Desde la Facultad de Medicina y el SiTAS se retoman argumentos metafísicos y retrógrados para negar lo que miles de mujeres ya dijeron en las calles: el derecho al aborto legal es una cuestión elemental para la salud pública.
Domingo 8 de julio de 2018 00:00
Con la media sanción en Diputados la ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE) dio un gran paso gracias a la movilización de cientos de miles de mujeres que desbordaron el Congreso y las plazas de todo el país; mujeres que instalaron en la sociedad la solución al problema sanitario de los abortos clandestinos, que dejaron de ser un tema de discusión del ambiente ginecológico y médico, para introducirse en todos los lugares de estudio y de trabajo.
En un mes sesionará el Senado y esta espera no debe ser pasiva. Los activistas por el aborto clandestino no tardaron en manifestar su reaccionario, oscurantista y violento descontento con la media sanción. En redes sociales atacan a los trabajadores de la salud que están a favor de la legalización del aborto, y por otro lado tratan de intervenir rabiosamente en los medios de comunicación con argumentos engañosos y metafísicos.
Es necesario debatir estas concepciones retrógradas cuyo eco fueron replicados por docentes de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), incluso por el decano Mateo Martínez. La conservadora dirección del Sindicato de Trabajadores Autoconvocados de la Salud (SiTAS) también aportó con su voz al cántico gregoriano en favor del aborto clandestino.
Los abortos existen independientemente de que sea legal o clandestino, y de los credos individuales. Es una realidad en la cual las mujeres de bajos recursos son las que se mueren por abortos inseguros, mientras las pudientes pueden pagar un aborto seguro. Esta desigualdad social de acceso a un aborto seguro determina un problema de salud pública que no puede ser resuelto desde el dogma biológico y religioso.
La adulteración de Hipócrates
La utilización del juramento hipocrático como arma argumentativa contra la legalización del aborto expresa un desconocimiento profundo no solo del origen del juramento sino también de las enseñanzas del “Padre de la Medicina”. Hipócrates ejerció y enseñó medicina en la antigua Grecia, aproximadamente hace 400 años a.C. y tanto Platón como Aristóteles elogiaron su actividad por rescatar al arte de curar de las manos del chamanismo religioso y filosófico.
Se le atribuyen entre cincuenta a setenta ensayos y textos que han sido ampliamente aceptados como la base de la medicina occidental. Estos contienen una gran cantidad de información médica, pero lo que es más importante, mostraron una nueva actitud hacia la práctica de la medicina: una que enfatiza la naturaleza sobre la filosofía, la observación sobre la teoría y el paciente sobre el propio interés del médico.
Sus seguidores redactaron el Juramento Hipocrático, y fue modificándose a lo largo de la historia. El primero se encontró en los papiros de Oxyrhynchus, que fue escrito alrededor del 270 a.C. Luego fue modificado por la iglesia católica en la Edad Media, el cual es conocido como el Manuscrito Bizantino, actualmente exhibido en la biblioteca del Vaticano. También existen modificaciones en la cultura árabe, judía e hindú. Nunca fue un documento estático ya que necesitó ser modificado para aggiornar la actividad médica a la religión; pero en esencia se trata de un compromiso de lealtad que el médico realiza hacia el paciente.
En la antigua Grecia también se realizaban abortos, lo cuales no estaban prohibidos ni fueron moralmente incorrecto. La medicina hipocrática no fue indiferente a esto. En el Corpus Hipocratico, se expresa la diferencia entre los preparados pharmaka, phthoria y ekbolia; la primera hace referencia a diversos remedios que se prescribían para provocar abortos, y las dos últimas servían para expulsar fetos muertos.
Diversos investigadores, como Nardi, Angeletti, Pepe, Askitopoulou, entre otros; sostienen que el pasaje del Juramento Hipocrático “No daré a la mujer un pesario abortivo” hace referencia a un cambio semántico que introdujo el cristianismo a la traducción de la expresión “Pesson Fthorion” en el texto original. El Pesson Fthorion, traducido por Littré como “pesario abortivo” y por Eldestein como “remedio abortivo”, fue revelado como una mezcla de sustancias corrosivas que se introducía por vía vaginal sin asepsia para provocar abortos; el cual ponía en riesgo la vida de la mujer.
Los textos hipocráticos ponen énfasis en el cuidado de la salud de las mujeres y advierte a los médicos del potencial daño de los supositorios con sustancias destructivas, en lugar de una objeción moral al aborto en sí. Hipócrates aconsejaba a los médicos a que fueran ellos quienes hicieran los abortos, porque profesaba la beneficencia hacia la mujer y la no maleficencia evitando utilizar el Pesson Fthorion.
En la actualidad este Juramento fue modificado para respetar la autonomía y ampliar derechos de los pacientes sin ser un documento legal; sin embargo la esencia del mismo ha perdurado, no por sus pautas y prescripciones específicas, sino porque representa el compromiso de los médicos con la tradición hipocrática. Una tradición que se basa en la investigación científica combinada con el humanismo en la atención del paciente.
No contar con ellos, ni con la cúpula académica ni con la sindical
Mediante la campaña “No cuenten conmigo” muchos trabajadores de la salud, principalmente médicos, militan por la perpetuación de los abortos inseguros bajo el eufemismo de querer “Salvar las dos vidas”. Los abortos inseguros en la clandestinidad no salva ninguna vida, sino todo lo contrario. Esta hipocresía, que oscila entre el dogmatismo religioso y el biológico, conduce a la expulsión de la comprensión humanista de la mujer que decide abortar, y a la negación de los abortos inseguros como un problema de salud pública.
Comprenden el problema del aborto basándose en una Escolástica Biomédica, una especie de engendro epistemológico que ciñe al pensamiento médico con las cadenas de una radicalización biológica y religiosa. Por medio de un silogismo biológico se le otorga al embrión humano facultades históricas y psíquicas, de deseos y angustias, de un sujeto constituido. Como corolario destila un biologismo médico que, por un lado, ahoga el acceso de las mujeres a salvaguardar sus vidas; y por el otro, descontextualiza la existencia de los abortos clandestinos como un problema de salud pública.
Con esto les dan la espalda a las mujeres que quieren ejercer su autonomía al acceso a la salud reproductiva. Sus principios de Beneficencia, No maleficencia, Justicia y Autonomía se ahogan respectivamente en: los abortos inseguros, la criminalización de la mujer que decide abortar, la inequidad en el acceso a los abortos seguros y la maternidad obligatoria. Porque con esta epistemología biológica y religiosa fracturan y abandonan la relación Médico-paciente, reemplazándola por una metafísica relación Médico-embrión.
Esta descontextualización y deshumanización del problema de los abortos inseguros también es impulsada por la Facultad de Medicina de la UNT. La cúpula institucional se proclamó a “favor de la vida” y que los abortos continúen realizándose en la clandestinidad. Esto es una clara evidencia de que desean que los estudiantes continúen viendo los problemas de la salud pública con el telescopio de la biología y la fisiopatología, exentos de una visión crítica de la realidad social y sanitaria.
Así como la cúpula de la Facultad intenta evitar que los estudiantes se organicen y luchen por el aborto legal como derecho a la salud, la dirección gremial del SiTAS también quiere evitar que los trabajadores se organicen por la legalización del aborto como derecho a la salud. La secretaria general Adriana Bueno y el secretario adjunto Julián Nassif, se proclamaron a favor de la clandestinidad del aborto utilizando los slogans “No cuenten conmigo” y “Salvemos las dos vidas”.
El brazo sindical de Cambiemos Tucumán gritaba a los cuatro vientos exigiendo al gobierno provincial un aumento en los salarios. Grito que año a año iba tornándose hipofónico al negociar paritarias decrecientes; hasta quedar completamente afónico ante el ajuste brutal a la salud pública que llevan adelante el gobierno nacional y provincial. Al parecer esta dirección sindical no solo está dispuesta a dar la espalda al problema sanitario del aborto, sino también a los problemas de salud pública que derivarán del ajuste y de los planes del FMI.
Contra la hipocresía defendamos el derecho a la salud
El vapor de la hipocresía biologista de los defensores del aborto clandestino proviene de la ideología dominante de un régimen político eclesiástico que ejerce control social sobre los sectores populares y que teme por la ampliación de derechos para la clase trabajadora. Ellos, que pelean por mantener en la clandestinidad al aborto, quieren mantener un status quo donde los trabajadores y los pobres acceden a una salud progresivamente pauperizada.
El derecho al aborto legal, seguro y gratuito es una demanda democrática elemental para que las mujeres pobres no se mueran o no terminen mutiladas con abortos inseguros; sin embargo tiene un contenido importante que cuestiona al poder eclesiástico que influye a la política tucumana, y que puede ser un gran paso hacia la separación de la iglesia y el Estado.
Es una cuestión elemental, de necesidad antropológica y humanista que los estudiantes tengan una formación científica y humanística con perspectiva de género y derechos. Y si la facultad no la garantiza deben crear sus cátedras independientes donde se estudien todos los problemas de salud pública. También lo es construir una agrupación política sindical que organice al conjunto de los trabajadores de la salud para pelear por defender y mejorar el sistema público de salud. La realidad nos golpea las puertas y nos exige intervenir en ella para construir y garantizar el derecho a una salud pública de calidad humana y científica.
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