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Red Internacional
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Historia. El día que un campesino vio nacer un volcán

Un 20 de febrero pero de 1943, un campesino del estado de Michoacán de nombre Dionisio Pulido se convirtió en el primer hombre en ver nacer un volcán.

Óscar Fernández

Óscar Fernández @OscarFdz94

Axomalli Villanueva

Axomalli Villanueva @1quiahuitl

Jueves 20 de febrero de 2020

Por varias semanas los habitantes de Michoacán habían sentido cierta actividad sísmica, pero debido a las condiciones de la época, no le dieron importancia. Era 1943 y México había tenido hace unas décadas su Revolución, las reformas de Cárdenas habían otorgado tierra a algunos sectores del campesinado y el país, además de encontrarse en una etapa de industrialización, había declarado unos meses antes la guerra a las potencias del Eje.

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El 20 de febrero de 1943, don Dionisio Pulido se encontraba trabajando su parcela cuando otro temblor estremeció la tierra, provocando un agujero del que comenzó a salir un olor fétido (azufre) y después piedras candentes. Don Dionisio tomó a su hijo del brazo y corrió a la plaza central de su pueblo, Paricutín, a contar lo que vio.

Ciertamente don Dionisio no era ningún experto en vulcanología, pero pronto se dió a conocer como primer hombre en el mundo en ver nacer un volcán.

En su testimonio queda claro que mezcló lo que vio con lo que él conocía, habiendo vivido toda su vida en un pueblo en el México posrevolucionario. Fue así que exclamó: "¡yo vi cómo la tierra se inflaba como una concha!"; estas palabras fueron transmitidas a quienes escriben estas líneas por algunos habitantes que habían presenciado el surgimiento del volcán.

Y efectivamente, aquella "concha" se siguió inflando: a los pocos días ya medía más de 10 metros y la gente decía que era "del tamaño de una iglesia"; en semanas ya superaba los 50 metros de altura. En total fueron 9 años, 11 días y 10 horas de actividad volcánica que quedaron registradas en distintos materiales y con una altura de 208m.

Se filmaron varios metros de filme dando cuenta de la actividad del volcán, muchas fotografías de las columnas de humo e incluso el muralista Gerardo Murillo (conocido como el Dr. Atl) llegó a pintar los ríos de lava que iluminaban la noche.

El paisaje de la meseta purépecha cambió, borrando del mapa al pueblo Paricutín (del cual el volcán tomó el nombre) y desplazando a los habitantes de San Juan Parangaricutiro ante la inminente llegada de la lava, teniendo que abandonar sus huertas y animales y dejando inconclusa la iglesia del pueblo, la cual la lava la sepultó casi por completo, pero "de milagro" no llegó a tocar el altar.

San Juan "se negó a morir" y los habitantes fueron reubicados en tierras que pertenecían a la Hacienda de los Conejos. Lo mismo ocurrió con el pueblo de Santa Ana Zirosto, mientras que a Uruapan solamente llegaban a caer las columnas de grava y ceniza.

En la cultura popular, el Paricutín sirvió de fondo a la película Capitán de Castilla (1947), estando aún en actividad, así como ser objeto de un trabalenguas popular:

"El pueblo de Parangaricutirimícuaro se quiere desparangaricutirimicuarizar, quien logre desparangaricutirimicuarizarlo gran desparangaricutirimicuarizador será"

O en español: el pueblo de Parangaricutiro se quiere quitar de encima a ese volcán; el que logre calmar la ira del coloso será considerado héroe por sus habitantes.

Actualmente el Paricutin y su "hijo" tienen aguas termales y son visitados cada año por turistas.


Óscar Fernández

Politólogo - Universidad Iberoamericana

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