Los fines de ciclo comprimen los tiempos. Los bandazos que antes se llevaban adelante con cierta distancia temporal, ahora se realizan todos juntos y a los ponchazos. La expropiación parcial de las acciones de Repsol en 2012 contenía la futura re-privatización, pero entre el espectáculo litúrgico de lo que en realidad fue una intervención forzada y la nueva entrega se dejó pasar un tiempo prudencial para hacer un uso político de la “decisión”.

Fernando Rosso @RossoFer
Martes 2 de septiembre de 2014
Los intelectuales de Carta Abierta supieron reivindicar el “decisionismo” que caracterizó al kirchnerismo y llegaron a definirlo en esencia como “un modo de tomar decisiones bajo el acoso de severas circunstancias políticas” (Carta Abierta. “La diferencia”, Agosto 2012).
Luego de un fallido intento de gobierno “coalicional”, con la llegada de un Jefe de Gabinete, representante de una fracción del peronismo del NOA y con renovado protagonismo, se retornó a una segunda parte de arbitraje bonapartista con centralidad en la escena de Cristina Fernández. Si alguna vez dijimos que el kirchnerismo fue una mala copia del peronismo original, hoy en su retirada se convierte en un remedo de sí mismo.
El “decisionismo” llevado al extremo, con sobreproducción de medidas (sobre-actuadas en la TV o la cadena), y hasta contradictorias entre sí. El “hombre fuerte” (Capitanich) devino en un aburrido adorno que “se habla encima” todas las mañanas, intentando explicar lo inexplicable. Ya no lo escuchan ni propios, ni ajenos y siguiendo la máxima de Lorenzino, “se quiere ir”.
El gobierno un día anuncia con estridencia que presentó una denuncia contra Washington en el tribunal de La Haya por la cuestión de los fondos buitre y unas horas después, la rimbombante medida se esfuma como la bola de nieve que supo derretir Kirchner (pagando serialmente), según la fantástica metáfora del economista-poeta Kicillof. Otro día se envía ruidosamente una ley “anti-piquete” que a los pocos días se auto-cajonea, cuando la diputada encargada de llevarla adelante, Diana Conti, es puesta en vereda en la TV por un Secretario de Seguridad de su propio gobierno que considera a la ley muy concesiva con la protesta social. Berni opina que no hace falta tanta ley, que para eso ya está el estado. Y el estado… soy yo.
En otro acto se agita desde la máxima autoridad de la Nación la aplicación de una ley "antiterrorista” contra empresarios vaciadores (Donnelley) que es desmentida por un funcionario de segunda línea, dos días después. Arrojan duros exhortos contra los especuladores y se baja la tasa de interés para alentar el consumo e inmediatamente se desarrolle el alza del dólar blue y se vuelva a subir la tasa, aunque la brecha cambiaria queda. Un día se promete avanzar en la centralización nacional de la producción energética y se anuncia una batalla final contra las neoliberales provincias petroleras y luego se pacta un nuevo proyecto que contiene neoliberalismo para todos y todas (además de unas buenas regalías). Con los aumentos tarifarios en los servicios públicos se muestran los intentos de retomar la “sintonía fina” para desarmar el sistema de subsidios, pero terminan autorizando subsidios para el transporte en las vísperas del paro nacional, para servir a la noble causa “persuadir” a la UTA y lograr que no se adhiera. Un subsidio al carneraje.
Finalmente, el gobierno ataca el paro porque solo expresa un reclamo corporativo de la “aristocracia obrera” que no quiere pagar impuesto a las ganancias y por lo tanto pretende vaciar las arcas del raquítico welfare state kirchnerista; y el mismo día de la huelga nacional, libera millonarios fondos para las obras sociales de los gremios adictos, tal como hacía el menemismo. Esta vergonzosa “decisión” se anuncia en el Boletín Oficial (no en Página 12 que es la copia, sino en el original).
Este virtual “atropello a la razón” del febril cambalache “decisionista” del kirchnerismo le permite ocupar el centro del escenario con una decisión un día y la contraria al siguiente, aunque las consecuencias sean la profundización de su decadencia y el aumento de sus disputas internas. Y pese a que por ahora sigan unidos y “en el mismo lodo, todos manoseaos”.