Entre 1905 y 1908 circularon dos periódicos obreros feministas, La Alborada y La Palanca. En ambos encontramos la una serie de propuestas, discursos y temáticas relacionados con los problemas de las mujeres y las trabajadoras, en una doble perspectiva de género y clase, logrando expresar las denuncias hacia la sociedad capitalista como también al patriarcado.

Ana Lopez @analopezd Historiadora
Martes 3 de marzo de 2015
Estas mujeres se consideraban y reivindicaban parte de la “familia obrera”, pero también manifestaban inquietudes propias y específicas, que configuran su pensamiento y posibilitan la emergencia de una conciencia y práctica feminista, denunciando su opresión por parte de sus compañeros hombres, del Estado, de la religión y la sociedad.
Denunciaban que la mujer era una esclava “sujeta por las necesidades de la vida, a su Dios y señor, el hombre ”. ¿Cuál es el origen de esta sujeción? Según señala una nota de La Alborada, es a causa de la existencia del Capital y su orden económico, el que deforma a los hombres, “agriando su carácter ” y pervirtiéndolos. Puede reconocerse en este momento la explicación que se entrega de la conducta de sus compañeros masculinos, embrutecidos por las propias lógicas del trabajo asalariado y el capitalismo, que no permite la existencia de relaciones de compañerismo, amistad o amor entre hombres y mujeres.
Esta respuesta no es homogénea, ya que más adelante, las mujeres que editaron estos periódicos cuestionarán a sus propios compañeros, acusándolos de complicidad en la situación de atraso que viven ellas, invitándolos a cambiar su práctica machista, disputando también los ideales de masculinidad de la época, que ubicaban al hombre en el rol de proveedor y jefe de hogar, para proponer en cambio una práctica de compañerismo y la acción común entre ambos.
Estas tensiones también se manifiestan en torno a su papel como “compañeras” del hombre: “las proletarias, las mujeres de trabajo, se encuentran a vuestro lado ”, expresan en sus artículos, cuando hablan de la lucha y el papel que les corresponde en ella, oscilando entre el lugar de compañeras y el de sujetos. Esto implica que aún no se termina de configurar cuál es el terreno propio de la mujer, ni tampoco de explicar del todo las causas de su atraso o situación, aunque sí se indica el problema de la explotación o la falta de instrucción como alguno de sus fundamentos.
¿Cómo aparece en estos periódicos la figura de la mujer? Podemos notar que tanto en artículos escritos por mujeres como por hombres, se plasman ciertas maneras de representarla y de explicar su papel en la sociedad. En el número 6 de La Alborada, se reproduce un artículo del diario “La Reforma”, escrito por Agustín Bravo Z., en esta nota, se plantea que ella es un ser indispensable y por lo tanto “debe ser protejida por el individuo, por la familia, por la sociedad y por la lei ”, es decir, la mujer es un sujeto, pero inferior, objeto de cuidados y de protección, alguien a quien es necesario cuidar, proteger, desde la sociedad toda y en sus diversos niveles. De todas maneras, para el autor del artículo, hay que otorgar derechos a la mujer para igualarla al hombre, que es el referente del sujeto y el ciudadano.
La idea de la igualación tiene que ver entonces con un sujeto masculino que es quién posee derechos, el modelo de ciudadano. Se reconoce su aporte en el trabajo, y la explotación de la que es objeto, y se plantea aumento de sueldos y derechos laborales. Sin embargo, en el número inmediatamente posterior de este mismo periódico, Nicolás Rodríguez editorializa las contradicciones de los hombres, el peso de los prejuicios y el cinismo de quienes, si bien parecen apoyar la causa de la mujer y la lucha por sus derechos, en su práctica efectúan lo inverso. El autor confidencia como “estos ardientes teóricos del integral desarrollo de los derechos femeninos, observan en su vida íntima una conducta contrapuesta a lo que predican desde la tribuna o desde la prensa. Su compañera ni ejerce derecho alguno, ni es tratada con las consideraciones que merece ”. Asoman con claridad las contradicciones que genera la defensa de la mujer de su propio lugar, y que se refieren a los problemas culturales y sociales que genera la división de género.
El movimiento de mujeres que comenzaba a organizarse, a pelear por la defensa de sus derechos e intereses, a plantear su derecho a la educación, a un trato más justo, a la igualdad, encontraba oposiciones provenientes de las costumbres y la moral de la época, extendida en las diversas clases sociales, aunque no se manifestaba necesariamente de la misma manera en todos los sectores. También la prensa obrera femenina criticaba a sus propios compañeros, impregnados de la cultura patriarcal y reacios a aceptar estas nuevas ideas, que entendían como amenazadoras del orden familiar que indicaba que la mujer debía ser la dueña de casa, esposa y madre.
También algunas notas hablan de una división natural entre los sexos. Ambos son “dos principios” mediante el cual “el masculino es fuerza y el femenino es poder ”, pero un poder que se inclina ante la fuerza. La mujer es amor y dulzura, comprendiéndola como “el más hermoso complemento del hombre ”. Esta división de género se asocia a los roles tradicionales que en la sociedad se comprenden para uno y otro sexo. El hombre es potencia, fuerza, la mujer sentimiento, debilidad. El uno es activo, la otra pasiva, si a él le corresponde el trabajo, entendido como trabajo productivo y asalariado, a ella la familia, y otras diversas visiones dicotómicas de sus papeles. “El hombre se configura como tipo humano absoluto, a la vez lo positivo y lo neutro, mientras que la mujer es el término negativo necesariamente vinculado como alteridad respecto al sujeto masculino ”. En la lógica de la jerarquización social de género, lo masculino es el sujeto, lo femenino, lo otro.
En el caso de algunas notas escritas por mujeres, existe un énfasis mayor en los aspectos de la emancipación, asociada a la conquista de derechos, de un lugar, un espacio, y una condición, como sujetos de derechos. “Deseo que se concluya la iniquidad social … Deseo que juntamente, con las mismas libertades, se emancipe a la mujer de todas las imposiciones y prejuicios odiosos de que es víctima ”.
La Directora del periódico, Carmela Jeria, se refiere también a los avances de la mujer, y a sus deseos de encontrar la libertad:
“cuando las hijas del pueblo se encuentren libre, por completo, de añejas preocupaciones, de torpes rutinas, entonces caminarán resueltas y serenas, projetidas por sus propias enerjías intelectuales, a conquistar aquellos derechos que hasta hoy han sido monopolio esclusivo del hombre ”.
Entre el lenguaje de quienes escriben, las notas de autores masculinos tienden a un énfasis que explica el lugar de la mujer asociada a las características femeninas con las cuales la sociedad las instituye. En los artículos escritos por mujeres, se propone más bien la temática de la liberación, el horizonte de la igualdad, y se explicita las diferencias que viven ambos sexos, las desigualdades que abaten a las mujeres.
Desde el número 19 en adelante el periódico La Alborada establece un cambio; no sólo pasa a publicarse en la ciudad de Santiago, luego del terremoto que sufrió la ciudad de Valparaíso, en sus contenidos se observa también una modificación importante; de denominarse como una publicación “Defensora de las clases proletarias”, a aclamarse como “Publicación femenina”, en ese número, y “feminista” desde el número 20.
¿De qué manera influye esta mutación en sus contenidos? En primer lugar, los artículos sobre los problemas referidos a las mujeres aumentan. Ya sea proponiendo campañas específicas en pro de sus derechos, denunciando sus condiciones de vida, discutiendo sobre las dificultades que tienen como mujeres, y también reivindicando con mayor claridad su papel en la lucha por la transformación. Hay entonces en esta denominación un carácter autoafirmativo, un esfuerzo por enfatizar más las temáticas femeninas y también feministas. Y también, aumentan los artículos con críticas hacia sus compañeros de lucha, los obreros, que permanecen en gran parte indiferentes a sus demandas.
En otras notas se cuestiona la naturaleza de lo que significa ser mujer. Esther Valdés de Díaz, por ejemplo, respondiendo a la supuesta debilidad de las mujeres, afirma más bien lo contrario. Se interroga a quién beneficia la indiferencia y pasividad femenina. A los patrones, que de esta manera cuentan con mano de obra barata, domesticada. A los hombres, que no quieren perder sus privilegios. “No es la condición de sexo ” es decir, la biología, nos dice. Ni tampoco la fuerza. La mujer cuenta incluso con mayor fuerza: trabaja en la fábrica o taller, y en el hogar, en el cuidado de los hijos y el esposo. La lucha de la mujer necesita contar también con el apoyo del hombre, ellos tienen el deber de ayudar a la emancipación de la mujer, de volcar sus fuerzas y su educación al servicio de esta lucha, al apoyo de sus compañeras.
Así se propone en el primer artículo de esta nueva época, “En la Brecha”: la prensa y la pluma utilizadas para defender “nuestros derechos”, para escapar de los prejuicios. La mujer obrera rechaza la explotación del trabajo, pero también ambiciona “respirar un aire de progreso y libertad. Queremos que la mísera esclava de ayer, la esplotada de hoy, ilumine su cerebro con los benéficos rayos de la instrucción ”. La mujer va despertando, aún entre “la indiferencia de unos y egoísmo de otros ”, haciendo una crítica a quienes desconfían de los objetivos y luchas de estas mujeres. Contra la domesticación de la vida, el servilismo que ha condenado a las mujeres, estas voces femeninas insisten en levantarse. Este despertar no se refiere sólo a la lucha contra el Capital, uno de los grandes objetivos de las mujeres obreras, sino también a la lucha por abrir nuevos horizontes y mejorar su situación. Esto es percibido también por los colaboradores de La Alborada. Baldomero Loyola, rescata la labor emprendida en Antofagasta por Eloísa Zurita, la que –además de organizar a las mujeres trabajadoras – busca “hacerles ver a sus compañeros de labor y de miserias, que la mujer reclama sus derechos tantas veces ultrajados por los hombres sin conciencia… y que… disfrazándose de hombres conscientes y dignos, para aparecer después … como monarcas de algún imperio ”.
Las mujeres obreras advierten la dificultad que conlleva formar un movimiento de este tipo, al que además “no se ha prestado la atención necesaria por nuestros compañeros de trabajo y de lucha, para independizar a la mísera esclava que libertaría a las futuras jeneraciones ”. Este problema, la relación entre la lucha de clases y la lucha de género, aparece en diferentes momentos de la historia de los movimientos de mujeres y feministas. Efectivamente, sectores de la izquierda y el movimiento obrero, tendieron a subordinar las luchas de la mujer en defensa de sus derechos, oponiéndolas como secundarias o menores ante la lucha de clases. Si bien, como planteábamos con anterioridad, la explotación de clases y la subordinación u opresión de género, manifiestan problemas diferentes del orden social, es necesario articularlas, potenciar mutuamente el llamado a la acción y la denuncia de la sociedad que una y otra conllevan.
En otro de los artículos se señala
“Con dolorosa sorpresa nos hemos impuesto muchas veces, del comportamiento que observan en el hogar algunos valientes partidistas del feminismo que, públicamente, protestan del yugo ingnominioso que sobre nuestras cabezas pesa y que en diarios y periódicos piden una y mil libertades para su sumisa compañera de infortunio.
Con el alma acongojada por el más cruel escepticismo, que nos hace dudar de todo, hemos penetrado en el hogar de uno de esos partidarios de la libertad de la mujer:
La amante esposa, cariñosa y humilde, implora mudamente con tiernas miradas un poco de compasión o amor de su indiferente compañero; un poco de libertad e instrucción que le permita desempeñar su papel de madre con más capacidad.
Pero nada… el propagandista incansable del adelanto de la mujer se hace sordo a los ruegos de su esposa y sólo por única respuesta, obtiene frases amargas e hirientes que le recuerdan su mísera condición de esclava (…)
No! La hora de nuestra completa emancipación aun no ha llegado.’
Debemos, aunque sea con sobrehumanos esfuerzos, empeñarnos en aprender a aborrecer las cadenas, sean de cuales fueren.
Y digamos, también, a tanto luchador del mejoramiento social e intelectual del pueblo, que toda la libertad que anhelan, será siempre un fantasma mientras la mitad del jénero humano viva en humillante esclavitud ”.
¿La alternativa? La lucha contra la esclavitud, tanto del hombre como de la sociedad. Más aún, se reconoce que esta lucha engloba también a las otras mujeres, de clase media y alta. Se reconoce así la heterogeneidad de las demandas dela mujer, pero estas mujeres se reconocieron como un sector oprimido, esclavizado. “La mujer, y al decir la mujer no solo hablamos de la obrera sino de la de todas las clases sociales, vive un concepto falso de lo que es ”. De lo que se desprende que sólo las mujeres, entendiendo su situación, puedan transformarla. “¿Qué los hombres nos ayuden?… ¡Ja, ja… jáaa!… No tal¡… ”. Hay un descreimiento, un cierto escepticismo a considerar como aliados a los hombres trabajadores, los que más bien tenderían a defender sus posiciones masculinas, las ventajas asociadas a su género.
De todas maneras, la obra de emancipación social, la posibilidad de la liberación, encontrará su apoyo en la instrucción, un deseo que se expresa frecuentemente en estos periódicos. Esta obra de emancipación logrará romper “las cadenas de la servidumbre en que hemos permanecido en todas las edades ”.
En el caso de La Palanca, este acentúa aún más su carácter feminista y de denuncia. “El hombre tras larga i ardua lucha ha conquistado medianamente sus libertades – pero la mujer ha quedado rezagada en el camino del progreso, i de la evolución humana, i desorientada i sola – rechazada por el egoismo del hombre –hoi sordamente lucha, por desacirse de las cadenas que la oprimen ”.
Este feminismo obrero propondrá un debate que se desplaza entre la tensión a las imágenes construidas del género, hacia el cuestionamiento abierto, desde asumir ciertas posiciones, hacia infringirlas rechazando la idea de una naturaleza propia.
Fue el Partido Obrero Socialista y el trabajo de Luis Emilio Recabarren y Teresa Flores, quiénes tomaron gran parte de las demandas de las mujeres trabajadoras, formando secciones femeninas del POS, incluyendo a las mujeres en los sindicatos e inclusive en la Federación Obrera de Chile.