Después de la lluvia de inversiones que no llega, el gobierno pone las fichas en los efectos virtuosos del blanqueo. ¿Funcionará?
Esteban Mercatante @EMercatante
Sábado 23 de julio de 2016
El segundo semestre ya llegó, y no vino con la “sensación” de reactivación que durante varios meses el gobierno había fechado para esta parte del año. Muchos analistas señalan que Macri se metió en una encerrona por decisión propia al haber generado expectativas de difícil cumplimiento en el marco del ajuste en marcha. En palabras del inefable y recalcitrante ajustador José Luis Espert, “el gobierno vendió humo y prometió el paraíso en el segundo semestre”.
Ahora Macri y sus ministros nos invitan a esperar la mejora para fines de este año o comienzos del próximo. El motor de esta recuperación vendría de la mano del blanqueo, que empieza a ocupar el lugar de “zanahoria” que antes tuvo la lluvia de inversiones que produciría el “sinceramiento” (eufemismo para un ajuste de shock que no trajo desembolsos de capital pero sí mucho parate económico) y del acuerdo con los buitres. Parece lejano en el tiempo, pero apenas en marzo funcionarios de Cambiemos sostenían que después de pagarle a los buitres la friolera de 10 mil millones de dólares, empezaría verdaderamente el gobierno. Pensamiento mágico que dependía de desatar los “animal spirits” de los empresarios, es decir un afán de lucro asociado al desarrollo de proyectos productivos asociado a la confianza de que estos podrían dar la rentabilidad esperada en la economía nacional. Como esto sigue sin ocurrir, y la respuesta del bolsillo de los empresarios es más bien avara, el gobierno apuró el proyecto de blanqueo, empaquetado malamente con una promesa de “reparación” a los jubilados que abre las puertas para la reprivatización del sistema jubilatorio.
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“Si no llueven dólares de inversiones gracias a la llegada de un gobierno de CEOs, que haya jubileo para los evasores”, parece haber sido el “plan B” que definió Macri junto a su gabinete. Es que si al presentar el blanqueo Macri quiso poner el eje en el objetivo de que ingresen al fisco fondos para financiar una parte de la “reparación” a los jubilados, cubriendo así una parte de las deudas por haberes mal liquidados (las estimaciones de ingresos para el fisco se mueven entre 1.500 y 5.000 millones de dólares), el objetivo de fondo está en otro lado.
“Si no llueven dólares de inversiones gracias a la llegada de un gobierno de CEOs, que haya jubileo para los evasores”, parece haber sido el “plan B” que definió Macri junto a su gabinete.
Con el blanqueo el gobierno apunta a que ingresen capitales que busquen aprovechar las bajas tasa de penalidad (7 % en promedio sobre los fondos declarados) para entrar al país, y se destinen en parte a actividades productivas. En parte, también, busca captar algo de esos fondos para financiar al Tesoro, a través de los bonos intransferibles que ofrecerá como alternativa para quienes no quieran pagar penalidad (sin rendimiento en el caso del bono a 3 años, y con 1 % para el caso del que es a 7 años). A cambio de no cobrar penalidad, aspira a que resulten suficientemente atractivos para atraer fondos, y así financiar el mayor gasto que el gobierno anticipó que va destinar a obra pública sin tener que ampliar la emisión de deuda. Esta activación de la obra pública es una de las patas claves para realizar un “control de daños” sobre la economía, que morigere un poco los efectos del ajuste sobre la actividad. Aunque a pesar de los anuncios parece moverse más lento de lo prometido.
¿Podrá alcanzar el blanqueo para tanto? Por ahora los números se lanzan con cautela. Algunos exaltados como Gabriel Martino, el gerente del HSBC que volvió al cargo después de tener que abandonarlo cuando se destapó la participación de la entidad que dirige en la creación de cuentas secretas en Suiza, arriesgó la cifra de 60 mil millones de dólares. Esta no sonaría descabellada, si consideramos los 400 mil millones de activos que tienen en el exterior los residentes en el país. Pero por ahora la mayoría de las estimaciones son mucho más cautelosas.
La mayoría de los que arrojan cifras se mueven en el terreno de los 20 mil millones de dólares, número con el que el propio gobierno salió a sostener que podría estar conforme, seguramente con la expectativa de que en realidad el blanqueo tendrá un resultado por encima de esa cifra, pero para no tener otro traspié si esto no ocurriera. Haciendo la comparación con Chile, que el año pasado realizó un blanqueo aplicando una tasa de penalidad de 8 %, y obtuvo 19 mil millones de dólares, este resultado podría no sonar tan descabellado. Pero claro, la extensa lista de medidas de “sinceramiento” que exigen los empresarios, y que sólo fueron parcialmente cumplidas por el gobierno de Cambiemos a pesar del shock aplicado, contrastan con la situación de Chile cuando encaró el blanqueo. Bajar el gasto público más rápido de lo que planea hacerlo el gobierno (que de hecho está aumentando algunas partidas), mayor limitación de los salarios, freno a la inflación pero también baja de las tasas de interés (que el Banco Central mantiene altas con el argumento del combate a la inflación), y menos impuestos, son parte de esta agenda de exigencias.
La pregunta que sigue es: incluso si se cumpliera un pronóstico cercano a los 20 mil millones de dólares, ¿cómo se conecta con la reactivación económica que promete el gobierno? No resulta fácil la respuesta. Excepto por la parte de los fondos blanqueados que se traduzca en bonos que financien el gasto del gobierno y permitan volcar más recursos a la obra pública –monto que nadie se atreve a predecir– no está claro que el destino de los capitales declarados vaya a ser la inversión ni por tanto el estímulo a la actividad productiva. Las tasas de interés que el Banco Central mantiene en 30 % y se resiste a bajar, resultan una invitación a meter los fondos blanqueados en la bicicleta financiera.
El consumo podría comenzar a cambiar la tendencia gracias a la llegada de los salarios “nuevos” (aunque llegan bastante erosionados por una inflación que en el año podría comerse 15 puntos porcentuales de poder adquisitivo), pero contra esto podría actuar el panorama de deterioro económico, que es mucho más que una “sensación” e invita a pautas de compras más cautas.
El blanqueo podrá ayudar a aclarar el panorama financiero y servir como espaldarazo de “confianza”, pero esto no significa que ponga en marcha la rueda de la actividad productiva. La decisión del gabinete de Macri, de inyectar fondos en la economía para reanimarla y pausar el ajuste con miras a las elecciones, para retomarlo luego de salir airoso en las urnas, no encuentra la manera de hacerse operativa, en medio de internas, marchas y contramarchas que le impiden presentar el plan coherente que le demanda el empresariado.
De esta forma, aunque el gobierno sigue anunciando nuevas fechas para la llegada de la alegría, el calendario sigue su curso y el reanimamiento de la economía no se divisa al final del túnel.
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