El viernes 1º de mayo en el Complejo Esperanza, lugar al que las autoridades llaman “Centro Socioeducativo de Menores” y no es más que una cárcel para pobres, un pibe de 16 años apareció colgado.
Miércoles 13 de mayo de 2015 13:48
Según los padres, a Nico lo mataron. Dicen que su cuerpo estaba lleno de golpes y moretones, y que su cuello no tenía las marcas comunes en alguien que se cuelga. A esto se suma que el resto de los chicos que compartían el sector no “patearon puerta” para alertar de un intento de suicidio, como suele ocurrir en estas situaciones. Todo ocurrió a oscuras y en silencio.
Los encargados de cuidar al menor dicen que no se estaba sintiendo bien y que tomó la decisión de suicidarse. Pero lo dejaron solo en un sector al que le llaman “el aislado”, algo prohibido para el tratamiento de un menor que necesita contención. La última ronda de inspección se realizó a las 20 hs y el cuerpo fue encontrado a las 8 hs del día siguiente. ¡12 horas después!
Da lo mismo si le quitaron la vida o si lo obligaron a que se la quitara. El problema es que siguen muriendo chicos pobres en el Complejo Esperanza y a nadie le importa.
Los pibes no quieren hablar de sus padecimientos por miedo a sufrir represalias desde arriba. Algunos se animan, en confianza y bajo promesa de resguardar el secreto. Y lo que cuentan da miedo.
De la Sota organiza razzias en barrios marginales y detiene menores arbitrariamente porque quiere hacer su campaña política mostrando que puede asegurar “seguridad” y que el paraíso sin “choritos” de las villas es posible. Sostiene a una policía corrupta que organiza el Departamento Ministerial del Narcotráfico, que es la gestión política que mejor funciona en la provincia.
Al Complejo lo ocultan en las afueras de la ciudad, en esa inmensidad que se confunde entre los campos sojeros rociados de glifosato a la altura del kilómetro 16 del Camino a 60 cuadras.
Cuando hay muertes, motines, fugas, protestas de los niños y sus familias, los funcionarios desconocen la existencia de este lugar de encierro, pero cuando se encienden luces que muestran que no todo es malo, cuando la dedicación de los trabajadores que contienen y escuchan a los chicos, sumado a las grandes virtudes que estos jóvenes tienen, permite que las puertas queden entreabiertas para mostrar lo que brilla, allí estarán los soldados del ejército delasotista con sus trajes, sus sonrisas acartonadas y sus promesas incumplibles prolijamente redactadas.
Nos dicen que se preocupan por la salud de los menores en contexto de encierro, cuando los pibes tienen que cortarse los brazos como protesta cuando quieren atención médica.
Nos dicen que se preocupan por la educación de los menores. Hace 3 años que el Ministro Passerini prometió que construiría una escuela en el Complejo, pero el cartel de “Aquí se construirá la Escuela del Complejo Esperanza” se pudre lentamente. Los alumnos van a clases cuando a los guardias se les ocurre y cuando los vestuarios deportivos que fueron adaptados para funcionar como aulas no están inundados.
Nos dicen que los talleres que se dictan capacitan a los jóvenes para enfrentar la vida en la calle. Todo muy lindo para el discurso, pero los profesores están muy mal pagos, no reciben fondos para comprar los insumos necesarios y sólo funcionan de mayo a diciembre. ¿Y en el verano? Rejas para todos.
Nos dicen que los chicos están en buenas condiciones de vida, pero siguen mintiendo. La comida que sirve la empresa tercerizada SASA, ligada al Gobierno Provincial, es de pésima calidad. Las habitaciones están infestadas de roedores, mosquitos y alacranes. Los teléfonos no funcionan. Los sectores son fríos y no existe calefacción. Los chicos son en su mayoría pobres, no tienen ropa suficiente para soportar los inviernos en la celda. Los jabones para el aseo personal y las maquinitas de afeitar son de uso comunitario. ¿Y la protección de las enfermedades de transmisión sexual y/o sanguínea? Bien, gracias.
Nos dicen que El Complejo Esperanza es un Instituto Socioeducativo para chicos que han tenido problemas con la ley penal y que está estratégicamente organizado para permitir el cambio positivo de niños desamparados gracias al trabajo de los acompañantes sociopedagógicos. La realidad es que los chicos están bajo la custodia de personas sin formación ni vocación educativa, que se consideran guardiacárceles, que hacen uso de la fuerza y el poder; humillando con violencia verbal y malos tratos físicos y morales e imponiendo reglas personales de organización a través de técnicas inhumanas de sujeción (palizas, desnudos en públicos, disparos con mangueras, etc.). No todo el personal es así, pero los que realmente se preocupan por los pibes están en inferioridad numérica, y son los más valiosos.
Pasan las gestiones y todo sigue igual, o tal vez peor. Pasa el tiempo, pasan los pibes, desaparecen los moretones, se borran los golpes, nos olvidamos de Nicolás y de todos los jóvenes que son presos políticos de un sistema que condena la pobreza, de la persecución de una policía narco y asesina del gatillo fácil, de la excusa de “la inseguridad” para seguir matando.
El Complejo sigue funcionando, los menores se siguen colgando y la Esperanza no es más que tinta en un cartel de entrada al encierro sin salida.