Se expresó en las urnas el descontento. El PRI es el gran perdedor de estos comicios que abren camino hacia las elecciones presidenciales de 2018, y perdió gubernaturas históricas como la de Veracruz.
Martes 7 de junio de 2016
Imagen: Reuters
Sucedió aunque las encuestas no apuntaban en ese sentido y la directiva priista había señalado que mantendría 9 de las 12 gubernaturas en disputa. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió Veracruz, un bastión estratégico, Tamaulipas, Quintana Roo, Aguascalientes, Chihuahua, y Durango, en los tres primeros nunca hubo alternancia. Si bien recuperó dos estados –Sinaloa y Oaxaca– definitivamente Peña Nieto queda mal parado para concluir su sexenio y queda debilitado ante el gobierno de Estados Unidos que tenía una visión crítica de su manejo de la crisis social. El PRI no tiene el camino fácil hacia el 2018: se mostró el descontento con los gobiernos priistas y sus políticas sociales y económicas.
Y no se trata sólo de bastiones políticos, sino también económicos. En conjunto, los 12 estados donde se eligió nuevo gobernador representan 25% del PBI, e incluyen importantes ciudades fronterizas claves de la industria maquiladora como Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Tijuana, el puerto de Veracruz –vía para el comercio mundial y productora de energéticos e industrias conexas– ciudades industriales como Culiacán y Puebla, y un centro de turismo y captación de divisas como Cancún.
Los resultados
En Aguascalientes, la gubernatura quedó en manos Martín Orozco Sandoval, del Partido Acción Nacional, con el 43.53% de los votos. En Chihuahua, el también panista Javier Corral Jurado se queda con el cargo de gobernador con el 39.6% de los votos.
En Durango, José Rosas Aispuro, del PAN, obtuvo 46.39% de los votos. En Hidalgo, el PRI retuvo la gubernatura, con Omar Fayad Meneses como ganador 43.59% de la preferencia electoral. Recuperó el PRI la gubernatura de Oaxaca con Alejandro Murat Hinojosa, con 31.97% de los votos.
El PAN retuvo Puebla, de la mano de José Antonio Gali Fayad, con 45.35% de los votos. Acción Nacional conquistó Quintana Roo, en coalición con el PRD, con Carlos Joaquín González, con 45.7% de los votos.
Quirino Ordaz Coppel, del PRI, ganó la gubernatura de Sinaloa, con 41.21% de los votos, mientras el PAN arrasó en Tamaulipas con Francisco Cabeza de Vaca, que obtuvo 50.19% de los votos. Tlaxcala quedó en manos de la coalición encabezada por el PRI, y su candidato Marco Antonio Mena Rodríguez consiguió 33.62% de los votos.
La derrota más dolorosa para el PRI es claramente Veracruz, donde Miguel Ángel Yunes Linares, de la coalición PAN-PRD, ganó con 33.92% la gubernatura. Zacatecas quedó en manos de la coalición encabezada por el PRI, cuyo candidato Alejandro Tello Cisterna obtuvo 37.28% de los votos.
Por otra parte, en la Ciudad de México, sólo 28.4% de las personas registradas en el padrón electoral fueron a votar, fruto del poco entusiasmo ante la Asamblea Constituyente. Aun así, fue Morena el partido que obtuvo la mayoría de los votos válidos, 36.13% de la preferencia electoral.
En Veracruz, acudió a las urnas 53.69% del padrón, mientras que en Oaxaca hizo lo propio 59.59%, en Chihuahua 48.82%, en Tamaulipas 55%, en Durango 56.72%, en Puebla 44.5%, en Hidalgo 57.25%, en Sinaloa 44.7%, en Aguascalientes 52.54%, en Quintana Roo, más del 50%.
El voto castigo contra el PRI
El partido gobernante tiene abiertos varios frentes de batalla. Aunque el más amplio y que ha ganado fuerza fue el conflicto con el magisterio disidente que enfrenta en las calles la imposición de la reforma educativa, no es el único sector que expresa descontento –aunque sí el más decidido.
Hay descontento entre trabajadoras y trabajadores de la salud frente a las reformas en curso, así como se ha expresado la resistencia de pueblos originarios ante megaproyectos, como el caso de Xochicuautla, o los pobladores de San Salvador Atenco que enfrentan el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. También se expresa el llamado “malhumor social” en estudiantes y trabajadores universitarios, como el caso de la Universidad Veracruzana, o en forma muy incipiente en la UNAM. A eso se le suma el hartazgo de las mujeres frente a la violencia que se despliega contra ellas, como se expresó en abril en la marcha #NosQueremosVivas.
Así llegó el PRI a estos comicios. Y perdió. Los analistas plantean que perder estados en términos absolutos lo debilita y expresa no sólo el desgaste de las administraciones locales, cuyos casos emblemáticos con las gubernaturas de Javier Duarte en Veracruz y César Duarte en Chihuahua, como intentó justificar recientemente la directiva del PRI, sino también un crecimiento del descontento y la desconfianza con el gobierno federal.
Los socios PAN-PRD
Acción Nacional ganó 7 de las 12 gubernaturas que se disputaban en estas elecciones. Aguascalientes, Chihuahua, Puebla, Tamaulipas, Durango, Quintana Roo y Veracruz, estas tres últimas en coalición con el PRD y se hace fuerte en el norte del país. Ricardo Anaya, presidente de este partido, declaró que a partir de ser gobierno en estas entidades se abre la posibilidad de volver a la presidencia en 2018. Los analistas destacan un cambio en el mapa político, ya que el PAN tendrá ahora 10 gobiernos estatales que estarán al servicio de ganar las elecciones del 2018.
Pero lo cierto es que más que un fortalecimiento orgánico del PAN, asistimos a un particular voto castigo contra el PRI, en el marco de que aún no se perfila una alternativa con peso nacional en el arco de la centroizquierda.
Es aún más discutible la recuperación del PRD. No ganó ninguna gobernatura como partido, sino subido a esta alianza –que expresa su deriva hacia la derecha– con candidatos ex priistas.
Aunque evitó la debacle anunciada en la Ciudad de México (subió del 20 al 28%) se confirmó la pérdida de su hegemonía y su desgaste como partido centroizquierdista, al quedar en un segundo lugar. Evidentemente, no pueden recuperarse del desprestigio por haberse sumado al Pacto por México y por su responsabilidad política en la masacre de Iguala y la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Este panorama, aunado al fortalecimiento de AMLO en la capital, debilitan las aspiraciones presidenciales de Mancera al frente del PRD.
Morena: la nueva “izquierda” del régimen mexicano
Ya en las elecciones del año pasado, el partido de Andrés Manuel López Obrador había emergido como una de las principales fuerzas políticas en la zona metropolitana, capitalizando el descontento con los partidos del Pacto por México y con una votación dispar en el resto del país.
Aunque no ganó ninguna gubernatura –contrario al anuncio exultante de Monreal de que lo lograrían en Oaxaca, Veracruz y Zacatecas– lo cierto es que ha hecho una buena elección. En Zacatecas lograron el segundo lugar, mientras que se perfilaron como tercera fuerza en Veracruz (26.66%) –donde se creció el prestigio de su dirigente estatal– Oaxaca (23.05%) y Quintana Roo (10.94%).
El llamado de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) a votar a este partido sin duda los fortaleció en estos comicios. Y se consolidó en la capital del país, donde fue el claro ganador con 32% de los votos emitidos, haciendo una excelente elección. El Morena se consolida como una fuerza opositora con aspiraciones de disputar la presidencia.
Las candidaturas independientes
Esta elección contó con un gran número de candidatos independientes, tanto para la Constituyente de la Ciudad de México, como para alcaldías, diputaciones y gubernaturas. Pero en general no les ha ido bien.
Mientras que en la Ciudad de México, la mayoría de los candidatos independientes no obtuvo un lugar en la Asamblea Constituyente –Ismael Figueroa sería el único, en tanto hay ya reclamos porque la cantidad de votos nulos indicaría un método de votación prácticamente incomprensible–, en Chihuahua obtuvieron las alcaldías de Ciudad Juárez (Armando Cabada) y de Parral (Alfredo Lozoya), y José Luis Barraza González se convirtió en la tercera fuerza en las elecciones a gobernador.
En síntesis, las elecciones muestran, en el contexto de la derrota priista en varios estados y el debilitamiento del partido de gobierno, un complejo ajedrez político hacia el 2018.
Está por verse como afecta esto la aplicación de los planes por parte del gobierno de Peña Nieto. Los trabajadores y el pueblo tendrán por delante profundizar la lucha en defensa de sus conquistas.