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Red Internacional
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El blue(s) del fin de ciclo

Cada noticia sobre la economía argentina confirma un panorama negativo que se profundiza cada día. Toda una serie de elementos se concatenan para crear un círculo vicioso. La retroalimentación entre escalada del dólar e inflación es uno de sus componentes más dramáticos.

Esteban Mercatante @EMercatante

Jueves 25 de septiembre de 2014

La devaluación de enero alimentó un salto en la inflación que tuvo a los alimentos y otros bienes básicos entre los componentes más afectados. Los tarifazos en transporte, gas, agua y naftas hicieron otro tanto para alentar la inflación. Distintas estimaciones ubican la inflación de nuevamente en aumento y superando en términos anualizados ronda entre 35 y 40 por ciento. El círculo vicioso se cierra sobre sí mismo. A ocho meses del ajuste devaluatorio, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo está de vuelta en niveles exorbitantes, rondando el 82,9%. Es que la inflación, acelerada por el ajuste cambiario, ha vuelto a colocar la paridad cambiaria real (es decir en términos de poder de compra de la moneda local en relación al dólar) en niveles cercanos a los de comienzos de año, cuando la corrida cambiaria llevó al gobierno a dar el salto devaluatorio de enero, acelerando el ritmo que se había iniciado desde que Axel Kicillof y Juan Carlos Fábrega fueron nombrados en Economía y el Banco Central (BCRA), respectivamente.

Entre comienzos de año y la actualidad, trastabilló la estrategia que el gobierno se había dado para salir de la encerrona que se viene agravando desde 2012 para la economía argentina a causa de la escasez de dólares. “Escasez” que no es otra cosa que resultado de un gran desfalco. Por empezar por la deuda pública: 190 mil millones de dólares suman los pagos que el gobierno reivindica haber realizado desde 2006 (equivalente a media producción anual de la economía argentina). A esto se suma a una fuga de capitales que se acerca a otros 100 mil millones en la última década, a las remesas de utilidades de las corporaciones al exterior que fueron récord, al descalabro energético y al fracaso de la publicitada reindustrialización, que se ver de forma patente en la industria automotriz que muchos más dólares de importaciones requiere cuanto más produce. Hasta 2011 se toleró alegremente estas sangrías, confiando que los dólares de la soja alcanzarían para cubrirlas. Cuando se hizo evidente que no era tan así, se confió en el cepo cambiario para cuidar las divisas, pero dejo abiertas múltiples vías legales para que los capitalistas sigan dolarizando sus ahorros a través de bonos (mediante el contado con “liqui”, que maneja volúmenes varias veces superiores a los del mercado paralelo) y la compra de acciones bursátiles con cotización en otras plazas. Con cepo y todo, las reservas en manos del Banco Central siguieron cayendo. Por eso el gobierno pegó el volantazo en enero: devaluación de más de 20 por ciento en días y vuelta a los mercados. El gobierno acordó pagar los litigios del Ciadi (tribunal a la medida de las grandes empresas multinacionales), pactó con el Club de París, e indemnizó generosamente a Repsol. Sin embargo, se topó con la decisión adversa de la corte norteamericana, que validó el fallo del juez Thomas Griesa que obliga a pagar a los buitres que no entraron a los canjes de deuda, y todo enfiló hacia el default. El resultado es que por ahora cualquier resolución de la escasez de dólares por la vía de endeudarse afuera está archivada, por lo menos hasta enero que vence la clausula RUFO que impide un acuerdo con los buitres. O que el “buitre bueno” de Soros arrime una solución antes.

En este contexto, recrudeció la tensión cambiaria, y como ocurre en estas circunstancias, no faltaron en las últimas semanas los reclamos de sectores empresarios por la pérdida de “competitividad” (que en su concepción se consigue devaluando los salarios) ni el coro de economistas que acompaña y busca dar sustento a estos reclamos. Para algunos, aún la cotización del dólar paralelo a $15,80 sigue siendo barata. Esto acrecienta la resistencia de los sojeros a liquidar el grano, lo cual agrava la tensión cambiaria. Por si esto fuera poco, cae el superávit comercial. En los ocho primeros meses de 2014 la balanza comercial fue superavitaria en 5.386 millones de dólares, y disminuyó un 9% con respecto a igual período del año anterior. Aunque en Agosto el balance comercial creció 145% respecto de igual mes del año anterior gracias a la recesión, que hizo que las importaciones cayeran más que las exportaciones. Pero a pesar de esta “buena” noticia que trae el parate económico, el año apunta a terminar con menos dólares comerciales. El precio de la soja cayó al nivel más bajo en los últimos cuatro años, y por eso, a las habituales maniobras especulativas por una devaluación para mejorar sus ingresos, se suma la necesidad de los sojeros de compensarse la caída del precio con un dólar más elevado. Es llamativo que con la soja a menos de 400 dólares nuevamente se espera que la próxima sea una gran cosecha: aún a ese precio siguen ganando.

Perspectivas

Para economistas liberales y buena parte de la oposición patronal, los problemas se arreglan con una política amigable hacia los mercados. Algunos quieren sacrificar todo en el altar de Griesa, pagando a los buitres para salir del default. Otros depositan expectativas en que quien venga después de Cristina realice un ajuste antiinflacionario acompañado de un sinceramiento de las estadísticas, levantar el cepo y endeudarse a tasas más baratas, sin necesidad de cumplir con la corte neoyorquina. No faltan quienes se ilusionan de que, aún en las peores condiciones, la emisión de deuda a tasas caras sea el puente de plata para llegar a diciembre de 2015.

Estos planes miran hacia un lejanísimo futuro. El tránsito hasta comienzos de 2015 está lleno de peligros. Ante todo el de un nuevo ajuste cambiario como consecuencia de una corrida que se está acelerando, seguido por un salto inflacionario que iría acompañado de un nuevo mazazo a los salarios que ya perdieron un 7% de su poder adquisitivo en lo que va del año. Pero aún si se lograra el cada día más difícil tránsito “exitoso” -éxito que conllevaría de todos modos ajuste cambiario aunque sea “moderado” -, las alternativas son distintas variantes para continuar la década “regalada” (a los acreedores y los fugadores seriales), con una década “endeudada”, y embargada a los buitres petroleros. Si en algo acuerdan todas las fracciones de la burguesía y sus representantes políticos, del gobierno y la oposición, es en los dólares que esperan juntar reventando la piñata de Vaca Muerta, aunque la mayor parte se los embolsen las multinacionales. Un revival noventista, que el kirchnerismo ya inició en lo que se refiere a la entrega petrolera. Ya sabemos cómo termina. Para defender los salarios, el empleo y las condiciones de trabajo, necesitamos una política de otra clase.