La caída en la economía mundial ha tenido su manifestación en Chile en la baja del precio del cobre. Es por medio del metal rojo que Chile está más ligado a la economía mundial puesto que vende el 70 % del cobre a China, y la producción del mineral representa el 50% de PIB local.
Sábado 27 de agosto de 2016
Escribe: Benjamín Méndez.
Los efectos se han hecho sentir en los hombros de las familias trabajadoras en los últimos años. El gobierno y los empresarios se justifican en la “débil economía” para imponer las políticas pro-empresariales, las cuales buscan iniciar un nuevo proceso de acumulación que no toque ni un ápice de los intereses empresariales.
Efectos sobre la economía y las políticas del gobierno
El crecimiento en Chile se frenó: de estar en niveles de 5% a 6 %, hoy se estima que el crecimiento será del 1,9% para este año (dato estimado por el FMI). La caída del cobre ha hecho que el negocio de la minería pierda dinamismo, viéndose frenadas las inversiones capitalistas en el sector.
Pero, además del aporte directo de la minería al PIB nacional, existe un efecto multiplicador de la actividad minera en otros sectores económicos. En su proceso productivo, la minería demanda bienes y servicios de inversión y operación, que son adquiridos a otros sectores económicos generadores de actividad con valor agregado. Por otro lado, la minería paga remuneraciones a sus trabajadores y entrega recursos al fisco a través de impuestos y otros aportes, que derivan en un mayor consumo de los hogares y en gasto público. Esto, a su vez, se traduce en actividad económica también generadora de PIB en diversos sectores.
Ante esta situación, el gobierno tienen una sola línea: “recuperar la economía con una agenda de productividad”. ¿Qué significa esto? La respuesta está a la vista: 18 mil trabajadores despedidos en la minería, una subida miserable en el sueldo mínimo, aumento en la edad de jubilación y la reforma laboral anunciada con bombos y platillos, que viene a mantener todo el marco laboral impuesto en dictadura.
La idea es mantener un escenario de “eficiencia” favorable a los empresarios, reducir los costos, particularmente en trabajo, y producir lo mismo, con esto aumentar el margen de ganancia. Ganancias en alza implican inversión en alza y economía en alza. E inversamente, el debilitamiento de las ganancias anticipa la caída de la inversión y del crecimiento.
Podemos ver que el debilitamiento de la economía, producto de la crisis mundial, en si ya golpea a las familias trabajadoras al corto plazo. Pero además de eso, al largo plazo el gobierno y empresarios buscan reestructurar la economía, o como dicen ellos “un nuevo punto de equilibrio” a costillas de los trabajadores. Quieren hacerles creer que deben aceptar medidas para recuperar la economía, una que no les pertenece y que en nada les beneficia; que los tiene con jubilaciones miserables, mientras las AFP se llenan los bolsillos para que los empresarios puedan asegurar sus ganancias; un sistema de salud al servicio del mercado que si eres pobre te condena a la deuda o a la muerte. Y Así podríamos seguir: el subcontrato, la educación, etc. Toda una economía ideada para los empresarios.
¿Pero son los trabajadores los que producen esta crisis? Por supuesto que no, y para aclarar esto desarrollemos un poco de historia económica en lo que sigue.
¿Por qué la crisis económica mundial, y el debilitamiento de la economía en Chile?
La sobreproducción de las materias primas parece ser la respuesta más convincente. Marx en El Capital plantea que la producción capitalista aumenta “hasta proporciones monstruosas”. La secuencia de alta inversión lleva a la sobreinversión y la sobrecapacidad, y de ahí al crack y la crisis. Esto ha tendido a repetirse a lo largo de los últimos años. El primer caso que podemos mencionar es Japón. Desde fines de 1986, y por cuatro años la economía japonesa entra en una fase de fuerte expansión; entre 1987 y 1991 la tasa de crecimiento anual promedio del PNB fue del 5%. La expansión fue impulsada por un boom inversor. El stock de capital bruto creció entre 1985 y 1991 a una tasa del 6,7% anual, y la productividad laboral horaria en la manufactura al 5,4%. La ratio inversión en planta y equipo sobre PNB superó el altísimo nivel del 20% en 1989-1990. Como consecuencia de este boom inversor la relación capital/output en 1991 era un 10% más alto que el valor tendencial (Noguchi, 1994).
En la historia del capitalismo se registra repetidas veces este fenómeno de alta expansión e inversión en una o algunas ramas fundamentales, seguidas de especulación y sobreinversión, empujadas por el crédito, hasta que finalmente se produce el crack y el colapso que empuja a la economía a la recesión y la depresión.
En particular a mediados de los 2000 había múltiples expresiones de preocupación por la ampliación de capacidad en la industria china en los 2000. En ese momento la inversión real fija en China crecía a una tasa de aproximadamente el 23% anual. Entre 1990 y 2005 la participación de la inversión en el PNB promedió el 39%, y en 2005 se ubicaba en el 45%. Las relaciones capital/output y capital/trabajo habían subido fuertemente. El FMI y el gobierno chino reconocían que había sectores, como automóviles, en los que había sobreinversión, caída de precios y de la rentabilidad (IMF, 2005). Este aumento de la capacidad era instigada por la reinversión de utilidades por parte de las empresas, el boom del crédito y la entrada de capitales.
En el mercado inmobiliario se registraban tensiones especulativas. Ese mismo año la consultora Standard & Poor advertía que China tenía sobrecapacidad en autos, cemento y carbón, entre otras ramas. La situación de las ganancias era buena, pero la sobrecapacidad (que seguía aumentando), amenazaba las perspectivas para 2007 o 2008, según la consultora. Ya en 2003 el gobierno había frenado la inversión en acero y química por la existencia de sobrecapacidad. Parte importante de la sobrecapacidad en China se descargaba en el mercado de EUA. A su vez los excedentes chinos eran reciclados a EUA, contribuyendo a financiar el déficit de cuenta corriente y la plétora del capital y a la especulación. Lo que impulsaba en EUA el ciclo alcista en la construcción y los mercados de crédito, la sobreacumulación en este sector, en el marco de una inversión que continuaba débil en el resto de la economía. El Economic Report of the President (2004) sobre la situación económica planteaba que a pesar de la incipiente recuperación del gasto en equipo y software, “la demanda de inversión de estructuras permaneció débil en 2003. Una alta sobrecapacidad parece haber anulado el ímpetu dado por bajas tasas de interés y alto flujo de liquidez” (p.91).
Se generaban así las condiciones para que el estallido de la burbuja financiera y en el mercado hipotecario desatara la crisis y el giro a la depresión. Es el afán de ganancia individual y la competencia capitalista las que producen las crisis, ambas cosas que están bastante alejadas de los intereses de los trabajadores.