El periodista aporta su mirada presente sobre el país que fue escenario hace 100 años de la primera revolución proletaria triunfante de la historia. La crónica describe los intentos por recuperar hoy las tradiciones oscurantistas del zarismo.
Ignacio Incardona @PanoramaNegro
Viernes 14 de julio de 2017
En la TV se veía un gran festival a cielo abierto sobre la rivera de un río ancho y azul. Un acto con mucha pompa y al parecer participaban artistas reconocidos del país.
“Ah… sí, ya sé que es. El 8 de julio se celebra en Rusia el día del Amor, la Familia y la Fidelidad.” Olga, madre de familia de la ciudad de Rostov, en la zona del Cáucaso ruso, explica que es como el “Día de San Valentín” para occidente, pero mucho más “puro”, porque no tiene connotaciones sexuales, sino más bien familiares y amorosas.
¿De dónde viene este festejo? Los 8 de julio se celebra a los santos “Piotr” y “Fevronia” (Pedro y Febronia), una pareja que protgonizó una historia romántica en el Siglo XIII, y que la Iglesia Ortodoxa reconoce como verídica.
El relato -entre fantasioso y religioso- habla de heridas de dragones, de curaciones milagrosas y de un casamiento entre un Príncipe y una campesina, algo “deshonroso” para la época, que comenzó siendo algo forzado, pero luego, como en los cuentos con final feliz, el amor triunfó.
Ambos -ahora santos- desoyeron las ofensas de sus coterráneos y se fueron juntos a vivir una vida “sencilla” en el campo, renunciando a sus tronos.
El pueblo de la antigua ciudad de Múrom les pidió que volvieran luego de que su ausencia provocara una guerra intestina ante el vacío de poder. Rápidamente el pueblo acogió a los reyes y reconocieron a la antigua campesina como la mujer del otrora Príncipe Pedro.
Cuando envejecieron se hicieron monjes y vivieron en conventos. Se dedicaron a la oración y pidieron a dios una sola cosa, morir el mismo día, algo que finalmente sucedió en 1228.
En su testamento, estos Romeo y Julieta del este, pidieron ser enterrados juntos en el mismo ataúd. Esto contradecía los mandamientos cristianos ortodoxos por lo que los colocaron en féretros separados. Y he aquí otro milagro: Pedro y Febronia aparecieron juntos en el ataúd. Los volvieron a separar y volvieron a reunirse milagrosamente. Por ello decidieron dejarlos juntos y darle la sagrada sepultura de ese modo.
Luego de ese día se empezó a venerarlos, y ni siquiera durante el período soviético (donde se prohibían las religiones) se dejó de hacerlo en silencio y entre las cuatro paredes. No es casual que hoy este relato haya sido reconocido por todas las confesiones tradicionales de Rusia y se instaure como una festividad nacional hoy en día.
El país se encuentra en un profundo proceso de re-escritura de la historia y de su historia, y este tipo de celebraciones tradicionalistas va mucho más en consonancia con los tiempos que corren. La reacción luego de las décadas soviéticas, implica estos intentos por rescatar ese pasado cuasi medieval y sus instituciones del orden, como lo son la Iglesia Ortodoxa y la familia.
Son intentos de los actuales detentadores del poder por “recuperar”, el “alma rusa”, con todas sus connotaciones religiosas e imperiales, siempre dentro de los márgenes del libre mercado global y el Estado-Nación “moderno”.