La economía capitalista presenta múltiples contradicciones en su desenvolvimiento. Un alto crecimiento, con elevados ritmos de inversión y consumo trae muchas veces aparejada altos niveles de inflación.
Viernes 4 de febrero de 2022
A diferencia del dogma liberal, cuando se analiza científicamente la realidad económica apoyándose en la teoría marxista, se puede comprender que la inflación (el aumento generalizado de precios), no se debe únicamente a que el Banco Central emite más billetes, sino que hay una serie de factores que pueden desatar procesos inflacionarios.
Así, por ejemplo, el aumento en las tarifas energéticas es un factor, como lo puede ser también la especulación capitalista que retiene ciertas mercancías sin sacarlas al mercado para que aumenten su precio habiendo menor oferta, o como lo es también el mantener determinados precios atados al precio del dólar lo que provoca que, ante una apreciación del tipo de cambio, los precios aumenten a la par.
No obstante, lo que es un consenso es que cuando una economía se encuentra en crisis o en recesión y al mismo tiempo atraviesa niveles inflacionarios elevados, el escenario se vuelve mucho más complicado, particularmente por el impacto social que esto genera habiendo mayor desempleo, peores salarios y precios elevados.
La estanflación, puede generar respuestas sociales de descontento popular, volviendo el panorama político inestable. Por ello todos los gobiernos capitalistas intentan controlar la inflación a la par que otorgan todas las condiciones al capital para invertir y lograr crecer.
No obstante, por un lado, la inflación afecta más a los que menos tienen, quienes ven perder su capacidad de compra de cuestiones básicas como alimentos, por otro, en el capitalismo el crecimiento económico no implica necesariamente mejoramiento de las condiciones de vida pues este puede beneficiar solamente a los más ricos, a la punta de la pirámide.
Una economía del lado de la mayoría trabajadora
La economía, como cualquier otra ciencia social no es “neutral”, así, hay economistas que toman partido del lado del capital, las grandes empresas y los especuladores, mientras, por otro lado, hay economistas que tomamos partido del lado de la clase trabajadora, la verdadera creadora de riqueza, y planteamos salidas a los problemas económicos que pongan en primer lugar el interés del pueblo trabajador.
La estanflación, el bajo crecimiento y la inflación a la par, no es un hecho aislado que se dé solamente en México, se da en un contexto recesivo y de crisis global. Si bien algunas economías son más golpeadas que otras, son múltiples los países que están atravesando problemas económicos varios: crisis de deuda, inflación, desempleo, caída de la productividad, mayor dependencia tecnológica, depreciación de sus monedas, etc.
El capitalismo, en su faceta actual, no tiene que ofrecer a la humanidad más que tendencias a la guerra, agotamiento de recursos, mayor desigualdad y devastación ambiental. En este sentido hay que pensar una economía que logre salir del hoyo en que el propio mercado la ha metido.
En primer lugar, los recursos volcados a los intereses y al pago de una eterna deuda externa deben volcarse a actividades productivas como la modernización de infraestructura en vías de comunicación (como ferrocarriles) que permitan emplear a miles de trabajadores con salarios dignos en distintas áreas. En segundo lugar, los recursos estratégicos no pueden estar en manos de grandes trasnacionales, es fundamental que sean de propiedad social y se utilicen para atender necesidades sociales y para fortalecer el aparato científico tecnológico que permita a un país como México, dejar de depender de la importación de bienes intermedios. Otra medida fundamental es que las empresas que cierren o despidan pasen a ser nacionalizadas, pero no para que un burócrata corrupto la administre, sino para que sean gestionadas por sus trabajadores de forma democrática, funcionando para brindar a la sociedad bienes o servicios a bajos costos sin el afán de lucro por delante.
Estos son algunos ejemplos de cómo una economía pensada desde otro lugar, que planifique y busque el bienestar colectivo sobre la ganancia individual de los millonarios, puede funcionar de forma muy superior, haciendo frente a la crisis o a la estanflación, pero también proyectar un futuro diferente al que nos ofrece el capitalismo, un futuro donde la vida y el trabajo sean más importante que la ganancia de los billonarios.