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Red Internacional
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OPINIÓN. El “enemigo interno”: los trabajadores ante el discurso represivo

Una reflexión acerca de las ideas que intentan instalar el Gobierno y la corporación mediática, en el marco de los hechos represivos del último tiempo.

Lunes 11 de diciembre de 2017 00:30

Estación de Lanús, 7 de la mañana. La gente a paso apresurado sortea los obstáculos de la calle luego de saltar del colectivo, con ese oído afinado con los años que le permite escuchar a lo lejos el tren que lo llevará como ganado hasta su trabajo.

Ese paso apresurado se ve interrumpido por un grupo de unos 10 12 policías bonaerenses, los “pitufos”, que paran y requisan a una gran cantidad de jóvenes que intentan alcanzar el tren que rechina en el andén. Un muchacho de unos 25 años con la gorra que le habían hecho sacar en la mano, veía como le revisaban su mochila donde se podía divisar una camisa del característico color caqui y un par de zapatillas viejas. Apretando la gorra le pregunta a la mujer policía que tenía su mochila en la mano: “¿Cuántas veces me vas a parar?”, y en tono sobrador y despectivo la uniformada le responde: “Las veces que sean necesaria”. En el pasillo hacia los andenes se perdía el murmullo de “esta gente no tiene nada que hacer y nos viene a joder a nosotros que vamos a laburar”.

Calle peatonal, se divisa un grupo de gente, se escuchan insultos, se ven empujones. Tres policías de civil tironean a un moreno que pelea por sostener su maletín de relojes y cadenitas que suele vender todos los días. Mientras la policía lo esposa golpeándolo en el piso y le llevan todas sus pertenencias, la gente le grita que lo dejaran trabajar, que no hacía nada malo y que siempre estaba allí.

Tumulto e insultos a la policía en la puerta de un hospital alrededor de una mujer, que ante la impotencia de que la policía le llevaba los globos que vende para sobrevivir y el trabajo del día, descompensada en el piso es atendida por los médicos y enfermeras que cotidianamente saludan a la vendedora en la puerta.

Casi 100 gendarmes para ejecutar una supuesta orden de un tribunal de justicia que no responde ni da explicaciones, avanza con estruendos de escopeta sobre un grupo reducido de jóvenes que está sobre la ruta. No habiendo bastado el avasallamiento numérico, comienza una cacería a campo traviesa, donde luego de unas horas todos los uniformados vuelven, los jóvenes comienza a juntar coraje para hablar, pero Santiago solo aparecerá 3 meses después sin vida.

Otro operativo en Bariloche; el grupo de élite de Prefectura entra en acción –nuevamente- contra un grupo de jóvenes, hay disparos de un lado, corridas del otro… Rafael Nahuel queda en el piso. En el marco de un operativo represivo, será una nueva víctima.

Las 97 familias de la maderera MAM comienzan a juntarse en la puerta de la fábrica en Neuquén, a pasos de la emblemática FaSinPat, la ex Zanon. Están reclamando no perder su fuente de trabajo y quieren evitar el vaciamiento por parte de los emprsarios. La solidaridad comienza a concentrarse en la puerta. Raúl Godoy, diputado por el PTS en el FIT, obrero y militante revolucionario, se identifica ante las fuerzas de “seguridad” mientras aleja a la familia de un trabajador de los empujones de los escudos de los encapuchados de la ley. Luego da uno pasos y, de espalda a los escudos, recibe un disparo que le rompe la pierna al diputado de los trabajadores.

Todo esto es acompañado de sendos operativo de los medios oficialistas donde se habla de inseguridad, de terroristas, de armas que no aparecen -salvo las de plomo de las fuerzas represivas-, que el Ministerio de Seguridad no necesita pruebas de lo actuado por sus fuerzas, de organizaciones mapuche inexistentes que harían atentados, etc.

Mientras tanto, hace unos días terminó uno de los juicios de la megacausa ESMA, donde se procesó a los verdaderos terroristas, los militares que torturaron y tuvieron intervención en los vuelos de la muerte; según registros arrojaron la friolera de 4400 almas a la mar, maniatados y drogados.

Un periodista recordó recientemente la expresión “enemigo interno”, cómo se había construido esta imagen, consolidada por la teoría de los dos demonios de una guerra que nunca fue. Esto me quedó resonando en la cabeza al ver cómo se refieren a las comunidades mapuche, usan otros nombres pero el contenido es el mismo. Las frases de Bullrich no tienen nada que envidiarle a las de Videla y otros militares y funcionarios de la dictadura. En los medios que se hacen eco de este discurso y ayudan a construirlo van acompañadas de “profundas” (y falaces) notas acerca del robo de tierras, pero nada dicen de los verdaderos ladrones como Benetton o Lewis, que se han quedado con patrimonio natural argentino que se cuenta en miles de hectáreas.

Esa construcción discursiva busca formar un sentido común y bombardea a la población para crear una figura que amenazaría la democracia y atentaría contra los “valores patrióticos”. Son conceptos que son utilizados de forma demagógica por el sector más acomodado de la sociedad, porque la democracia y la justicia no aplican para el trabajador de a pie, que es arrojado a la pobreza por despidos “justificados”, entre muchos otros maltratos. Un fetiche patriótico para las masas y una entrega de recursos y tierras a los terratenientes y multinacionales. Encubre a este sistema excluyente que arroja miles a la pobreza, intentando vender la imagen del meritócrata que llega a la cumbre porque se “esfuerza”.

Esa construcción es la que enfrentamos. Cada minuto, cada gota de sangre de nuestra militancia tiene que estar puesta al servicio de combatir esa imagen que nos quieren imponer; quieren volver a sembrar el terror, aunque sea en casos puntuales por el momento, mostrando que quien lucha pierde todo, incluso la vida. Es parte de la pela por la conciencia de cada trabajadora y trabajador, que son bombardeados por el aparato mediático y gubernamental y oprimidos por el sistema que lo quieren mantener cegados.

Por eso es tan importante combatir esas ideas impuestas en cada ámbito, en cada aspecto. Militamos con muchos de esos compañeros que vencieron el miedo y militaron en los años más oscuros, son historia viva de la lucha de clases.

Somos los hijos del Cordobazo, somos los que trabajamos, estudiamos, criamos a nuestros hijos y militamos por otra sociedad. Aunque quieran poner rótulos a quienes peleamos por nuestros derechos y por esos cambios más profundos, sabemos muy bien quiénes somos y con quién nos organizamos, sabemos que movemos los resortes de la economía, somos obreros, clasistas y luchadores, y esto ningún gobierno lo acallará.