El miércoles pasado se acordó en el Consejo del Salario una paupérrima suba del 28 % en tres cuotas del Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM). Esto implica que llegaría a 21.600 pesos recién en marzo del año que viene y en términos reales se convalida una caída del 9 % en el año. Vuelve a los niveles de 2004. En este punto (salario mínimo), el primer año de gobierno de Alberto Fernández no se diferencia mucho de los últimos dos años de Mauricio Macri. Si bien, en muchos sectores de los trabajadores formalizados no tiene influencia porque múltiples ramas –sino la mayoría– están por arriba de esas cifras casi de hambre; por el contrario, el aumento del SMVM sí tiene un impacto en cuestiones que comprometen fondos públicos: salario social complementario, jubilación mínima o sueldo mínimo docente, entre otras. Con este (no) aumento (y acá tomo algunas definiciones de Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA-Autónoma), el eje parece volver a estar puesto en la utilización del SMVM como ancla salarial, como una señal que limite la puja distributiva en aquellos sectores que todavía tienen margen para pelear por mayores salarios. En los años ’90 el SMVM se fijó en la suma de 200 pesos, lo que equivalía aproximadamente al 25% del promedio salarial. Luego de diversos aumentos acordados a partir de 2004 (producto de peleas de dieron los trabajadores y trabajadoras) el SMVM pasó a representar entre el 40% y el 45% del promedio. Esto implicaba que las actividades de menores ingresos tenían el piso muy cerca, lo cual servía como cierta garantía a la hora de negociar paritarias. A partir 2012, el SMVM comenzó a perder posiciones lentamente y lo que venía siendo un lento deterioro se transformó en una caída brutal a partir de 2018 y este año volvimos a valores “noventistas”: en el tercer trimestre el SMVM representó apenas el 27% del salario promedio. El incremento acordado convalida este proceso y el SMVM vuelve a cumplir una función de ancla. Tiene otros “daños colaterales”: el aumento también le pone un límite a reclamos que podrían formularse en sectores que suelen tomar al SMVM como referencia (trabajadoras de casas particulares, sector público provincial y municipal o de la llamada “economía popular”). Dice tajantemente Luis Campos que esta política hacia el salario mínimo “tiene mucho más de continuidad que de ruptura”. En la revista Ideas de Izquierda, Pablo Anino ya había analizado lo implicaba el 7 % de aumento salarial para 2020 ofrecido por el Gobierno para los estatales nacionales. Una suma que llevaría a que en el primer año de Gobierno, el salario en ese sector caería entre 4 % y 16 %, según haya recibido el bono o no, y en los últimos cinco años perdió entre el 39 % y el 50 %." Esto se suma a otros indicadores que vieron la luz en el último tiempo como la pobreza (más del 40 %), la indigencia (12 %) o desocupación real (que según algunos cálculos superó el 25 %) En el medio tuvo lugar el 56° Coloquio de Idea, uno de los más tradicionales foros del lobby empresarial que, en rigor, no es una cámara empresaria con fines gremiales, pero sí una escuela de cuadros dirigenciales con amplio reconocimiento en el sector privado. Allí se planteó claramente el “pliego de reivindicaciones” de la agenda de los patrones argentinos; no es ninguna novedad: baja del gasto, necesidad de propiciar reformas (tributaria, laboral y previsional) como soluciones de largo plazo, y que hay que asegurar estabilidad en las reglas de juego para que las empresas inviertan. Todo combinado con comentarios en los chats en los que algunos empresarios se expresaron en modo muy “rabioso”, digamos. ¿Cómo se conjugan estas dos cuestiones con el acto virtual un poco fallido y las caravanas que tuvieron lugar ayer por el 17 octubre? Por un lado, porque entre los principales organizadores de un acto oficialista y de apoyo al Gobierno estuvieron los sindicatos y la CGT. Precisamente, aquellos que deberían velar por el salario. La naturaleza de los sindicatos (a los que habría que incorporar a los llamados “movimientos sociales”) está en disputar porque los trabajadores se lleven la mayor tajada posible en el reparto de la renta nacional. Y hablo de la “naturaleza reformista” de los sindicatos dentro del capitalismo, ni si quiera a que aspiren a cambiar las relaciones sociales, sino a cumplir su función más o menos “natural” dentro del sistema. Bueno, desde que pasaron de ser representantes de los trabajadores antes los empresarios y el Estado a ser voceros de los empresarios y el Gobierno ante los trabajadores y trabajadoras, han defeccionado de esa pelea elemental. Ni hablar de solidarizarse con quienes toman tierras, movilizarse para apoyarlos etc. El resultado es este salario mínimo “noventista”. Esto no es un análisis general: escuché a Antonio Caló de la UOM decir que era un peligro pedir mucho más de aumento del salario mínimo porque podía llevar a “darle a la maquinita” de la emisión y eso generar inflación. Una concepción típica de cualquier economista ultraneoliberal que culpa de la inflación al salario. Pero también escuché al “Tano” Catalano de Ate Capital decir que el monto no era lo mejor, pero que lo bueno es que se iba a volver a reunir en unos meses. En los hechos, convalidando. Y el Coloquio de IDEA viene a cuento porque en el espíritu y la letra del discurso de Alberto Fernández (claramente peronista, en eso no es nuevo) estuvo la idea de la conciliación “con todos” (también con los de IDEA). Gustavo Béliz, secretario de Coordinación Estratégica, unos días antes en otro evento habló de la necesidad de un “capitalismo solidario” contra el “capitalismo casino”, intentando contornear algo de un nuevo relato “albertista”. En esas dos cuestiones: sindicatos estatizados y conciliación de clases, se concentran todas las discusiones. Y la realidad con el último dato del salario mínimo está dando un veredicto. Porque en el medio de una crisis catastrófica no hay posibilidad de reconciliación entre los que se ven condenados a un salario o ingresos cada vez más mínimos y quienes siguen reclamando -y en los hechos imponiendo en parte- un ajuste máximo.