Un incendio devoró el pasado viernes una destilería en Plaza Huincul y se llevó la vida de 3 trabajadores. ¿Fue un accidente? La responsabilidad empresaria y la complicidad estatal.
Lunes 26 de septiembre de 2022 13:42
Foto: Fernando Ranni
Refiriéndose a la situación de la clase obrera en Inglaterra en 1845, Federico Engels escribió que “cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio. Si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala, cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, (…) entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez. (…) Pero no por ello es menos un crimen.” A este tipo de crímenes, los llama “sociales”.
Estas líneas, escritas hace casi 180 años, mantienen total vigencia y son una cruda descripción del capitalismo actual. A estos crímenes se los esconde bajo la denominación de “accidentes laborales”, de “tragedias”, “desgracias”, y toda una serie de definiciones que ocultan a los verdaderos responsables y, por lo general, poniendo la lupa sobre la “irresponsabilidad” de la víctima o, a lo sumo, de un destino imprevisto. Esto es lo que pasó el viernes en la destilería de Plaza Huincul, en Neuquén, donde perdieron la vida Gonzalo Molina (30), Fernando Jara (34) y Víctor Herrera (58).
Responsabilidad y ganancias empresarias
Como denunciaron los trabajadores de la destilería y los familiares de las víctimas, desde hace tiempo venían trabajando “al taco”. La producción de la empresa estaba al límite, y el tanque que generó la explosión ya había tenido un incidente en diciembre pasado. Pero los acelerados ritmos de Vaca Muerta para los empresarios son “sagrados”. La ganancia (enorme) de las petroleras y empresas de servicios vale más que la vida obrera.
El diputadoAndrés Blanco y el concejal Esteban Martine, ambos del PTS-Frente de Izquierda, aseguraron que las muertes obreras se deben al ritmo “desenfrenado del fracking en Vaca Muerta”. Denunciaron que, desde la flexibilización laboral impuesta en 2017 con la complicidad de la burocracia sindical, son 15 los petroleros que dejaron la vida trabajando.
Los récords de producción y ganancias en Vaca Muerta van de la mano con el aumento de la productividad y los ritmos de trabajo así como la flexibilización laboral, y con ello los “accidentes” y muertes laborales.
Complicidad estatal
Luego de la explosión de la destilería NAO, se conoció que la Subsecretaría de Ambiente había intimado a la empresa por una pileta de hidrocarburos descubierta en cercanías de una antorcha. Esta irregularidad habría sido detectada a partir de una inspección realizada en julio. Con esto intentan deslindar la responsabilidad estatal, pero no pueden ocultar que los “controles” están hechos a la medida de las empresas. Si la situación era crítica, como quedó trágicamente al descubierto, ¿por qué no paralizaron la producción de la destilería hasta que se solucionaran las irregularidades? Porque priorizan las ganancias.
Por eso el gobierno provincial a través de la Subsecretaría de Ambiente y del Ministerio de Energía y Recursos Naturales, y el nacional a través de la Secretaría de Energía, son cómplices, porque tenían la responsabilidad de hacer los controles en la refinería. Empresarios y Estado son los “asesinos invisibles” que se pretende ocultar, pero que ahí están. Porque no fue un accidente ni una tragedia, fue un crimen social.
Mirá: Crimen social: la refinería que explotó había sido intimada por irregularidades
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Alejo Lasa
Dirigente nacional del PTS. Coordinó, junto con Raúl Godoy y Grace López Eguía, el libro ZANON: Fábrica militante sin patrones.