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Red Internacional
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HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO ARGENTINO. El bombardeo de Plaza de Mayo, Perón y los trabajadores

En un nuevo aniversario del 16 de junio de 1955, un anticipo del libro de Historia del movimiento obrero argentino, de próxima aparición.

Jueves 16 de junio de 2016

Desde Ediciones IPS-CEIP, un equipo de militantes del PTS estamos preparando, bajo la coordinación de Alicia Rojo, un libro de próxima aparición que recorre la historia del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta la Resistencia. Trabajadores, mujeres y estudiantes podrán recrear en su lectura la historia de la clase obrera argentina de esos años, desde una perspectiva marxista. El caudal de sus experiencias políticas y de lucha, la influencia de distintas corrientes y un debate con ellas acerca de las posibilidades que tuvo el movimiento obrero de abrirse un camino de independencia política, además de un profundo análisis del peronismo hasta 1955 y el posterior proceso de la Resistencia.

Ya hemos publicado algunas notas referidas a estos riquísimos procesos de la clase obrera: El levantamiento de Valle, la Fusiladora y el odio de los gorilas, En el Centenario de la Revolución de Mayo los trabajadores no tenían nada que festejar, Huelgas y organización docente en los orígenes del movimiento obrero argentino, Retomar las tradiciones clasistas e internacionalistas de la clase obrera argentina y Las mujeres y el 1° de Mayo.

En esta entrega, a raíz de cumplirse un nuevo aniversario, nos detendremos en el bombardeo sobre Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, antesala del golpe que derrocó al presidente Juan Domingo Perón en septiembre del mismo año, y que dejó 309 muertos, la mayoría civiles, según estableció una investigación del Archivo Nacional de la Memoria. Solo 12 de los fallecidos estaban adentro de la Casa de Gobierno, donde impactaron 29 bombas, de las que estallaron 6.

Así se relata la resistencia civil a este ataque:

... el centenar y medio de personas estaba formado por obreros... Daban las 12 y 40 cuando cayó la primera bomba. Dos tranvías llenos de pasajeros... y un ómnibus presto a partir, saltaron hechos pedazos... La bomba... mató a una treintena de personas... A las 14, millares de personas se concentraban en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, ocupaban las recovas de Leandro N. Alem, y, con toda clase de armas –pistolas, revólveres, escopetas– hostigaban a los infantes de marina, que seguían progresando hacia el objetivo. Era tremendo y conmovedor ver la espontaneidad de las masas... cada arcada de recova era una trinchera... Iban a dar las quince cuando una columna, encabezada por una mujer que llevaba una bandera y gritaba sin cesar algo incomprensible, irrumpió por Bartolomé Mitre y no alcanzó a dar cinco pasos cuando una ráfaga de “Pam” la derribó... Un muchachito tomó una bandera y cayó... A las 15.30 una escuadrilla de aviones que llegaba desde el río atronó el espacio... El pueblo la saludó entusiasmado y seguro. Pero la escuadrilla giró, se lanzó en picada y descargó sus bombas sobre la Casa Rosada. A la primera, siguieron decenas de bombas. La gente que hostigaba a la infantería de marina estaba estupefacta... ( ).

¿Cómo se llegó a esta situación?

El gobierno de Perón entró en crisis a partir de 1952. Por una parte, la burguesía necesitaba conservar la tasa de ganancia ante el fin de las condiciones excepcionales de posguerra y la crisis que comenzó desde fines de la década de 1940. Este cambio de condiciones también alentó al imperialismo norteamericano a buscar ocupar un lugar de privilegio en la economía argentina. Esta presión impuso al peronismo un cambio de orientación al flexibilizar las condiciones de inversión del capital externo en el país, sin lograr tampoco los resultados esperados. De conjunto, el régimen peronista se mostraba incapaz de responder a las necesidades de las clases dominantes y el imperialismo.

Por otra parte, la clase obrera no estaba dispuesta a resignar las conquistas que supo conseguir. Las patronales y el imperialismo exigían un avance que requería aumentos en la productividad. Perón intentó varias ofensivas en ese sentido que se chocaron contra numerosas huelgas organizadas por las comisiones internas y los cuerpos de delegados. En 1954 son ejemplo de ellas los metalúrgicos en diversas empresas de esa rama. Los “comités de huelga” o “comisiones unitarias de lucha” comenzaron a aparecer a principios de ese año en los gremios del caucho y textil; para fines de abril la negociación de los convenios y la ampliación de la lucha obrera crearon las condiciones para su extensión en diversos gremios, como metalúrgicos, frigoríficos, del sector eléctrico, gráficos, de la industria del vidrio, choferes de colectivos, gastronómicos, panaderos, caucho, cuero, químicos, madereros, papeleros, obreros agrícolas, entre otros.

Frente a este panorama de conflictividad social en ascenso, el gobierno debía sostener el apoyo de su base obrera, reforzar el rol de contención y disciplinamiento que tenían que cumplir las direcciones sindicales, al tiempo que ofrecer soluciones a la patronal.

A fines de 1954, Perón se hizo eco de las demandas de los empresarios y convocó a un ensayo de concertación social, reuniendo a la CGT y la CGE en el Congreso Nacional de la Productividad, que sesionó durante marzo y abril de 1955. Uno de los objetivos era construir un mecanismo que comprometiera a los trabajadores vía la burocracia sindical en una política de acuerdo y paz social. Si bien la dirigencia sindical asumió el compromiso impuesto por Perón al sentarse a la mesa de diálogo con la patronal, la dinámica de la lucha de clases de los últimos meses había dejado en claro los límites que le había impuesto las bases obreras y anunciaba hasta dónde podía llegar la iniciativa de estas bases en la defensa de sus conquistas. Así, al inaugurarse las deliberaciones en abril de 1955, la burocracia sindical, consciente de que la base obrera no toleraría pacíficamente la imposición de ninguna de las demandas de la patronal, se opuso a todas las modificaciones que reclamaban los empresarios.

Al mismo tiempo, la relación con otros sectores sociales se deterioró aceleradamente. La afirmación del régimen, incluyendo una acentuación de sus rasgos más autoritarios, avivó la oposición de sectores sociales y políticos, desde los partidos políticos tradicionales hasta los estudiantes y amplios sectores de la intelectualidad. Hacia el final del gobierno peronista se sumó la oposición de su anterior aliado, la Iglesia. Y así, a mediados de 1955 esta situación estalló.

La reacción de Perón ante los bombardeos

El mismo día del bombardeo, Perón habló por la radio, instando a no “tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión sino por la reflexión. La lucha debe ser entre soldados. Yo les pido a los compañeros trabajadores que refrenen su ira, que no cometan ningún desmán” ( ). En el mismo sentido, la CGT llamó a un paro por duelo, pero dentro de las casas, “venerando la memoria de quienes ofrendaron sus vidas para defender la doctrina de Perón” ( ), es decir, desmovilizando a las bases obreras que querían defender sus conquistas y su gobierno. El gobierno quería justamente lo contrario: que ellas dejaran en sus manos la defensa de sus conquistas y desalentar cualquier tipo de manifestación popular en las calles. Sin embargo, ni los trabajadores parecían dispuestos a resignar esa tarea ni la clase dominante confiaba en que Perón pudiera controlar a las masas.

Así, cuando el 16 de septiembre se produjo el golpe militar que lo derrocó, el líder no ofreció resistencia; se negó a recurrir a los trabajadores y buscó asilo en la embajada del Paraguay. De esta forma quedó demostrado que aceptó los supremos intereses de las clases dominantes nativas y del imperialismo.

El golpe se propuso remover los obstáculos a la inversión de capital extranjero en el país. Enormes conquistas de los trabajadores debían liquidarse para avanzar en esta ofensiva patronal e imperialista. Pero la clase obrera tras la caída de Perón no estaba dispuesta a que se las arrebataran. Si la burocracia sindical y el propio Perón desistieron de recurrir a los trabajadores para defender al régimen serán los propios trabajadores los que defenderán sus conquistas, protagonizando lo que se conoció como la “Resistencia”.

1. Citado en Melon Pirro, Julio César, El peronismo después del peronismo, resistencia, sindicalismo y política luego del 55, p. 29.
2. La Nación, 17 de junio de 1955.
3. La Nación, 17 de junio de 1955.