hay memorias. Para los historiadores que nos ubicamos en un lugar significa la construcción de una memoria en particular. Significa tejer y construir puentes entre aquéllas experiencias y los jóvenes de ahora, significa que un ámbito muy importante en esa disputa de memorias es el aula y que no podemos dejar la construcción de esas memorias a los que pueden intentar justificar la represión del movimiento obrero, o descalificar o distorsionar la lucha. Hay que iniciar ese combate por la memoria para que la lucha del villazo, la lucha de la clase obrera no sea distorsionada. Los héroes y mártires deben ser recordados como tales, reivindicados, valorados y reconocidos como tales.
Giorgina Lo Giudici
Nació en Rosario, provincia de Santa Fe, en 1985; vive en la ciudad bonaerense de San Nicolás. Es militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y profesora de Historia. Fue coordinadora del equipo de traductores y traductoras del libro de Harold Walter Nelson titulado León Trotsky y el arte de la insurrección (1905-1917), Ediciones IPS-CEIP.