Emmanuel Macron, posible nuevo presidente de Francia, se presenta como un político que no es “ni de izquierda ni de derecha”, que rechaza los aparatos partidarios tradicionales y que construyó su candidatura en tiempo récord por fuera de esas estructuras. ¿Qué dice la figura Macron del régimen político francés?
Martes 25 de abril de 2017
El candidato “business friendly” sin partido
Mucho se ha escrito en estos días y, en particular, desde el domingo por la tarde, sobre qué expresa la candidatura de Emmanuel Macron, llamado mediáticamente como “el banquero antisistema”. Definido como el candidato del centro, capaz de conciliar, como el mismo expresó, “lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda”, logró reunir tras su figura a un amplio espectro de votantes.
Si bien Macron obtuvo sólo el 18% de los votos si se cuenta el total del padrón electoral, luego de difundidos los datos sobre el resultado electoral y el ballotage con Marine Le Pen, rápidamente aglutinó los votos de la derecha republicana y del socialismo, cuyos respectivos candidatos, François Fillon y Benoît Hamon llamaron explícitamente a votar por el exministro el próximo 7 de mayo.
Estos grandes espacios tradicionales de la política francesa, que marcaron la alternancia de la V República en las últimas décadas, quedaron eliminados para la segunda vuelta, y se convirtieron en proveedores de votos al nuevo “extremo centro” francés. Incluso Fillon ya adelantó que carece de legitimidad para presentarse a las elecciones legislativas de junio. Y el socialismo obtuvo su peor fracaso en años, perdiendo votos tanto por izquierda, capitalizados por Mélenchon, como por derecha, por Macron. Ni siquiera el aparato partidario dio su apoyo a Hamon y le dio la espalda, con François Hollande y Manuel Valls a la cabeza de la interna contra su ala izquierda.
Así, Macron fue avanzando hasta convertirse en el nuevo enigma de la ciencia política, ya que rompiendo con todos los cánones de la política tradicional, supo, en tiempo récord, pasar de ser un total desconocido para el gran público a ser el candidato favorito en el ballotage, con más del 60% del apoyo según los sondeos.
El exbanquero de Rothschild, ¿lo mejor de la izquierda y de la derecha?
Hace un año, en abril de 2016, lanzó su movimiento ¡En Marcha!, luego de romper con el PS, renunciando a su cargo de ministro de economía, al que accedió gracias a Valls, que lo buscó como aliado para implementar sus políticas de corte liberal en el gobierno socialista de Hollande.
Este centro que expresaría Macron, europeísta, tecnócrata, liberal, se contrapone con el temor de los mercados y de los líderes europeos: el populismo, tanto de derecha como de izquierda. Frente al miedo por el “frexit” que promete Le Pen y las condiciones que planteaba Mélenchon para permanecer en la UE, Macron, el ex gerente-socio de la banca Rothschild (donde tenía un modesto sueldo de 400 mil euros al año) logró calmar los nervios del sector financiero, ya “golpeado” por las consecuencias, aún no del todo vistas, del brexit.
Pero lo más interesante de destacar es que la candidatura de Macron, construida rápidamente y por fuera de los partidos tradicionales, expresa justamente una crisis, no sólo de representación política del republicanismo y del socialismo, sino del régimen francés en su conjunto. Entre los cuatro primeros candidatos, Macron, Le Pen, Mélenchon y Fillon, se encontraba un “outsider” de la política que nunca ejerció un cargo electivo, una representante de la extrema derecha xenófoba y euroescéptica, otro euroescéptico por el franco izquierdo, y sólo un representante del republicanismo tradicional, aunque envuelto en escándalos de corrupción que le costaron la elección (el año pasado era uno de los favoritos).
El régimen político francés es hoy el nuevo modelo, junto con Estados Unidos que viene de votar a Donald Trump, donde se puede observar cada vez más abiertamente una crisis de tipo orgánico, tal como explicaba Antonio Gramsci. Y cuya explicación hay que buscarla en el 10% de desocupación que tiene Francia, en las condiciones precarias de trabajo que incluso lo llevó a tener las tasas más altas de suicidio producido por estrés laboral de toda Europa (como los casos en grandes empresas como France Telecom, La Poste, Renault), los ajustes que vienen realizando las patronales, cuya expresión fue la reforma laboral impuesta por decreto en 2016, represión mediante. Cuestiones que afectan en mayor medida a los más jóvenes, el sector que más votó por Mélenchon y Le Pen, como resultado de la experiencia que ya hicieron con el PS, sumido en una crisis total.
En este sentido, el voto por Macron tiene un componente de rechazo a la vieja política, a la política tradicional que llevó a que el socialismo aplique el ajuste y establezca un estado de emergencia, tal como lo habría hecho la derecha republicana. Sólo el 12% de los franceses confía actualmente en los partidos políticos, según un estudio de Cevipof, lo que se expresó en la incertidumbre que reinó hasta último momento en las elecciones, o sea, todo era posible, incluso, un ballotage de los extremos, entre Le Pen y Mélenchon.
Macron afirmaba a principios de febrero que su “oferta política consiste en unir la socialdemocracia, la ecología realista, la derecha orleanista y el gaullismo social”, durante una entrevista en France Inter. Por su puesto que Macron lejos está de sintetizar alguna opción por izquierda, su programa “business friendly” tiene como eje central, darle más aire al empresariado “moderno”, como ya lo demostró con la ley para el Crecimiento y la Actividad, llamada “Ley Macron” de 2014, que permitía, entre otras cosas, la apertura de los comercios los días domingo, atentando contra el tiempo libre de los trabajadores.
Su programa económico neoliberal, incluye medidas como la reducción en 60.000 millones de euros del gasto público, la eliminación de 120.000 puestos de funcionarios y la disminución del Impuesto sobre la fortuna. Macron expresa la unidad de los empresarios.
Aunque en su tesis doctoral haya desarrollado las ideas de Hegel, es difícil aplicar “la unidad de los contrarios” en su figura, como síntesis de “lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda” (sic). Gran lector de Hegel, Maquiavelo, Castoriadis y Claude Lefort, referentes que han influido en su ideario liberal, Macron aboga por un liberalismo de la desregulación y el libre mercado, lejos de todo interés del pueblo trabajador.