Sábado 28 de marzo de 2015
“¿Puede haber un lugar donde alguien defeque sobre la tumba de los difuntos, mientras hecha una “plegaria” por esos malparidos que yacen bien muertos por subversivos y elevar como personajes épicos a los cómplices de una dictadura tan sangrienta como la sucedida luego del golpe militar del 76?”. Sí. Alguien podrá escribir que en Argentina, alguna vez, en la plena decadencia irreversible del kirchnerismo, no hubo algo más destacado y puesto de relieve que el sequito elegante del cinismo y la búsqueda perpetua de hacer de ello algo estéticamente aceptable como nombrar genocidas al frente de las fuerzas represivas del Estado, y que se diera rienda suelta a un burócrata sindical de la talla de Ricardo Pignanelli, Sec. Gral. De SMATA, para que evocara en la figura de José “el gordo” Rodríguez (Buchón de los empresarios. Cómplice de los militares) la resistencia obrera a la dictadura, como quedara de manifiesto en la solicitada que el gremio mecánico público el pasado martes 24 de marzo, a 39 años del golpe militar, en “El argentino”, diario oficialista.
La solicitada
Dice que el golpe militar “fue producto del odio y la intolerancia, de algunas minorías”. Aclaramos que no se refieren a la minoría empresarial que vive de la explotación cotidiana en las fábricas, sino a los supuestos agitadores (hoy conocidos como zurdos) que rompen la placida tranquilidad de la faena cotidiana donde los obreros pastean aplaciblemente. Un resurgir de la teoría de los dos demonios. Prosigue sin nada de pudor (¿y que pudor podrían tener? Es la burocracia) “José Rodríguez, junto a otros dirigentes sindicales, lucharon desde la clandestinidad contra la dictadura para defender los derechos del pueblo trabajador y la vuelta de la democracia”. Pero no hay nada más incómodo para la memoria que los mentirosos. Siguen. “Hubo hechos que marcaron claramente el camino de lucha, el 27 de abril de 1979, donde se realizó el primer paro contra la dictadura”.
Olvidan llenar el vacío que le queda entre la fecha del golpe militar y ese 27 de abril. No es casual, eran los momentos en que “el gordo” Rodríguez atado a la correa de los militares se encargaba de entregar a los opositores que lo habían desplazado de importantes fabricas como Mercedes Benz y Ford Motors, donde no escatimo recursos para que se los liquidara físicamente a través de la tortura y la desaparición. Muy alejado de la clandestinidad como lo quieren presentar, seguía recibiendo los sueldos del sindicato y las empresas.
Los empresarios que habían planificado el golpe militar junto al Partido Peronista y al Radical sabían que de no cumplirse la máxima, barrer con toda organización obrera dentro y fuera de las fábricas, necesitarían nuevos favores de la burocracia sindical que apaciblemente esperaba en boxes.
Un golpe militar que había actuado sobre toda la vanguardia obrera (militantes políticos y no militantes) tenía como fin sentar el escarmiento, pero luego del embate la clase obrera se tensó nuevamente. Eran los tiempos en que los fusiles iban a la par de los cronómetros, sobre cada sector de la fábrica cuerpos de militares husmeaban con recelo que la producción fluya sin detenerse y que los empresarios avanzaran sobre las conquistas que los trabajadores le habían arrancado durante años de lucha. Ahora los delegados son los capataces, decían en Ford los directivos.
En esa adversidad, la resistencia obrera a la dictadura fue tomando forma con nuevos métodos de acción dentro de las fábricas de la rama automotriz. Las huelgas de Julio, Agosto y Septiembre de 1976 que fueron brutalmente reprimidas con desapariciones, detenciones, asesinatos y ocupación de fábricas por parte de las FFAA. El “trabajo a tristeza”, “trabajo a reglamento”, quite de colaboración y sabotaje. Los mismos obreros de Mercedes Benz que habían recibido el brutal golpe con la desaparición del conjunto de su comisión interna cantaron el Himno Nacional para frenar la ocupación militar durante una medida de fuerza. En General Motor el 25% de los autos que se fabrican salían dañados en una muestra clara de la intranquilidad de las líneas productivas. Así como estas experiencias fueron centenares las que dieron forma a lo que se conocería como “resistencia obrera” a la dictadura que culminara con el primer paro contra el régimen militar y jugara como factor relevante para la caída del mismo.
José “el gordo” Rodríguez no entraría como figura de esa lucha, sino como apuesta d
e los empresarios para dar causa a ese nuevo impulso que comenzaba a mostrar la clase obrera luego del golpe sangriento. Como dijimos con anterioridad, la apuesta máxima fue eliminar la organización sindical y social de los trabajadores, no conseguido esto hasta el final la burocracia jugaría nuevamente su papel dentro de los sindicatos como agentes de confianza de los empresarios. Los años no dirán lo contrario.
Lejos de la épica ilustre con la que Ricardo Pignanelli quiere adornar a su líder, es públicamente conocido que en mayo de 2003 la Federación Internacional de los trabajadores Metalúrgicos (FITIM) suspendía en su cargo a José “el gordo” Rodríguez, por las denuncias de periodistas y obreros perseguidos durante la última dictadura.
Valga la aclaración, esta federación está muy alejada de la influencia trotskista como podrían argumentar estos muchachos. Pero sin más, la vejes de Rodríguez no vino sola. Salieron a flote los fraudulentos manejos sobre OSMATA, obra social de los trabajadores mecánicos, lo que dio pie no solo a que la justicia investigara su patrimonio económico sino que también le dio aire al Verde, Mario Manrique para que terminara de minar el poder de este y la influencia de sus hijas en la obra social, llegando incluso a quedarse con la dirección del gremio unas vez retirado el viejo dirigente. Ni hablar de sus presuntas relaciones con cuentas bancarias en Suiza y Alemania. Algo infinitamente lejano para cualquier trabajador mecánico.
Diariamente Pignanelli abusa de su ferviente pasión por el modelos industrial “que hay que defender” como lo plantea en la solicitada, pero ese fuego pasional se apaga cuando tiene que recordar que SMATA apoyo al gobierno menemista. Y a quien encontramos en la primera línea, sino puede ser más que al mismísimo Rodríguez, que ocupo banca como Diputado Nacional (91-95) dentro de las filas del menemismo, jugando un rol activo para los empresarios como no quedaba duda que lo hiciera. En 1996, en medio de la batalla por la flexibilización laboral, Rodríguez no sólo no participó en las medidas de lucha, sino que colaboró con el gobierno. Por un lado, prestó servicios a Menem al quitarle afiliados a la UOM de Lorenzo Miguel, quien en aquel momento se opuso a los planes flexibilizadores (fue por esos años que SMATA le gana la conducción de FIAT en Córdoba a la UOM) Por el otro, antes de la sanción de estas leyes, firmó convenios por empresa que sirvieron de antecedentes de aquellas, permitiéndole a algunas dejar en la calle a miles de trabajadores, y a otras como la GM que había desmontado su fábrica en San Martin durante el año 78, plena dictadura, aprovecharan para abrir nuevas plantas con convenios a la baja.
Ya no ha quedado carne más que la rancia podredumbre de un traidor de la clase obrera, valga la redundancia.
La teoría de los dos demonios de la lista Verde en SMATA
No es casual que la solicitada reflote la teoría de los dos demonios para que sobre sus hombros se ponga de relieve la imagen de Rodríguez. Es el recurso clásico que ubica en un extremo a “los zurdos” que buscan el caos por el caos mismo, en el centro a los obreros que como sujetos pasivos se encuentran a merced de minorías irresponsables y por el otro a los militares que irrumpen para reordenar el desorden producido, y que debido a este error de los obreros por votar gente irresponsables como delegados entran nuevamente como ejército de salvación los benevolentes burócratas sindicales como se quiere convencer desde SMATA.
También fue utilizado por Ricardo Pignanelli en los conflictos de Gestamp y Lear, en esta autopartista tuvo que realizar un golpe preventivo ante el avance de la lista celeste que ya comenzaba a expandirse a otras fábricas del gremio presentándose como un peligro que rodeaba las terminales automotrices de la zona norte de Buenos Aires. El número de despedidos alcanzo a casi un 50% del plantel de la fábrica, que muy lejos de ser una minoría irresponsable era el germen que ponía en peligro a la burocracia sindical y su rol de agente del orden dentro de las fábricas.
Los militantes de la lista verde, “desplazada” la oposición, pasaron a ser los encargados de llevar el control de los estándares de producción que bajaban desde el departamento de ingeniería, siendo liberados también para el constante hostigamiento de Rubén Matu único miembro de la Comisión Interna que aún se encuentra dentro de planta luchando por la reincorporación de los trabajadores que exigen volver a su puesto de trabajo mediante la vial judicial.
Hablar de minoría irresponsable y de sujetos pasivos es ocultar la influencia que la izquierda comienza a tener sobre los trabajadores, que buscan recuperar su organizaciones de lucha, ocupados por la burocracia, y avanzar sobre los espacios sociales en los que afianza su control ésta junto a los líderes y supervisores de las empresas.
Por tal, la solicitada publicada por el gremio mecánico no es solo un insulto a la memoria de los 30.000 desaparecidos durante el último golpe militar sino que peligrosamente busca apropiarse de la verdadera historia de los trabajadores, desplazando el esfuerzo colectivo de ellos por defender sus organizaciones de lucha dentro la fábrica y poner al frente de la historia a personajes tan oscuros como lo fue José “el gordo” Rodríguez.