Aún en el siglo XXI las mujeres no tienen iguales derechos, las discriminaciones por género, las violencias y exclusiones, las alejan de sus plenos derechos a la salud integral, incluyendo sus derechos sexuales y reproductivos. En este Día de Acción Global por la Salud de las Mujeres, voy a referirme a la salud sexual, y a visibilizar la necesidad de abordarla con una perspectiva de género no reproductiva, desde el derecho al placer.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud sexual como "un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad" y que "no es mera ausencia de enfermedad, disfunción o malestar. Requiere un acercamiento positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coacción, discriminación y violencia". Agrega: “Para que la salud sexual se logre y se mantenga, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y satisfechos". Sin embargo, en la actualidad, la salud sexual no reproductiva no está contemplada por el Estado, como otra de las expresiones de la salud que deben ser tenidas en cuenta en programas, asistencia, cuidados, promoción, etc. De la misma manera que la Sexología no tiene aún el mismo estatus institucional que otras disciplinas de Salud, ni tampoco se respeta cabalmente la implementación de la Educación Sexual Integral en todos los niveles de la enseñanza pública.
El sexo contribuye al bienestar general y la felicidad de las personas; es un elemento importante a considerar cuando relevamos la calidad de vida de las personas adultas. La satisfacción de las necesidades de vinculaciones afectivas y eróticas contribuyen al bienestar tanto personal como social. Eso evidencia la importancia de abordar la salud sexual no reproductiva, contribuyendo a una educación en el derecho al placer con una perspectiva de género. Porque hay suficientes estudios que demuestran el impacto que esto tiene sobre la salud en general.
Las dificultades para disfrutar del placer sexual como problema político
Sin embargo, mientras para algunes el sexo es una fuente de placer y aceptación personal, para otres representa una fuente de conflictos. Los mandatos sociales sobre nuestras vidas sexoafectivas pueden causar enormes sufrimientos que implican además a los vínculos confiables y compañeres sexuales de la persona. Lo que Leonor Tiefer define como el "descontento o insatisfacción con cualquier aspecto emocional, físico o relacional de la experiencia sexual", es mayor entre las mujeres y las disidencias sexogenéricas, donde encontramos que hay muchas más percepciones de que "hay algo" que las condiciona y no les permite vivir ni disfrutar de un encuentro sexual o de la autoexploración erótica, de la forma en que lo desearían. La frecuencia de dificultades sexuales es de 43,3 % en hombres y 46 % en mujeres. Pero como dice Perneud, las dificultades sexuales "no son condiciones patológicas. En cambio deberían ser teorizadas como problemas políticos, y más específicamente como las implicaciones sexuales del patriarcado".
Por eso, coincidimos con la sexóloga feminista María Sabroso cuando plantea que "diagnosticar dificultades sexuales sin tener en cuenta lo relacional, económico, social y contextual es, una vez más, un tipo de violencia contra las personas marcadas como mujeres que acuden a profesionales pensando que tienen un problema de deseo y en la respuesta de excitación, que, simplemente se llama agotamiento, capitalismo, machismo y patriarcado. Es fundamental contemplar aspectos como la carga mental y la división de las tareas de cuidado y de reproducción de la vida cotidiana en su abordaje".
Se educa a la mujer para cumplir con mandatos asfixiantes sobre el deber ser de su género, invisibilizando y negando la relación con su propio cuerpo, desde niña ocultando la exploración de su genitalidad, negando y castigando luego el encuentro con su cuerpo si acaso ocurriera, el descubrimiento de su placer sexual y autoerotismo. Sancionando la masturbación, previniendo el erotismo y el deseo de encuentro con otres. Enfrentando incluso la "violencia estética" que, como define Ester Pineda se trata de "narrativas, representaciones y prácticas que presionan a las mujeres a cumplir con el canon de belleza impuesto", haciendo referencia a múltiples formas de discriminación y exclusión para quienes no satisfacen ese estereotipo, bajo premisas "sexistas, gerontofóbicas, racistas y gordofóbicas". Construir su propia identidad, libre de todos los estigmas estará condicionado por sus condiciones sociales, por su pertenencia de clase y por múltiples posibilidades a lo largo de la vida para conseguir o no escapar a ese sexismo que también aun se reproduce en algunos ámbitos de la Salud, haciendo equivaler la identidad mujer con la de madre, bajo el presupuesto de la heteronormatividad.
Liberar el deseo de las garras del capital
Pero además, la sexualidad no es ajena al exceso de trabajo, la doble carga que implica el trabajo doméstico y de cuidados. Y esa no es apenas una carga física, sino también psíquica: el estrés de administrar los magros ingresos, la atención permanente a las rutinas cotidianas de les hijes y otras personas a cargo, el esfuerzo de cumplir con todo. En las vidas reales de la inmensa mayoría de las mujeres, el encuentro sexual queda relegado al último momento del día, al que se llega con el cuerpo exhausto y la mente cargada de tensiones. El ocio, el disfrute, el deseo no tienen lugar en las sociedades capitalistas que habitamos.
"Para comprender la sexualidad bajo el capitalismo, no podemos mirar solo la esfera del cambio personal y del reconocimiento de derechos legales, también tenemos que entender la sexualidad bajo la esfera de la reproducción social y como esta está sujeta a las presiones del capitalismo, que tiene la necesidad de reprimir nuestra sexualidad ya que de otro modo no nos volveríamos sujetos económicos", dicen Cinzia Aruzza y Tithi Bhattachanrya.
Por eso, cuestionar esta opresión sobre nuestra sexualidad, pone en riesgo las normas con las que este sistema regula nuestros cuerpos. Y apunta también a cuestionar el sistema de explotación y opresión que consume nuestros cuerpos con una voracidad guiada por las ganancias. Como propone María Luz Esteban, "esta materialidad corporal es lo que somos, el cuerpo que tenemos, y puede ser (y de hecho lo está siendo) un agente perfecto en la confrontación, en la contestación, en la resistencia y en la reformulación de nuevas relaciones de género, al igual que hace veinte o treinta años lo fue el cuerpo reproductivo/sexual. El cuerpo es una fuente de discriminación pero también de resistencia y contestación".
Alejandra Kollontai, dirigente del Partido Bolchevique y la primera mujer en convertirse en ministra a nivel mundial, con la revolución obrera de Rusia en 1917, escribía mucho antes, ya en 1911:
La solución de los problemas sexuales sólo podrá hallarse en el establecimiento de un orden social y económico nuevo, con una transformación fundamental de nuestra sociedad actual’, afirman los socialistas. Pero precisamente este esperar en el mañana, ¿no indica también que nosotros tampoco hemos logrado apoderarnos del ’hilo conductor’? ¿No deberíamos encontrar o al menos localizar este ’hilo conductor’ que promete desenredar el nudo? ¿No deberíamos encontrarlo ahora, en este mismo momento?
Quienes trabajamos en el abordaje de la salud sexual, quienes somos parte de los amplios y diversos movimientos de mujeres, de diversidad sexual y feministas, quienes mostramos en las calles que, con nuestra lucha persistente, conquistamos derechos sexuales y reproductivos, quienes fuimos parte de esa gran marea verde que logró la legalización del aborto, tenemos esta tarea por delante.
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